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"Si conseguimos que por el día se acerquen a los 20 ºC y reciban muchas horas de sol, la cosecha puede dejarnos muy satisfechos"
La temperatura exterior es la que marca la posibilidad o no de realizar esta cosecha. Las plantas de cannabis no soportan las heladas y apenas crecen por debajo de 10 ºC. Para que puedan vivir más o menos cómodamente en el exterior es preciso que durante el día la temperatura se mantenga al menos entre 10 y 20 ºC, mejor cuanto más alta sea, y durante la noche no baje de 0 ºC, pero mucho mejor si no baja demasiado de 10 ºC. El éxito del cultivo dependerá de la medida en que seamos capaces de mantener las plantas dentro de este rango de temperatura.
Cada cultivador puede lograrlo usando distintos sistemas. Hay quien mete las plantas dentro de casa por la noche y las saca durante el día o las protege cuando amenaza con caer una helada. Otros escogen cultivar en invernadero, con o sin calefacción, dependiendo del clima, o en una terraza acristalada que se beneficie de la temperatura interior de la casa. Al final, cualquiera de estos sistemas puede ser válido siempre que las plantas reciban la máxima cantidad posible de horas de sol, que debe ser de un mínimo de 5 o 6 h para tener una producción decente y unas temperaturas lo más templadas posible.
El calor está directamente relacionado con el crecimiento, pues el metabolismo de las plantas se acelera con la temperatura. Por ejemplo, no compensa cultivar si las plantas se van a pasar todo el tiempo entre 5 y 10 ºC; no se morirán pero tampoco crecerán ni producirán muchas flores. En cambio, si conseguimos que por la noche no bajen de 10 ºC y por el día se acerquen a los 20 ºC y reciban muchas horas de sol, la cosecha puede dejarnos muy satisfechos. Nunca será tan abundante como la cosecha de verano, pero podemos lograr un buen puñado de cogollos de calidad por planta y, como las plantas se mantienen más pequeñas, siempre podemos sembrar un mayor número de plantas por metro cuadrado.
Algunos cultivadores optan por hacer una cosecha mixta entre interior y exterior germinando y creciendo las plantas dentro de casa bajo lámparas y sacándolas fuera a florecer bajo el fotoperiodo natural a partir de febrero. Esto permite que las plantas pasen la fase vegetativa de crecimiento, cuando son más pequeñas y delicadas, en el calor del interior y no salgan fuera hasta más adelante, cuando con suerte las temperaturas serán algo mejores. A principios de febrero todavía hay pocas zonas donde las temperaturas hayan subido mucho pero a finales de mes ya sí suelen ser algo más templadas, sobre todo en la costa, y si las metemos dentro de un invernadero, pueden florecer bastante bien.
Un buen truco para mejorar mucho el bienestar de las plantas y la producción es calentar el invernadero para acelerar el metabolismo. Esto se puede lograr con cualquier sistema de calefacción, pero lo ideal es buscar uno que no resulte muy caro. Hay quien redirige el aire caliente de la extracción del indoor hacia el invernadero y recicla este calor para las plantas de la cosecha de invierno de exterior.
Las plantas soportan mucho mejor el frío si las raíces están calientes. Por ello conviene protegerlas todo lo posible. Hay varias técnicas útiles, como colocar las macetas sobre algún material aislante que las proteja del frío del suelo. Se pueden usar láminas de corcho, situarlas sobre tablas o palés de madera o sobre otra maceta colocada boca abajo. Un buen truco es meter cada maceta dentro de otra para que quede una capa de aire entre las dos que actúe como aislante. En invierno siempre es mejor usar macetas negras, que absorben mejor el calor del sol.
"Las plantas soportan mucho mejor el frío si las raíces están calientes"
Un sistema muy interesante de cultivo es la cama caliente, una técnica que permite mantener la tierra templada durante la estación fría. Consiste en aprovechar el calor que desprende el estiércol al descomponerse para mantener las plantas a buena temperatura. Se mezcla el estiércol con hojas y hierba seca y se forma un montón alargado, de unos cincuenta centímetros de altura, un metro de ancho y el largo que se desee. La mezcla debe estar húmeda, aunque no empapada, y ligeramente compactada. Se cubre todo con una capa de arena; sobre esta cama se puede extender directamente la tierra de cultivo (en una capa de al menos cuarenta o cincuenta centímetros de profundidad) o bien colocar las macetas encima. Tras un par de semanas en que la temperatura del estiércol puede alcanzar los 60 ºC, la fermentación se ralentiza y ya se pueden sembrar las plantas. El calor que desprende el estiércol mantendrá la cama caliente durante largo tiempo.
Para que una planta haga una producción decente necesita tener un cierto tamaño, si es posible conviene que alcance los cincuenta centímetros antes de empezar a florecer, pero con treinta centímetros ya podemos obtener resultados suficientes, sobre todo, si el clima acompaña y no hace demasiado frío. En cualquier caso, es importante que la fase de crecimiento dure al menos tres o cuatro semanas (aunque es mejor cinco o seis) para que puedan desarrollar una estructura de ramas suficientemente fuerte para sostener los cogollos.
El fotoperiodo de invierno y primavera es adecuado para florecer el cannabis, pero hay que tener en cuenta que los días se van alargando poco a poco y llega un momento es que la duración de las noches baja por debajo del umbral necesario y las plantas dejan de florecer y empiezan a crecer de nuevo. Es lo que se llama revegetación, y es algo a evitar completamente, pues una vez comienza los cogollos se llenan de hojas y dejan de engordar. El momento exacto en que esto sucede depende sobre todo de la genética de la planta: hay variedades que lo hacen a finales de abril y otras que aguantan floreciendo hasta finales de mayo. En general, para estar seguros, lo mejor es que las plantas empiecen a florecer a finales de febrero como tarde y así estarán listas para la cosecha antes de que empiecen a revegetar.