Después del éxito casi indiscutible de HBO Max con la serie que adapta el videojuego The Last of Us, nos toca hacer un pequeño repaso por algunas adaptaciones del videojuego a la pantalla del cinematógrafo.
En este artículo nos preguntamos si el camino que se ha recorrido desde los desastres de los años dos mil y anteriores, como el Mario Bros. de Bob Hopkins, ya han pasado a mejor vida. ¿Nos adentramos en una época en la que las grandes productoras de cine han apostado por las adaptaciones de calidad? Hambrientas de propiedades intelectuales que les proporcionen pingues beneficios de por vida, las compañías que no tienen derechos de explotación de superhéroes están invirtiendo en valores de producción elevados para en un género que nunca ha acabado de funcionar, como es este de las adaptaciones del videojuego a la pantalla de cine. Vamos a ver qué está pasando.
‘The Last of Us’ y ‘Dragones y Mazmorras’
¿La edad de las adaptaciones dignas?
No vamos a revisar The Last of Us o su continuación porque ya lo hemos hecho demasiadas veces en estas mismas páginas. Solo decir que este videojuego es uno de los pináculos contemporáneos del medio. Pueden gustar más o menos sus ínfulas de madurez, así como las de tratar de ser más una película que un videojuego, pero es indiscutible la larga sombra que ha proyectado en el medio como sinónimo de excelencia. La adaptación, llevada adelante por Craig Mazin (Chernobyl) y Neil Drukmann (uno de los directores del juego The Last of Us), ha sorprendido por su tono pausado, evitar los excesos y, pese a trabajar con un género demasiado explotado a estas alturas, saber centrarse en detalles que habitualmente no son tomados en consideración en las aventuras postapocalípticas. En este sentido, se parece más a Station Eleven –otra serie de HBO que explora similares caminos– que The Walking Dead, lo cual se agradece. Destaca también que sea tan parecida al videojuego. Esto no era demasiado complicado porque el videojuego, al menos la parte de las cinemáticas, ya era lo más parecido a una película, lo que facilitaba bastante la traducción entre medios. El ser demasiado fiel le ha pesado un poco, en tanto que los que hayan jugado al videojuego no van a encontrar demasiado que se salga del camino. Sin embargo, los añadidos han sido, desde nuestra perspectiva, lo más celebrado del show, como la historia de Bill o algunos personajes que en el videojuego estaban al fondo o ni siquiera existían. Pedro Pascal, que se ha especializado en papeles de señor que lleva a niños de un punto a otro, está excelente como Joel y Bella Ramsey es la mejor Ellie que se puede uno imaginar que no sea la Ellie del videojuego. Una serie que vale tanto para el fan como para el que no tenía ni idea del potencial de esta franquicia.
The Last of Us forma parte de una nueva hornada de productos basados en videojuegos que se esfuerzan por ser fieles a la obra original pero a la vez ser un producto sólido de cine. Como hemos mencionado, las relaciones entre medios no suelen ser muy eficaces y el videojuego siempre suele estar varios puntos por encima. El deseo de adaptar videojuegos no viene de que haya grandísimas historias en este medio que sea necesario trasladar a otro formato, sino porque todas las productoras están buscando franquicias sólidas que les permitan tener su propio Marvel Cinematic Universe. Es decir, un pozo de agua fresca de propiedad intelectual que les dé un chute de beneficios histriónicos.
En este sentido, se han producido en estos años (y se están produciendo) algunos títulos que se alejan del tono de las primeras adaptaciones al videojuego a la pantalla de cine, o bien se ciñen más a lo que es propiamente una adaptación y no una “lectura libre”, por decirlo de manera suave. Es decir, ya no estamos en los tiempos del Super Mario Bros. de Jankel y Morton (1993), protagonizada por John Leguizamo y Bob Hoskins, sino en los del Super Mario Bros. de animación con Chris Pratt poniendo la voz a Mario, en donde (pese a Pratt) se trata de que la película no sea un complemento transmedia para vender el juego, sino que sirva como producto por derecho propio que genere más ingresos tanto a Nintendo como a aquellos que tengan los derechos de explotación del producto.
Del mismo modo, Dungeons & Dragons: Honor Among Thieves (2023), que a la hora de escribir esto aún no se ha estrenado, pero que recibe críticas en general bastante positivas, pretende atraer al público mainstream de un juego de rol que, pese a su longevidad, es en estos últimos años cuando se ha convertido en un objeto abrazado por la cultura popular menos nerd. Nada que ver con las diferentes adaptaciones anteriores, no tanto de los videojuegos, pero sí de los juegos de rol de mesa, como la serie (nostálgica) de animación de Dragones y Mazmorras o la nefasta película Dungeons & Dragons del año 2000. Dado que Critical Role, el canal de Twitch que se dedica a jugar al sistema de rol de D&D y es el que más ingresos genera, y dado también que Wizard of the Coast, propietarios de la franquicia de D&D, necesita fidelizar a toda esta cantidad de gente que se ha subido al carro de los juegos de rol en los últimos años, tiene que poner sus huevos en todos los medios habidos y por haber. D&D pegó un estirón comercial nunca visto gracias a su quinta edición, la publicidad indirecta recibida por la serie de Netflix Stranger Things y, sobre todo, la necesidad de cubrir horas y horas y horas de streaming en plataformas como YouTube y Twitch, algo que engancha bien con las sesiones de rol, cuya duración no suele ser menor de dos horas y media. Sea como sea, D&D: Honor Among Thieves no adapta un videojuego; en todo caso, los videojuegos han licenciado el D&D para pasarlos al ordenador. La lista de productos relacionados es demasiado amplia para cubrirla aquí. Necesitaríamos, al menos, un especial, que igual no merece. Entre los favoritos de los fans encontramos los dos Baldur’s Gate, que probablemente sean los mejores juegos que se han hecho de D&D, junto a Neverwinter Nights. Nota para el friki: somos conscientes de que no son juegos de D&D propiamente dichos, sino de AD&D (Advance Dungeons & Dragons, la segunda edición). Es relevante esta información dentro del nicho de estos productos porque estos juegos aún tienen que tragar con las malísimas reglas del sistema AD&D, y porque son las licencias de TSR (la otrora propietaria del sistema de juego). En fin, nos llevaría muy lejos señalar la importancia que ha tenido D&D para los videojuegos, como que muchos de los primeros videojuegos son adaptaciones no oficiales de estos mundos genéricos de espada y brujería. Lo que resulta sorprendente es que casi cincuenta años después de la salida del primer D&D aún estemos hablando de ello, goce de una comunidad relativamente fuerte que mantiene con vida al juego y, pese a todos los tropiezos de Wizard of the Coast con este juego (que son muchos, y los que le quedan), aun así, es ahora mismo el momento en que Dragones y Mazmorras está más vivo que nunca. Además, la película les ha funcionado. ¿Quién lo iba a decir?
Pero ha habido más adaptaciones dignas, como la de Sonic, Detective Pikachu y Uncharted. Es cierto que Uncharted (y las otras) no es la mejor película del mundo (no, no lo es ni de lejos), pero al menos intenta que sus valores de producción estén a la altura del producto que trata de adaptar. No es el caso, tal vez, de la serie de Halo, mucho más genérica y pobretona para la fantasía épica que pretende reflejar. La que sí ha contado con una aceptación razonable entre el fandom (aunque a nosotros no nos guste y se haya cancelado) fue la de The Witcher. Un videojuego muy querido por los fans de CD Project Red y una serie simpática producida por Netflix que asentó todo su carisma en Henry Cavil, que ha sido el primero en salir por la puerta aparentemente por desavenencias entre la productora y el actor a cuenta de la minuta que él quería para la tercera temporada.
Por último, y aunque no sea una adaptación, se estrenó en Apple TV Tetris (Jon S. Bard, 2023), que es la adaptación de la novela sobre cómo el videojuego Tetris pasó el telón de acero. Una historia bastante emocionante sobre cómo el sistema de producción soviético quitó todo derecho de explotación del Tetris a su autor, Alekséi Pázhitnov, y cómo Nintendo aprovechó la jugada para servirse de este producto para vender la consola Game Boy, gracias a un extraño juego entre la CIA y los antiguos servicios secretos soviéticos. El caso es que Tetris es un juego libre de derechos, posiblemente el más conocido y vendido, incluso más que Pac-Man o Mario Bros., pero del que el autor no vio un duro debido a este juego de espionaje. El asunto es que es una historia fascinante para una película mediocre. Sin embargo, esto puede abrirle la puerta a otros proyectos sobre entrepeneurs del videojuego, que encaja muy bien con el género hagiográfico cinematográfico que pretende elevar las virtudes de la cultura de Silicon Valley o de estos capitalistas de lo digital al de santos del cambio de paradigma. Se intentó con una mediocre Masters of Doom (2019), adaptación homónima del libro que cuenta el desarrollo del Doom, el videojuego más importante de la década de los noventa, y la rivalidad entre John Carmack, el diseñador del motor revolucionario de Doom, y John Romero, el creativo que aportó todo lo que tiene que ver con diseño de niveles y jugabilidad (por hacer un resumen que hace poca justicia al asunto). Un film mediocre, pero que parece revelar cierta tendencia. ¿Veremos vidas de nuevos santos como la de Bill Wright, el creador de The Sims, o de Hideo Kojima en los próximos años? El tiempo dirá.
En resumen, bien o mal, gusten más o menos, parece que el nivel ha subido. Comparemos esto con el pasado oscuro.
Aquellos maravillosos fracasos
Cuando Uwe Boll era el rey
Hubo un momento en la década del dos mil, cuando una persona quería hacer de su filmografía una adaptación libre de casi cualquier videojuego… Uwe Boll, el director de origen alemán a cargo de las deliciosas aberraciones cinematográficas cuyo parecido con los videojuegos que adapta son pura coincidencia, representa lo que fueron los (demasiados) intentos fracasados de ofrecer buenas películas que utilizaban como fuente los videojuegos. Aunque esta época se centra fundamentalmente en esa primera década, podemos encontrar la resaca de esa ola en productos como Assassin’s Creed (2016) y Rampage (2018). Películas mediocres en el mejor de los casos o auténticos desastres que a uno le dan ganas de arrancarse los ojos. Y en ese entorno, repetimos, Uwe Boll es el rey. Un tipo que desafió a pelear en un ring a aquellos críticos que revisaran negativamente sus productos (no era una broma, por cierto, hubo pelea).
Aunque Resident Evil (toda la saga), que dirigió y produjo el también terrible Paul W.S. Anderson, no le va a la zaga en eso de “adaptación libre” que cumple poco o nada de lo que el videojuego da, Uwe Boll tiene en su filmografía lo más granado de lo malo lo peor: Postal, En el nombre del rey, House of the Dead, Far Cry y BloodRayne son ejemplos de cómo no dignificar el videojuego mediante el cine (si es que eso es necesario), pero también son una lección magistral de mala dirección. No sabemos si pensar que es un genio por haber encontrado un nicho con el que ganarse la vida y ser recordado o que es un caradura monumental. Nos quedamos con ambas cosas, probablemente.
Es cierto que los videojuegos que adapta, si exceptuamos Far Cry, no contaban con un fandom suficiente como para que el riesgo de comprar los derechos de explotación resultara desastroso si la cosa iba mal, pero, desde luego, mejor lejos, muy lejos. Aun con todo lo dicho, merece la pena asomarse al abismo Uwe Boll y que nos devuelva la mirada.
Entremedias de todo esto, podemos encontrar Tomb Raider (2001), con Angelina Jolie, que es también para echarse a llorar. Sin duda, la nueva versión de Tom Raider (2018) protagonizada por Alicia Vikander es muy superior al intento de traer a la vida humana una Lara Croft que, por apariencia, desafiaba cualquiera de las leyes de la genética humana.
Por ahí también podemos encontrar adaptaciones de Silent Hill (2006) que tienen la simpatía de algún crítico, pero que no acaban de atrapar el ambiente malsano y aterrador de los videojuegos. Incluso se adaptó un juegazo como Prince of Persia: The Sands of Time (2010), con Jake Gyllenhaal. En fin, una película decente que ahora no se haría por esto de la apropiación cultural, black faces y demás. Para acabar, la adaptación de Doom (2005) con un cast que ahora sería muy top (La Roca, Rosamund Pike o Karl Urban), que ¡mira que lo tenían fácil para adaptar una historia de matademonios en entorno futurista!, pues no, fracaso. Es cierto que tiene algo de salero en su último tramo, pero es un desastre enorme.
¿Hemos pasado ese horizonte de sucesos donde todo lo que caía en la órbita de la adaptación del videojuego era tragado por la antimateria de la falta de ganas y creatividad? Puede ser, visto lo que se nos viene y se nos ha venido. Pero, contengamos la emoción, esto está lejos de acabar. Siempre hay margen para ir a peor. Mucho peor.