A John Gotti le apodaban “el Don Teflón” porque la fiscalía estadounidense le intentó encarcelar en tres ocasiones y en todas ellas fracasó; las acusaciones en su contra le resbalaban. Gotti fue el capo de la familia Gambino, en Nueva York, y se convirtió en el padrino de la mafia estadounidense durante la década de los ochenta. A diferencia de sus predecesores –y de la mayoría de las personas en su gremio–, tenía un perfil increíblemente mediático y no le importaba salir en la prensa o ser retratado por el FBI reuniéndose con otros capos de la mafia. Sus detractores le acusan de que este histrionismo fue responsable de haberse cargado a la mafia.
Gotti nació en el Bronx en 1940 en una familia de origen napolitano y humilde. Fue el quinto de trece hijos; su padre trabajaba como jornalero, sin empleo fijo, y la familia se mudaba frecuentemente hasta que se instalaron en Brooklyn, cerca del aeropuerto JFK. En la zona a la que se mudaron había una pandilla, los Fulton-Rockaway Boys, a la que tanto John como sus hermanos se unieron (de hecho, cuatro de sus hermanos también se convirtieron en mafiosos años más tarde). Con catorce años, Gotti intentó robar una hormigonera, pero le cayó en un pie al intentar moverla y le destrozó los dedos. Nunca se recuperó y cojeó durante el resto de su vida.
A los dieciséis años dejó los estudios y empezó a hacer recados para Carmine Fatico, un jefe de la familia Gambino. Durante los siguientes ocho años le detuvieron nueve veces por robo de autos, peleas y atracos de camiones. Muchos de estos crímenes los cometía con Angelo Ruggiero, sobrino de un alto jefe de la mafia –Aniello Dellacroce, quien se convertiría en su mentor con los Gambino–. Con veintiocho años, Gotti fue detenido junto a su hermano Gene y Ruggiero por asaltar camiones del aeropuerto Kennedy. Se declararon culpables y les sentenciaron a cuatro años de prisión.
Al salir de la cárcel, Gotti volvió a trabajar con Fatico y se dedicó a supervisar las apuestas de la familia en Queens. Con su violento carácter se ganó el aprecio de su jefe. A Fatico lo detuvieron a los pocos meses y nombró a Gotti como su “sucesor interino”, un cargo que mantuvo durante un año. En 1973, Gotti asesinó a James McBartney, un gánster rival que había asesinado al sobrino de Carlo Gambino. La familia puso a su disposición a uno de los abogados más prestigiosos de Manhattan, quien logró que solo le condenaran a cuatro años por el homicidio. Fue un encierro placentero, pues también sobornaron a los guardias, quienes a menudo permitían a Gotti salir de la cárcel para ir a comer a restaurantes de Nueva York o a visitar a su esposa e hijos en su casa de Queens.
En 1976, mientras Gotti seguía preso, murió Carlo Gambino. Paul Castellano fue nombrado como el nuevo jefe de la familia y Dellacroce, su mano derecha. Cuando Gotti salió de la cárcel le nombraron capo y le pusieron a cargo de una de las veintitrés facciones que tenían los Gambino. Gotti vivió con relativa tranquilidad durante los siguientes años, lejos del radar de la policía, hasta 1985, cuando el FBI acusó a su hermano Gene y a Angelo Ruggiero por traficar con heroína. El jefe de la familia, Paul Castellano, prohibía a sus hombres trapichear, pues pensaba que eso atraería a las autoridades. La pena para quien lo transgredía era la muerte, y como tanto su hermano como Ruggiero le reportaban a él, Gotti temía por su vida.
Don Dandy
Gotti decidió actuar antes y mandó asesinar a Castellano el 16 de diciembre de 1985. El jefe de la mafia había acudido a una reunión al restaurante Sparks Steak House de Manhattan y, al llegar y aparcar el coche, tres sicarios le asesinaron a tiros junto al subjefe de la familia, Thomas Bilotti. Gotti presenció todo desde un auto que estaba frente al restaurante y, al marcharse, pasó junto a los cadáveres para asegurarse de que estaban muertos; una de las múltiples normas de la mafia es que no se puede asesinar a un capo sin el permiso de la Comisión, el nombre que tenía el grupo de las cinco familias neoyorquinas que decidían los destinos del crimen organizado. Gotti no contaba con el aval de nadie y era evidente que él había ideado el asesinato. A pesar de ello, fue nombrado jefe de la familia Gambino, la más poderosa de la mafia estadounidense, con unos ingresos anuales estimados en quinientos millones de dólares.
"Una de las primeras decisiones que tomó Gotti fue la de instalar una silla de peluquero en las oficinas que tenía en el Bergin Hunt and Fish Club, en Queens. Todos los días, antes de iniciar su jornada, venía un peluquero a cortarle el pelo, lavarlo y peinarlo"
Una de las primeras decisiones que tomó Gotti fue la de instalar una silla de peluquero en las oficinas que tenía en el Bergin Hunt and Fish Club, en Queens. Todos los días, antes de iniciar su jornada, venía un peluquero a cortarle el pelo, lavarlo y peinarlo. También renovó su armario: mandaba traer un sastre que le confeccionaba trajes a medida por valor de dos mil dólares. Así se ganó el mote de Draper Don (‘Don Dandy’), que le acompañaría toda sus vida –junto al de Don Teflón–. Su primer juicio, una vez nombrado capo, vino a los pocos meses: en 1984 dejó aparcado su coche en doble fila obstruyendo el paso de Romual Piecyk, un hombre que se ganaba la vida reparando neveras. Gotti le dio una paliza y le robó trescientos dólares, y su víctima fue a la policía sin saber que dos años después, al celebrarse el juicio, Gotti era el jefe de la mafia. Piecyk fue amenazado por los hombres de Gotti y, ante el juez, dijo que no se acordaba de quién le había agredido, por lo que el caso se cayó.
Unos meses después, en agosto de 1986, Gotti tuvo que enfrentar un segundo juicio por pertenencia a un grupo de crimen organizado. El caso parecía sólido: la fiscalía tenía grabaciones que habían realizado en las oficinas de Gotti y que le comprometían. Sin embargo, fue absuelto; tiempo después se supo que Gotti había pagado sesenta mil dólares a uno de los jurados. En 1990 le volvieron a acusar del asesinato de un sindicalista y Gotti, nuevamente, sobornó a un miembro del jurado y salió libre. Estas dos derrotas supusieron una humillación para las autoridades estadounidenses en su lucha contra el crimen organizado.
El FBI puso en marcha una operación para detenerle. Para ello colocaron micrófonos en el Ravenite Social Club, en Little Italy, su otro centro de operaciones, y armaron un caso sólido en su contra. Para su cuarto juicio, los jurados fueron aislados mientras duró el proceso y, además, consiguieron que su subjefe Sammy “el Toro” Gravano testificara en su contra. En este cuarto proceso, el Don Teflón fue finalmente condenado a cadena perpetua. Las autoridades le mantuvieron en régimen de aislamiento entre su condena, en 1992, y el año 2000. Poco después enfermó de un cáncer de garganta, que finalmente le mató en junio del 2002, a los sesenta y un años.
Reality Gánsters
Dos años después de la muerte de Gotti, el canal de televisión A&E estrenó el realityshow Growing up Gotti (‘Crecer siendo un Gotti’). El programa seguía las aventuras de la hija de Gotti Victoria y sus tres hijos. Victoria se hizo novia de Carmine Agnello, un mafioso de la familia Gambino, quien la golpeaba (de hecho, en 1979, John Gotti y sus secuaces le dieron una paliza con un bate de béisbol y le dispararon en una nalga). Aun así, se casaron en 1984 y tuvieron tres hijos. Victoria Gotti hizo una carrera como periodista en Fox News y como columnista en el New York Post. También escribió cuatro novelas de misterio, que se vendieron bien, además de unas memorias tituladas Mi familia: cómo fue crecer siendo un Gotti.
Gotti se divorció de su marido en el 2003, un año antes de empezar a grabar el reality show, que se rodó en la mansión de Nueva Jersey que Agnello le tuvo que dar como parte de su divorcio. La mansión fue embargada por la fiscalía estadounidense en el 2016, producto de una investigación por fraude fiscal contra los tres hijos de Gotti. El programa tuvo tres temporadas, en las que los herederos de John Gotti figuran como niños mimados, con tupés de fantasía y con una madre controladora que haría las delicias de un psicoanalista.