En el último mes del verano, el tiempo varía mucho según la región donde se viva. En el sur de la península Ibérica y en toda la costa mediterránea, las temperaturas se mantienen altas y, aunque hay algunas tormentas por las tardes, no suelen faltar muchos días de sol y, en general, el tiempo no es excesivamente húmedo.
En el norte, sobre todo en la costa del Cantábrico y en las montañas interiores de esa zona, la humedad y las lluvias están mucho más presentes y las temperaturas son más bajas. El centro de la Península suele tener un clima bastante seco y muy soleado. En alta montaña, sobre todo en los Pirineos pero también en otras cordilleras, la temperatura nocturna baja mucho más y las tormentas son más fuertes y abundantes. En las islas Canarias, el clima suele ser cálido y soleado, con pocas precipitaciones.
La siguiente tabla nos da una idea de lo diferente que puede ser el clima en el mes de septiembre en las distintas ciudades españolas.
Variedades tempranas y tardías
Hay una gran diferencia entre las fechas de maduración de las variedades de cannabis más tempranas, que pueden estar listas para la cosecha a mediados de septiembre, y las más tardías, que en algunos casos no maduran hasta diciembre. Las variedades más tardías y difíciles de cultivar en nuestras latitudes en exterior son las sativas más puras provenientes de países ecuatoriales, donde el fotoperiodo es prácticamente igual todo el año, más o menos 12/12 constante. El problema es que ese fotoperiodo no aparece en España hasta mediados del mes de septiembre. Si una variedad empieza a florecer a mediados de septiembre y necesita tres meses o más para madurar, no estará lista para ser cosechada hasta fin de año.
En casi todo el país, en diciembre hace frío, más o menos según regiones, por lo que las plantas no acaban de madurar correctamente. La única excepción son las islas Canarias, que, al estar situadas en una latitud mucho más meridional, tienen un fotoperiodo que oscila mucho menos, por lo que las sativas empiezan a florecer antes, y un clima muy benigno que les permite seguir desarrollándose sin problemas en noviembre y diciembre. En el resto del país, si queremos cultivar estas variedades tan tardías, tenemos que adelantar el inicio de la floración proporcionando a las plantas noches más largas (metiéndolas en un cuarto en completa oscuridad 12 h al día desde julio o agosto) o bien madurándolas en un invernadero donde mantengamos la temperatura suficiente para que no pasen frío (al menos, 20 ºC durante el día y no menos de 12-15 ºC por la noche).
Protección contra tormentas
Las tormentas son a veces muy violentas y pueden llegar acompañadas de fuertes vientos o, incluso, granizo. Los destrozos sobre las plantaciones pueden ser grandes: desgarran ramas, rompen tallos y arrastran cogollos por el suelo. Consulta la previsión del tiempo todos los días y anticípate a los problemas. Los invernaderos son ideales para proteger las plantas de la lluvia, pero la mayoría de los cultivadores no disponen de uno.
En cualquier caso, siempre se pueden cubrir las plantas con un plástico antes de las lluvias y quitarlo en cuanto pare de llover. De ese modo no se mojan pero tampoco se condensa la humedad en el plástico. Además, se pueden reforzar con tutores y cuerdas para que el viento no las mueva tanto. Si la previsión es una tormenta muy fuerte y están en macetas, intentaremos ponerlas a cubierto. Es mucho mejor que los cogollos no se mojen, ya que así se reduce considerablemente el riesgo de que aparezcan hongos.
Rotura de ramas
"Mi recomendación siempre es cultivar distintas variedades, unas más tempranas y otras más tardías, unas más sativas y otras más índicas"
Después de cada tormenta hay que revisar las plantas cuanto antes por si hubiera causado daños. Lo más típico, sobre todo cuando las plantas son bastante grandes, con ramas largas y cargadas de cogollos, es que alguna rama se rompa. Hay que tener en cuenta que una planta grande sembrada en el suelo puede tener fácilmente dos o tres metros de altura. Una rama que nazca en la parte baja o media de la planta medirá cerca de dos metros y puede tener un cogollo principal de dos palmos de longitud y ocho centímetros de grosor o más. Una rama así ya pesa bastante en seco, pero con la lluvia se empapa como una esponja y puede triplicar su peso. Si la lluvia viene acompañada de vientos fuertes, como sucede en muchas tormentas de fin de verano, las ramas se mueven mucho y el peso puede provocar que se desgarren del tallo principal o se partan por la mitad. Si falta una semana para la cosecha, no hay que agobiarse demasiado, basta con acabar de cortar la rama, manicurarla y ponerla a secar. No estará tan madura como debería, pero no compensa complicarse intentando arreglarla.
Algo muy distinto sucede si faltan tres o cuatro semanas para la cosecha; en ese caso, los cogollos están muy inmaduros todavía y, aunque puedan parecer gruesos y densos, la cantidad de resina y THC que contienen es baja. Si los cosechamos en ese momento, una vez secos, descubriremos que su potencia es ridícula, por lo que la mejor opción es intentar reparar la rotura para que el cogollo pueda seguir madurando. Solo es posible arreglar el destrozo si la rama no está completamente separada de la planta; no importa mucho que se haya quebrado siempre que quede una parte importante de la corteza de la rama unida a la planta. Lo que hay que hacer es reforzar el punto de rotura por medio de cinta americana (es una cinta pegante de color gris reforzada con hilos que resulta muy resistente). A veces es suficiente solo con la cinta americana, pero otras, si la rotura es importante, hay que clavar un tutor en el suelo para fijar la parte superior de la rama y, además, entablillar el vendaje de cinta colocando dos varillas de madera que refuercen la unión. Se pueden usar palillos chinos si la rama no es muy gruesa o dos palos de tamaño algo mayor si es de mayor grosor.
La reparación de una rama rota no siempre funciona; el éxito dependerá sobre todo de lo grave que sea la rotura. Cuanta más corteza quede uniendo ambos trozos, más fácilmente será que la planta sea capaz de seguir alimentando al cogollo. Si no funciona, lo descubriremos en pocos días porque el extremo de la rama rota se marchitará y luego se secará. En ese caso, lo más conveniente es cosecharla en cuanto veamos que no se arregla. Si la rama se recupera seguirá madurando al igual que el resto de la planta, pero conviene vigilarla atentamente por si necesitara un refuerzo adicional conforme va engordando el cogollo.
La botritis
El clima húmedo, las temperaturas más frescas y los cogollos muy densos y gruesos crean las condiciones ideales para que aparezca y se desarrolle la botritis, la peor pesadilla del cultivador, pues puede destrozar la plantación en muy poco tiempo. En regiones lluviosas es esencial cultivar siempre variedades que maduren pronto y se recojan antes de que lleguen las lluvias más intensas. Además, es muy recomendable escoger genéticas con una cierta resistencia a los hongos, ya que es prácticamente imposible que una variedad a la que la botritis ataque con facilidad pueda llegar a madurar y mantenerse sana si las condiciones son húmedas durante muchos días.
En mi experiencia, no he encontrado ningún producto que proteja a las plantas totalmente frente a la botritis al final de la floración, cuando los cogollos son gruesos y densos, si el clima es húmedo y fresco. Es recomendable potenciar la ventilación podando las ramas más bajas e incluso quitando hojas grandes para que las ramas estén más despejadas, aunque estas medidas no dan una protección total. Nunca hay que aplicar fungicidas sistémicos al final de la floración porque quedarían restos tóxicos en los cogollos.
La técnica más segura
"Después de cada tormenta hay que revisar las plantas cuanto antes por si hubiera causado daños"
Las medidas que el cultivador puede tomar para evitar los daños que la humedad, la lluvia y las tormentas provocan en las plantas durante la floración son las que son, no hay otras. Aparte de seleccionar genéticas resistentes y que maduren antes de que lleguen las lluvias más fuertes, plantar dentro de un invernadero, cubrir las plantas cuando llueve o trasladarlas a cubierto y reforzarlas por medio de cuerdas y tutores para que soporten mejor el viento, no hay mucho más que hacer salvo cruzar los dedos y esperar que este año llueva poco en septiembre y octubre. Al final, la agricultura tiene una parte de suerte y hay años mejores y años peores.
Mi recomendación siempre es cultivar distintas variedades, unas más tempranas y otras más tardías, unas más sativas y otras más índicas. Así, si el año es lluvioso en agosto y principios de septiembre, las variedades más tempranas sufrirán pero las tardías no tanto; en cambio, si llueve mucho entre finales de septiembre y octubre, serán las variedades tempranas las que lo llevarán mejor y las tardías las que se dañarán más.
En años muy secos, las índicas van bien –hacen enormes cogollos pesados y llenísimos de resina–, mientras que en años húmedos aguantan mejor las sativas, con sus cogollos más finos y resistentes a la humedad. Las autoflorecientes, por su parte, se han popularizado mucho y deberían formar parte de todas las cosechas de exterior. Unas cuantas plantas automáticas sembradas en mayo o junio se recogerán entre finales de julio y agosto, antes de que lleguen las lluvias, y nos asegurarán la cosecha aunque el tiempo sea horrible durante el final del verano y el otoño.
Un pequeño cultivador que siembra para su propio consumo debe pensar, ante todo, en cubrir sus necesidades anuales y, para ello, lo mejor es cultivar muchas variedades distintas, para que siempre haya algunas que maduren bien y sin problemas, sea cual sea el tiempo y el tipo de plagas que aparezcan ese año.