Después de muchos años sembrando y cosechando, el protagonista de nuestra historia ha pasado por todo tipo de sistemas de cultivo. Cuando empezó a plantar marihuana, a finales del siglo pasado, usaba la terraza de su piso, donde cultivaba unas pocas macetas con semillas que compraba en los primeros grow shops que iban apareciendo en aquella época. Más tarde se mudó a una casa con jardín y disfrutó durante dos años del placer de sembrar en el suelo y cosechar grandes plantas, de esas que producen casi medio kilo cada una. Pero la alegría duró poco, pues el tercer año unos hijos de la chingada se colaron en septiembre y se llevaron la plantación entera, cuando ni siquiera estaba bien madura. Aquel invierno fue muy largo: la falta de cogollos de calidad se le hizo insoportable, pues tuvo que recurrir al mercado negro y no encontraba nada tan bueno como lo que él cultivaba.
No podía volver a cultivar en el jardín, pues seguro que los ladrones volverían, así que se decidió por montar un armario de cultivo en un pequeño cuartito que tenía. Allí se hizo un experto en cultivo de interior; probó de todo: desde hidroponía y aeroponía hasta sea of green, screen of green y hasta técnicas de cultivo vertical. Hoy en día planta en un espacio mucho mayor, donde los sistemas complicados no resultan nada prácticos. Este sistema busca simplificar al máximo el cultivo para que las plantas den poco trabajo sin renunciar a la calidad.
El equipo
"Este sistema busca simplificar al máximo el cultivo para que las plantas den poco trabajo sin renunciar a la calidad"
El cuarto de cultivo se ilumina con cuatro lámparas HPS de 600 W con balastros electromagnéticos tradicionales. El cultivador aprovechó una oferta de un grow shop y los compró a muy buen precio. La idea era montar el cultivo sin gastar mucho, y los balastros electrónicos son más caros.
Los reflectores son Adjust-A-Wings, porque para el cultivador son los que mejor reparten la luz, tienen varias posiciones de apertura para ajustar la luz al espacio y le permiten iluminar un área de trabajo más grande que otros modelos. En este caso, usando la posición más abierta, ilumina una superficie de 1,75 x 1,25, es decir, casi 2,2 m² por lámpara.
En ese espacio coloca entre cuatro y seis plantas, dependiendo del tamaño de maceta usado y del tipo de genética. Cuantas menos plantas, más grandes se deben dejar crecer, por lo que la fase de crecimiento vegetativo se alarga. No todas las genéticas funcionan igual cuando se dejan crecer bastante; algunas se alargan en exceso y solo producen buenos cogollos en las puntas superiores de las ramas, mientras que otras se llenan de flores de arriba abajo. Los mejores resultados se suelen conseguir con híbridos índica/sativa de buena ramificación.
Varios ventiladores oscilantes se ocupan de mover el aire alrededor de las plantas para evitar que el aire se quede quieto y reducir el riesgo de aparición de hongos y plagas. El cuarto de cultivo se mantiene a la temperatura correcta gracias a un extractor potente que saca el aire caliente después de pasarlo por filtro de carbón, que elimina cualquier olor. En verano no cultiva, por lo que no necesita aire acondicionado.
Un sistema de bajo mantenimiento
Al ampliar la zona iluminada por cada lámpara y colocar plantas grandes se facilita el trabajo del cultivador. Como las plantas viven algo menos estresadas, ya que la intensidad de luz es algo menor que si se concentra el haz de luz en solo un metro cuadrado, suelen tener menos problemas y carencias. Las macetas grandes, en este caso de 25 l, permiten que se cree un gran pan de raíces capaz de absorber mucha agua y nutrientes. En general, y según mi experiencia, las plantas grandes en macetas grandes suelen ser más resistentes al estrés, las plagas y las enfermedades que las plantas pequeñas en macetas pequeñas.
El bajo número de plantas por lámpara también ayuda a que la plantación sea fácil de cuidar y mantener. No hay que hacer muchos esquejes ni conservar muchas plantas madre. De hecho, con una o dos madres es suficiente. Si se quiere no es muy trabajoso regar a mano, puesto que el número de plantas es bajo, pero nuestro cultivador prefiere instalar un sistema de riego automático, ya que le gusta regar a menudo pero en cantidades pequeñas, para que el pan de raíces se mantenga siempre ligeramente húmedo. Cuando la tierra se empapa demasiado, las plantas no absorben nutrientes del mismo modo y, en macetas grandes, pueden pasar varios días hasta que se sequen. Por eso él prefiere regar dos veces al día con entre 0,5 y 1 l de solución nutritiva. La cantidad exacta depende del momento del ciclo de cultivo; lógicamente, al principio las plantas consumen menos, ya que su tamaño es menor. En plena fase cumbre de floración es cuando llegan a beber dos litros diarios, repartidos en dos riegos. Un depósito para la solución nutriente, una pequeña bomba de agua, unos metros de tubo de riego y uno o dos goteros por planta es todo cuanto se necesita para automatizar el riego. No cuesta mucho dinero y siempre es una gran inversión, ya que evita olvidos y permite pasar unos cuantos días sin ocuparse de las plantas.
Como cada lámpara de 600 W ilumina seis plantas, para lograr la producción óptima de un gramo por vatio, hay que conseguir que la producción media por planta llegue a cien gramos de cogollos. Esta cantidad, que no es mucho para una planta de exterior, no se obtiene con tanta facilidad en interior. Para alcanzarla hay que dejar que las plantas se desarrollen lo suficiente en crecimiento como para formar una buena estructura de ramas capaz de albergar el suficiente número de cogollos. Nuestro cultivador suele despuntar el tallo principal de cada planta cuando lleva una o dos semanas en crecimiento para potenciar la ramificación y, según la variedad utilizada, a veces vuelve a despuntar las ramas principales una o dos semanas después. Por lo general, la fase de crecimiento se alarga un mes, pero al acabar las plantas tienen unos 50-60 cm de altura y numerosas ramas fuertes y vigorosas con capacidad de soportar el peso de grandes cogollos. Si todo ha ido bien durante el crecimiento, las plantas tienen aspecto de pequeños arbustos vigorosos y muy ramificados cuando se cambia el fotoperiodo para desencadenar la floración. El bajo número de plantas por lámpara favorece la penetración de la luz hasta las zonas bajas y evita el efecto bosque de copas frondosas y tallos desnudos tan típico de muchos cultivos de interior.
Sustrato y fertilizantes
El sustrato de las plantas es un Light Mix, una mezcla de turbas poco abonadas y con una pequeña cantidad de perlita para favorecer el drenaje. Este es el sustrato más comúnmente usado por los cultivadores por ser barato y dar buenos resultados. Hay quien pone una capa de arlita en el fondo de las macetas antes de echar la tierra, pero no es realmente necesario porque ya drena bastante bien.
Este cuarto de cultivo está enfocado a la comodidad, y para evitar sobrefertilizaciones que obligarían a la laboriosa tarea de lavar la tierra, la dosis de abono disuelta en agua se mantiene siempre bastante baja. En crecimiento no suele superar una EC de 1 ms/cm, y en floración empieza con 1,2 mS/cm durante las tres primeras semanas, sube hasta 1,5 en las tres siguientes y completa el cultivo con dos semanas sin nada de abono, en que las plantas consumen los nutrientes de reserva almacenados en los tejidos.
Floración
En las tres primeras semanas de floración las plantas doblan su altura y prácticamente triplican su volumen. Para cuando acaba este periodo, el cuarto de cultivo está completamente lleno, las plantas chocan entre sí y es prácticamente imposible pasar entre ellas.
En las semanas cuatro, cinco y seis, los cogollos disparan su crecimiento, las plantas ya han alcanzado su altura máxima y se concentran en fabricar flores sin parar. En estos días se lo comen todo y podemos tener la tentación de aumentar en exceso la EC de la solución nutriente, pero corremos el riesgo de salinizar demasiado el sustrato. Una EC de 1,3-1,5 es más que suficiente para obtener buenos resultados sin riesgos.
En los últimos años, el cultivador se ha acostumbrado a trabajar con distintos fertilizantes y ya no le da demasiada importancia a la marca, siempre que sea un abono para cannabis y que tenga, al menos, un abono de crecimiento y otro de floración. Normalmente, a partir de la cuarta semana de floración completa la solución nutritiva con una cantidad extra de fósforo y potasio, casi siempre con un estimulador tipo PK 13/14, que ayuda a engordar los cogollos.
Las dos últimas semanas, la séptima y la octava, los riegos ya no llevan nada de abono, aunque se sigue ajustando el pH a 6. Si observamos los cogollos veremos como siguen engordando y llenándose de resina, mientras las hojas grandes primero y las medianas después amarillean, y a la vez envían los nutrientes que contienen a donde más se necesitan.
Podría parecer que dos semanas sin abono al final de la floración son demasiadas y que la producción se puede ver afectada. Sin embargo, esto no sucede, al menos de un modo considerable. No debemos olvidar que nuestro cultivador busca, ante todo, un sistema de bajo mantenimiento y, para ello, el largo lavado final es esencial. Por lo general, cuando llega el momento de la cosecha la gran mayoría de las hojas grandes se han caído después de amarillear y secarse, y las que quedan alrededor del cogollo ya han amarilleado, lo que facilita considerablemente la labor de cosecha. El resultado de un abonado tan ligero es que los cogollos se pueden consumir en cuanto están secos, no hace falta darles unas semanas de curado para que se suavice su sabor.