Febrero: las técnicas de siembra temprana
Febrero es un mes frío e invernal en gran parte del país. Las heladas son frecuentes y el sol aún calienta poco. El cannabis se siembra tradicionalmente en primavera, cuando las temperaturas son más altas y ya no hay peligro de heladas.
Por lo general, se suelen obtener mejores resultados sembrando en abril o mayo que haciéndolo en febrero o marzo. Si hace frío no compensa sembrar pronto, puesto que las plantas apenas aprovechan esas semanas extra de crecimiento. Sin embargo, hay algunas situaciones en las que sí está justificado germinar semillas en febrero. Por ejemplo, hay quien siembra una tanda de semillas muy pronto, casi siempre en un entorno protegido de interior, con el propósito de obtener plantas madre de las que sacar esquejes.
A finales de marzo las plantas pueden estar lo suficientemente desarrolladas como para empezar a funcionar como madres y dar entre ocho o diez esquejes cada una. Durante los meses de abril, mayo y junio se pueden ir sacando nuevas tandas de esquejes de las plantas madre. Con esta técnica se puede llegar a multiplicar el número de plantas por cien en la misma temporada. Hay que tener en cuenta que cada nueva tanda de esquejes tendrá menos tiempo para crecer antes de empezar a florecer en julio o agosto. Esto se traduce en que un esqueje obtenido en abril dará lugar a una planta mucho más grande que un esqueje obtenido en junio. El primero requiere una maceta enorme y mucho espacio, mientras que el segundo tendrá suficiente con mucho menos.
Otra posible utilidad de la siembra temprana es conseguir una temporada de crecimiento larga, con el fin de que las plantas tengan tiempo de hacerse muy grandes. Para obtener un gran árbol cannábico hay que procurar que la planta disponga de un entorno óptimo. Debe desarrollar un gran sistema de raíces y anclarse bien al suelo. Para facilitarlo conviene preparar un profundo agujero en el suelo, tan grande como sea posible, y llenarlo con tierra muy fértil. La tierra debe acondicionarse, incorporando estiércol, compost o humus de lombriz en buena cantidad, y no estaría de más añadir unas paladas de guano bien mezclado para ayudar en la floración.
Una planta de cannabis sembrada en febrero puede, si la genética lo permite y con las condiciones óptimas, alcanzar los cinco o seis metros de altura y producir entre uno y dos kilos de cogollos. La idea de cultivar una planta gigante es muy atractiva, pero en la realidad no siempre resulta fácil. Las plantas muy grandes sufren mucho con el viento y las tormentas, y a menudo se rompen las ramas con el peso de los cogollos o se desgajan del tronco; también resultan poco discretas, ya que se ven desde lejos. Solo es recomendable hacer plantas tan grandes cuando el lugar es idóneo, protegido del viento y las miradas curiosas. Criar una planta de cinco metros no es tarea fácil, y no está de más planificar las cosas un poco y, sobre todo, anticiparse y prevenir los futuros problemas. En primer lugar es importante escoger bien la variedad que se cultivará. Casi siempre, las variedades índicas son pequeñas o medianas y las sativas medianas o grandes. Obviamente, entre los cientos de variedades que se pueden comprar hoy en día, hay razas híbridas de índica y sativa de todos los tamaños. Las sativas más puras están entre las plantas más altas, pero tienen el inconveniente de que su floración es más larga. A menudo no están listas para la cosecha hasta mediados o finales de noviembre, una fecha aceptable en zonas cálidas y secas, pero demasiado tarde para zonas más frías o húmedas. Los híbridos suelen cosecharse antes, en octubre, y muchos se pueden hacer muy grandes si se siembran pronto y disponen de sol y nutrientes en abundancia.
Otra razón para sembrar en febrero es hacer una cosecha de primavera que se recoja a primeros de mayo. No todas las razas de cannabis sirven para esta cosecha temprana primaveral; las mejores son las índicas pequeñas de floración temprana. Sembradas a principios de febrero, deberían comenzar la floración un mes después y, tras dos meses floreciendo, estar listas para la cosecha a finales de abril o principios de mayo. La cosecha primaveral requiere un buen clima para ser un éxito. Si hay heladas no va bien, y si la temperatura no alcanza un mínimo de entre 12 y 15 grados durante el día, tampoco. En zonas como las Islas Canarias o las regiones más cálidas de la costa mediterránea, la cosecha de primavera da buenos resultados casi cada año. Resulta muy agradable obtener una pequeña provisión de cogollos en mayo con la que pasar el verano a la espera de la cosecha de otoño.
Semillas y genética
De la calidad de las semillas depende la calidad de los cogollos. Las plantas no pueden ser mejores de lo que les permite su información genética. Ni los mejores cuidados ni los abonos o suplementos más caros pueden lograr que una mala semilla produzca buenos cogollos. Esta es la razón por la que resulta tan importante escoger bien las semillas que se van a cultivar. Gastar unos euros más en comprar buenas semillas es la mejor inversión que puede hacer un cultivador de cannabis. Más vale comprar un abono barato en el súper y buenas semillas, que ahorrar en la genética y comprar el fertilizante orgánico más caro del grow shop. Si la genética es mala, la cosecha también lo será. Hay que comprar siempre las semillas en un banco reconocido y hablar con otros cultivadores de la zona para saber qué genéticas les han ido bien. En mi opinión, los criadores de semillas siempre deberían dar suficiente información sobre el origen y las características de sus variedades para que los cultivadores puedan saber qué tipo de cannabis van a encontrarse. No me gustan nada los catálogos de semillas en que la información de una variedad se limita a un nombre, los días que tarda en florecer la variedad y una estimación a lo grande de la posible producción. Los cultivadores queremos saber mucho más.
No hace falta comprar las semillas más caras para cosechar buenos cogollos. Aunque muchas de las variedades más caras son muy buenas, también encontramos grandes variedades con precios bajos, sobre todo las genéticas clásicas que ya llevan muchos años a la venta y cuya calidad está más que demostrada. Los cultivadores principiantes que no saben qué elegir harán bien en sembrar plantas de distintas variedades, de ese modo hay más probabilidades de que al menos alguna planta se dé bien.
Cultivo en macetas
En febrero lo más importante para lograr un buen crecimiento es mantener las plantas calientes. Si la temperatura baja mucho durante la noche, habrá que poner las plantas a cubierto, en un invernadero, un cultivo de interior o una terraza acristalada. Si no bajan de 10 ºC durante la noche, mejor. Por el día, más de 20 ºC es ideal. El riego excesivo es muy perjudicial para las plántulas jóvenes. Si el sustrato permanece siempre demasiado húmedo, las raíces no se desarrollan bien por falta de oxígeno y crecen débiles. Uno de los errores más habituales entre los cultivadores principiantes es regar las plantas cuando la tierra todavía no lo necesita. Las raíces necesitan pasar por periodos húmedos y secos para crecer con fuerza. No hay que regar las macetas hasta que la tierra esté bastante seca. La mejor forma de saber el grado de humedad de la tierra es “al peso”, es decir, levantando la maceta: no hay que volver a regar hasta que se note claramente ligera.
Cultivo en el suelo
Hay que seleccionar un lugar de plantación muy soleado, orientado al sur y sin grandes árboles que den sombra ni vientos demasiado fuertes. No conviene germinar las semillas directamente en el suelo si no se quiere perder las pequeñas plántulas a manos de caracoles, babosas y otros herbívoros. Deberemos sembrarlas en pequeñas macetas y no trasplantarlas al suelo hasta que tengan al menos un palmo de altura. Y esparcir cebo anticaracoles alrededor de las plantas.
La tierra ideal debe ser poco arcillosa, drenar bien pero almacenar la humedad necesaria, ser esponjosa y permitir una buena oxigenación de las raíces. Al mismo tiempo, debe tener una gran cantidad de materia orgánica. Si tiene la textura adecuada, la tierra húmeda debe compactarse y formar una pelota al apretar un puñado entre las manos, pero se debe poder deshacer con facilidad. Si la tierra de que se dispone es demasiado arenosa o arcillosa, se puede mejorar su textura añadiéndole materia orgánica: el compost, el mantillo o el estiércol bien descompuesto son apuestas seguras.
El cannabis necesita muchos nutrientes para producir bien, así que el sustrato debe ser muy fértil. Si la tierra es pobre se deben añadir elementos nutritivos bien sea en forma de abonos orgánicos (compost, estiércol, guano, harina de sangre o de huesos, humus de gusanos…) o bien abonos granulares de acción lenta. Es mejor añadir los acondicionadores, especialmente si son orgánicos, unos meses antes de plantar para que se vayan descomponiendo y liberando nutrientes.
Cultivo de guerrilla
Las plantas de guerrilla se germinan en macetas y no se llevan al emplazamiento definitivo hasta abril o mayo, cuando el clima ha mejorado y ya tienen un buen tamaño. En general, febrero es demasiado temprano para empezar el cultivo de guerrilla porque el frío hace que crezcan con lentitud. Incluso en zonas de temperaturas más altas conviene esperar un poco más. Con una germinación excesivamente temprana las plantas crecen demasiado en primavera y se hacen muy grandes durante el verano. Las plantas enormes se ven desde lejos y no resultan nada discretas: atraen a los curiosos, los ladrones y la policía. Por otra parte, en la mayoría de los cultivos de guerrilla escasea el agua y el cultivador suele tener que transportarla a hombros hasta las plantas, así que lo último que necesita es cultivar plantas gigantes que requieren litros y litros de agua. Resulta más práctico cultivar plantas pequeñas o medianas; son más discretas y no necesitan tanta agua.
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