Un libro quedó a medio escribir en España a comienzos de siglo. Un libro que se pensó para desenterrar una historia inadvertida, el retrato de un conflicto generacional cruzado de paradojas y contradicciones. El autor era J. Benito Fernández, afamado biógrafo que ha publicado varias obras sobre figuras malditas y heterodoxas de nuestras letras, se propuso contar la transición desde una óptica incómoda y espinosa: la de los intelectuales de izquierdas que perdieron a alguno de sus hijos a causa de la heroína. Trabajó un tiempo en el proyecto, reunió documentación y escribió algunas páginas, pero acabó renunciando por los recelos de personas cercanas y por una objeción recurrente e inapelable: los hijos de los franquistas también se pinchaban. Sea como sea, Pepe Sales (1954-1994) podría haber sido uno de los personajes de ese libro que jamás nadie leyó.
Él se crio en una atmósfera de cierta liberalidad, aunque de sólida profesión cristiana, en la burguesía culta y catalanista de Barcelona. Su tío fue el escritor Joan Sales, conocido por su novela Incierta gloria, donde narra su experiencia luchando en la guerra civil junto al bando republicano, y por traducir a Dostoievski al catalán. Otros Sales hicieron carrera como editores, filósofos, historiadores o artistas. Pepe experimentó en su juventud el tránsito entre la dictadura y las primeras libertades democráticas. Los últimos estertores del autoritarismo franquista le cogieron muy cerca: la mañana que ejecutaron en la cárcel Modelo de Barcelona al anarquista Salvador Puig Antich, uno de los últimos presos asesinados por el régimen, Sales dormía en una celda de esa misma prisión. Tenía 20 años y había sido condenado a uno de encierro por posesión de hachís.
“Son seis picos en cadena/que nos vigilan en la trena/por qué no hacemos frente/si somos inocentes”, escribió Sales en la primera de las “50 canciones de amor y droga” que la editorial Cántico ha publicado recientemente con traducción del catalán de Sergio Fernández Martínez y prólogo del poeta Rodrigo García Marina. Este último dirige la colección “Culpables” en el citado sello, nacida en un principio con la intención de reeditar a poetas fallecidos durante la crisis de la heroína: “Llevábamos mucho tiempo tratando de reeditar a escritores de la órbita de Sales con resultados infructuosos. Algo que nos resultó de gran interés era la condición de musical del libro. Es probable que mucha gente conozca la performance de Albert Pla con estas canciones, pero no sean capaces de situar la figura de Sales. El libro salda una deuda y nos concede varios acercamientos”.
De la extensa y dispersa producción literaria de Sales, este es el único libro concebido como tal antes de su muerte por sida. Sus poemas brotan del metabolismo de una conciencia torturada, obsesionada de modo enfermizo con el sacrificio y la redención del pecado, con su cuerpo vicioso y penitente. Hace unos años, la editorial LaBreu publicó una compilación de textos suyos con un título que condensa esa trágica vocación de mártir: La passió segú Pep Sales. En algún momento, se sintió el cordero de dios que lava el pecado del mundo.
Algo más que yonquis
"La mañana que ejecutaron en la cárcel Modelo de Barcelona al anarquista Salvador Puig Antich, uno de los últimos presos asesinados por el régimen, Sales dormía en una celda de esa misma prisión. Tenía 20 años y había sido condenado a uno de encierro por posesión de hachís"
“Todo lo que le sucede en la vida lo lleva a los poemas”, nos cuenta el traductor de los dos libros citados, “todas sus experiencias límite y su caída quedan registradas en su obra”. Los poemas de Sales son el testimonio de un conflicto inagotable, de una dialéctica infernal entre la corrupción y la pureza. Todos los textos, ordenados cronológicamente, van acompañados del lugar en que se escribieron, y así recorremos su particular geografía de la salvación y la culpa. Los periodos de excesos en antros y suburbios de Barcelona y Mallorca separados por los retiros rurales entre los arroyos y pinares de Vallclara, luchando por pasar “de un viejo cuerpo sucio/a un nuevo lugar puro”.
Para su traductor, Sales fue “un artista total” que se prodigó en multitud de géneros. Además de su obra literaria, es autor de una imponente obra pictórica y de un buen puñado de canciones, popularizadas tras su muerte por las versiones de Albert Pla, que interpretaba en solitario o como integrante de Bocanegra, el grupo de rock que formó en los años 80 junto al poeta Victor Orriols. “Nihilismo lúcido, rabia ceñida a un verso, intransferible visión sobre el país que le ha tocado vivir, ironía contra las tinieblas, remanso en la melancolía o en el tedio”, escribió este último sobre el estilo de Pepe. Sales también fue el director artístico de Glasnost, un vanguardista espacio televisivo emitido por Televisión Española en Cataluña.
En las letras de Sales hay un homenaje a los cuerpos marginados de una época que no acaba de desprenderse la costra autoritaria y nacionalcatólica. Decía que era el “tribuno de los muertos de hambre. Afilador, nómada y mendigo”. Para Rodrigo García Marina nuestro poeta está hermanado en su marginalidad con otros autores –Lois Pereiro, el Ángel, Fernando Merlo– cuyas obras “abren la posibilidad de repensar la transición como una época contraria al pacto, contenida en una estructura de violencia y una política que no solo no atendió a todas las sensibilidades de la época, sino que reprodujo herramientas de control y dominación para distintas corporeidades”.
Hay un fondo de culpa, de sordidez y depravación en los poemas, pero también hay un humor vitriólico –un puñado de versos sarcásticos sobre el orgullo catalán–, hay compasión y ternura y un acerado sentido de la belleza. Maldito, místico y noctámbulo. Es patente la influencia de Rimbaud o de Burroughs. Algunas de estas canciones de amor y droga, para el traductor muy representativas de “la tradición homoerótica catalana”, recuerdan a los poemas de Pasolini sobre la salvaje sexualidad de los muchachos de la periferia romana: “Cada uno, encerrado en el calor del sexo, vive, entre gente abandonada, el más verdadero de los cinismos y la más verdadera de las pasiones; viven para el violento negarse y para el violento darse; pasión clara en su misterio, porque pura y corrompida…”.
“Yo veo a Sales en la misma onda o situación vital que Leopoldo María Panero, Eduardo Haro Ibars o Pau Riba”, reflexiona su traductor, “toda esta gente que venía de familias acomodadas con una ideología muy concreta. Ellos se rebelan contra todo eso y caen en la drogadicción y experimentan con temas que entonces eran tabú, como la homosexualidad, y las plasman literariamente. No son solo yonquis, que es la imagen que queda de ellos”.
Sales y los demás, sus cuerpos apartados y proscritos, sirvieron de laboratorio de pruebas para la crueldad moralista de su época. Psiquiatras, terapias y nuevos fármacos para curar su desviación. El propio Sales, como aparece recogido en sus diarios y en el documental Pepe Sales: pobres, pobres, participó en un tratamiento experimental que testaba un medicamento contra la adicción a la heroína. El músico y escritor Martí Sales, sobrino de nuestro artista, contaba en una entrevista para Cáñamo que su tío había sido “una figura muy conflictiva en la familia. Era la oveja negra. Durante los ochenta, las familias no entendían nada del mundo de las drogas. No sabían lo que era una adicción. Era la primera vez que la sociedad veía una generación enganchada”.
El temible síndrome de abstinencia del heroinómano sobrevuela muchos de los poemas. Su “Cristo de las farmacias” –busquen en YouTube la desgarradora versión musical cantada por el propio Sales– es uno de los más conocidos: “Soy yo, Señor/Santo Cristo de las Farmacias/dígale al boticario/que tenga el detalle/de darme la medicina/o quitar la cruz de la calle”. Piensa Sergio Fernández que este recurso a la imaginería cristiana era para Sales, al mismo tiempo, “una rebelión contra lo establecido y una identificación con ese sufrimiento del Cristo con las llagas y la delgadez que va suplicando”.
En 1989 le diagnostican VIH y ese mismo año, en la casa familiar en Vallclara, escribe: “Quiero morir bajo tus vides/Viña La Sort que me hagan vino/y en un buen lagar quedarme por fin”. Pepe Sales murió el 11 de junio de 1994, apenas tres semanas antes de cumplir 40 años.