Se dio la circunstancia de que en el 2023 salieron (que sepamos) dos títulos que han tenido cierto éxito y que sitúan en el mar su escenario de juego. Además, en ambos hay mecánicas similares de pesca, búsqueda de tesoros y monstruos abisales que recuerdan, inevitablemente, a las pesadillas de H.P. Lovecraft. Hace tiempo hicimos ya un número sobre la mar y juegos ambientados en ese entorno que, de un modo u otro, remiten a lecturas psicoanalíticas. Además, la mar, como territorio salvaje e indomable, invita en nuestras mentes el espíritu de la exploración y la aventura, así como un terror atávico, el de ser el desierto inhabitable y hostil para los seres humanos. Estos juegos continúan alimentando la experiencia de la exploración, como no podría ser de otro modo, e igual hay mucha lectura psicoanalítica de fondo, no lo dudamos, pero lo que nos interesa aquí son otros detalles menos relevantes. Ya de paso, recordamos un par de títulos más que merece la pena que no queden en el olvido.
Nos lanzamos a la mar a ver qué encontramos: desde una bota hasta una civilización perdida. Así sí que vale la pena vivir.
Dredge (Black Salt Games, 2023)
Tesoros hundidos y peces feos
Si se nos permite el símil facilón, Dredge es un tesoro para rescatar. La historia de un marino enredado en una trama lovecraftiana, que debe navegar de isla en isla recuperando antigüedades para un ritual, es un título que no debía pasar desapercibido. Por suerte, y gracias a parte de la crítica especializada, Dredge cayó en gracia. Tal vez no sea un título tan pintón como Cult of the Lamb, pero entrega de forma muy eficiente una aventurita corta (si uno va a terminar rápido) con la narrativa suficiente para meternos en harina. Destaca en Dredge su ambientación, que recuerda a Sunless Sea, pero con el foco puesto en ser una experiencia menos gourmet que la obra magna de Failbetter Games. En Dredge, navegar de noche tiene premio: uno puede pescar los peces más caros, pero se arriesga a que tormentas fantasmagóricas le hagan estrellarse, monstruos abisales le destrocen la quilla o sea engullido con los peores males del ser humano: el miedo y la locura.
Mencionamos el tema de los peces porque la mecánica principal de Dredge es la de pescar. También uno saca del fondo del mar reliquias, tesoros y otras cosas que han sido perdidas y olvidadas (y que, oh, ¡mejor dejar olvidadas!). Ganamos dinero, que servirá para mejorar nuestro barco y sus aparejos, lo que nos abre la posibilidad de guardar más pescado, tesoros y materiales, y así tenemos ya montado un loop de juego eficiente. Lo divertido de Dredge es que cuando uno mete la caña no sabe qué bicho le va a salir. ¿Un arenque o un arenque lovecraftiano, con cuatro ojos, dientes como puñales y cara de haber pasado una mala noche? Qué será, será... El pescado lovecraftiano se vende mejor en las lonjas de los diferentes puertos donde atracaremos, no cabe duda. Es un detalle que podría parecer menor si no fuera porque genera el suficiente estado de inquietud como para comprar la idea de que nos estamos metiendo en un mundo ficticio donde las cosas no son lo que parecen. Entremedias, visitaremos islas volcánicas, navegaremos mares tropicales, acompañaremos a los delfines y grupos de pirañas hambrientas querrán dejarnos en los huesos. Dredge igual no es magistral, pero entrega el suficiente placer no culpable con un grado de integridad del que estamos poco acostumbrados. No pretende ser más de lo que uno juega, lo cual es notable dados los tiempos que vivimos. ¿Uno de los títulos del 2023? Para nosotros, sí.
¿A quién no le puede gustar esto? El tema y el tempo del juego harán que más de uno considere que Dredge es una tomadura de pelo. En lo mecánico, que tengamos que estar con un micromanejo constante del inventario del barco (algo que a nosotros nos encanta) puede sacar del juego a las personas que no quieren trabajar cuando están jugado; cosa bastante compresible, por otro lado. Si no estás entre estos colectivos, Dredge es un proyecto muy interesante que pone sus cimientos más que en sus mecánicas en una atmosfera trabajada en la que la sensación de incomodidad y amenaza son las piezas que engrasan este barco.
Dave the Diver (Nexon, 2023)
Indie parece, triple A es
Uno de los juegos más destacados del 2023 fue este simulador de tienda de sushi que es Dave the Diver. Entre plato y plato, Dave debe ir hasta una mágica porción del océano que cambia misteriosamente después de cada zambullida. Allí tendrá que pescar la mejor merca para ofrecer el pescado de mayor calidad y, así, mejorar la tienda de sushi. No está solo. Cuenta con un grupo de amigos que le sirven como ayudantes en el restaurante, así como la clásica tienda de mejoras, como el colega que le proporciona armas para pescar (¿pegarle un tiro a un tiburón no debería llamarse cazar?) a los peces. Cuanto más desciendes, mayores oportunidades y peligros. Uno se encuentra con terribles jefazos y ruinas de las que podremos expoliar algún que otro artefacto.
Dada esta curiosa coincidencia de títulos que tienen su escenario situado en el mar y en la pesca, se anunció durante los Game Awards un cruce entre Dredge y Dave the Diver. Y es que, pese a las grandes diferencias, también hay ciertas ideas comunes, como el gusto por la exploración y las aberraciones marinas. Últimamente, estos cruces son cada vez más comunes en el mundo de los videojuegos, gracias al modelo de negocio de Fornite, en el que cada dos por tres se pasean personajes de diferentes franquicias. Pero, en este caso, igual es un cruce simpático. En cualquiera de los casos, Dave the Diver es un título simpático, entretenido, cuya narrativa gana con el tiempo, sin dejar de ser lo que uno puede ver desde el primer minuto. Los personajes crecen y descubrimos más aristas en su personalidad en un juego que, lejos de venir aquí a mostrarnos el lado oscuro de la humanidad, trata con ligereza asuntos que, de otro modo, podrían ser un drama de sobremesa.
El problema de Dave the Diver, si es que lo podemos llamar así, es que ha estado presente en bastantes listas y premios entre lo mejor del año como independiente. Esto ha generado una (merecida) polémica, porque Dave the Diver tiene de independiente lo que nosotros de curas. No es un juego milagro hecho por una desarrolladora pequeña que se hizo famoso de la noche a la mañana por su calidad, típico relato del neocapitalismo del que hemos sido testigos hace poco con la lista de lo “más escuchado” de Spotify. Tampoco es independiente en cuanto a presupuesto: aunque se haya elegido una estética pixel-art, estamos hablando de un juego que está financiado por el Embracer Group, el holding sueco que tiene entre sus empresas a Crystal Dynamics o Gearbox. Cualquiera que juegue un rato a Dave the Diver siente el dinero que se ha puesto para que eso luzca como luce. Pero tampoco es que sea independiente de espíritu, por así decirlo. Sí, es cierto que la temática no es la del nuevo Call of Duty, o que no acabe de alinearse con ciertas propuestas dominantes del mercado actual (como el extraction shooter), pero eso no le cualifica como independiente por su temática. Está muy en la línea de otros juegos con un aspecto más familiar, destinado a una sensibilidad que es, probablemente, la mayoritaria ahora mismo en el mercado. Esto puede gustar tanto al fan de Stardew Valley (que sí, muy bonito, pero es una fábula del turbocapitalismo que ya le hubiera gustado a las películas de héroes populares de los años ochenta), como al de Cult of the Lamb, pero desarrollado desde una multinacional. Tanto la microgestión de los componentes del juego, como el cuidado y crecimiento del bar, así como la dedicación casi de trabajo de la parte central de mecánicas de juego, lo emparentan con toda una tradición que, pese a las zambullidas, no se moja con ideología alguna, pese a que su sistema de juego remita, precisamente, a la maquinaria de fabricar dinero como sinónimo de éxito. Más allá de esto, a Dave the Diver hay que celebrarlo, siendo conscientes de que no es el unicornio inspirador para los nuevos diseñadores de juegos. No, Dave the Diver es un videojuego de multinacional.
Sunless Sea (Failbetter, 2015)
Saqueamos, exploramos y hay bichos bajo el agua
Sunless Sea es un inclasificable juego del que ya hemos hablado en un par de ocasiones. No hace falta señalar, de nuevo, lo que nos emociona: es probablemente uno de los videojuegos que estarían en un hipotético top 10 de los mejores juegos de la historia. Pero así como sucede con las obras de culto en otros espacios artísticos, Sunless Sea no es plato para cualquier paladar. No es que el nuestro sea más exquisito, es que nos podemos tragar todo lo que Failbetter nos puso delante, y desde la primera cucharada estábamos entregados a la desbordante imaginación de esta obra maestra.
Decíamos que es inclasificable. Bueno, siempre se le pueden poner etiquetas: es un RPG, rogue-lite de exploración de mundo abierto con elementos de horror de supervivencia. ¿Esto dice poco? Puede ser. Para nosotros es un juego de exploración con una fuerte carga narrativa. Somos un capitán de barco del Unterzee (ya llegamos a esto) que dedica su tiempo a cumplir uno de los objetivos que el jugador se ha propuesto: fama, gloria, encontrar los restos de su padre, etc.; hay unos cuantos. Mientras tanto, iremos conociendo todas las pequeñas y grandes historias del fascinante mundo creado por Failbetter, el del “Londres caído”, y su mar subterráneo, lleno de excentricidades y monstruos abisales. Aunque la sombra de H.P. Lovecraft es poderosa, también lo es la del humor absurdo, que mezcla excelente. Porque, en efecto, la historia es delirante: durante el final del siglo xix, la reina Victoria tiene que pactar con unos demonios la salvación del Imperio. A cambio, estos demonios se van a quedar con Londres. Y esto es lo que pasa: un millar de murciélagos secuestran Londres y lo entierran en lo más profundo del Unterzee (algo así como el “mar subterráneo”). El juego de navegador Fallen London, en activo desde hace más de quince años, sigue las aventuras de los habitantes del Londres caído, mientras que Sunless Sea se centra en el mar subterráneo y los zailors que quieren navegarlo. En fin, podríamos estar años dando jabón a este juego de lo que nos gusta. Si os interesa el mar, las buenas historias y tenéis un nivel de inglés suficiente (no se ha traducido), no dejéis que se escape.
Spiritfarer (Thunder Lotus, 2020)
Los muertos cuquis
Así como en los otros títulos aquí expuestos se pesca, se buscan tesoros y se recorre la basta mar entre archipiélagos sandungueros, Spiritfarer hace todo eso y, además, debemos ser la persona encargada de llevar a las almas hasta el portal que les transportará al otro mundo.
Caronte se jubila. La deidad que transporta en su barca a los recién muertos al otro lado decide dejarle el puesto a una Stella y a su gato Daffodil, sin duda un cambio de tono en el tránsito a la muerte. Mientras que Caronte se presenta como una figura amenazante, Stella y el gato son como si Kiki’s Delivery Service, de Miyazaki, se hubiera puesto a transportar almas. Esta comparación no es gratuita, no solo se ajusta a ese tipo de sensibilidad, sino que activamente busca ser un juego hermoso tanto en lo visual como en lo que quiere contar. Aquí la muerte es algo melancólico, pero no terrible. De eso se trata, de entender mediante Spiritfarer que esta es una parte más de la existencia y que para aquellos a los que les toca pasarla (todos, tarde o temprano) lo mejor sería que el tránsito fuera lo más llevadero posible. Si alguien es seguidor de Sandman, el cómic de Neil Gaiman, sabrá que uno de los aciertos fue el de personificar a la muerte como una muchacha con un montón de dones, entre los cuales estaban la simpatía, la empatía y el cuidado, aunque también cierta inflexibilidad. En fin, es la muerte, ¿qué esperabais? Poder negociar una huida.
En Spiritfarer tendremos que gestionar nuestro propio barco de Caronte, navegar por el archipiélago de los muertos y mejorar nuestras infraestructuras para poder acoger a estos espíritus que quieren ir al otro lado. La intención no es hacer dinero a su costa, aunque algo nos llevamos, sino que sean felices. Y todo el juego va orientado en esa dirección: la amabilidad, la empatía y el amor. ¿Es cursi? Sí. Pero, a según qué tipo de jugador, este juego les va a hacer un clic importante y entrarán sin dudarlo hasta el final. A nosotros, pese a su desesperado intento por ser cuqui, nos ha llegado.
Spiritfarer es muy bonito. Hay que destacar esto como un valor porque el videojuego, a veces, exige que el diseño de arte entre por los ojos, que apabulle la sensibilidad del jugador. No es solo que el diseño de personajes o localizaciones abuse de unos colores vivos, hermosos, sino que hay un especial cuidado con las animaciones, que despiertan recuerdos de las mejores escuelas de dibujo animado. En ese sentido, perdón por la comparación manida, no tiene nada que envidiar al Estudio Ghibli (aunque plagie, precisamente, muchos detalles), pero tampoco a otros juegos con un presupuesto mucho mayor. Spiritfarer es elegante y bello, cualidades que son dignísimas. Y no solo para un juego.