Como si la prohibición no hubiera llevado el fenómeno de las drogas a una situación alarmante de por sí, los medios de comunicación insisten en seguir alimentando sus propias quimeras, totalmente desligadas de la realidad que reflejan los datos oficiales. Una de sus criaturas preferidas es la burundanga, una poderosa droga usada por violadores para anular la voluntad de sus víctimas.
A principios de abril, un vídeo en el que un hombre parece echarle algo a una chica en su copa se compartió masivamente en redes sociales, hasta que El Mundo dio el paso para convertir el viral en noticia: “La Policía francesa —decía el artículo— ha detenido a un hombre por echar burundanga a una joven y robarle cuando estaba drogada [...] hace aproximadamente un mes en el sur de Francia, durante un concierto, según fuentes cercanas al caso”.
La narrativa era poco concreta y costaba imaginarse a tanta gente de manga corta en pleno febrero francés. Para aclarar todo aquello, me puse a rastrear el vídeo y dos cervezas después, tenía incluso más información de la necesaria. No hubo Policía francesa, no se detuvo a nadie, el hombre no echa burundanga en la copa y a la joven ni le robaron ni la drogaron. Además, el vídeo se grabó la mañana del 31 de marzo en el sudeste de Brasil, así que las «fuentes cercanas al caso» parecían estar cada vez más lejos de la noticia.
Kristal Santos, la supuesta víctima, aclaraba en su perfil de Instagram que se encontraba perfectamente: “No bebí nada de aquella copa porque la fiesta estaba acabando y la copa ya estaba vacía, es decir, que no me pasó nada. Sí, me alegro de que el vídeo repercuta de forma positiva, como una advertencia para que todos tengan más cuidado con sus vasos, incluso yo”. En ese texto, situaba la acción en un festival de Semana Santa en Escarpas do Lago (Brasil), que este año se celebró la noche del 30 al 31 de marzo, aunque el vídeo no fue publicado hasta recién empezado el 5 de abril.
A través de dos historias, publicadas por ella y por la amiga con la que sale en el vídeo, dejaban claro que todo había sido una broma del chico, que en realidad no habría echado nada en la copa, como se puede apreciar si se analizan las imágenes con detalle.
En esta ocasión, un artículo que escribí como réplica al bulo tuvo la difusión suficiente para que el periodista de El Mundo rectificase y pidiera disculpas, mientras otros medios que se habían subido al carro modificaron la noticia o directamente se apuntaron el tanto del desmentido. Y lejos de ofenderme el que se colgaran la medalla, habría agradecido que plagiaran el texto al completo para poner un poco de orden en este sindiós mediático de la burundanga.