Hola. Qué poquito se conoce y se quiere entre nosotros al gran maestro Robert Anton Wilson, conocido universalmente por su acrónimo: RAW. El vocablo inglés raw significa ‘crudo’, pero también ‘puro’, ‘sin mezclar’, y ‘en bruto’, ‘sin refinar’ o ‘sin diluir’, como el whisky; asimismo, según el contexto, puede significar ‘inexperto’ o ‘novato’, inclusive ‘tosco’ o ‘grosero’. También ‘injusto’. Cuando una herida es profunda y quedan los tejidos al aire, eso es raw flesh, o sea, en ‘carne viva’, y duele una barbaridad. Todo lo anterior, así en crudo, era Robert Anton Wilson. Y eso solo para empezar.
Robert Anton Wilson nació en Brooklyn, Nueva York, el 18 de enero de 1932 y dejó su forma tridimensional humana en esta realidad física concreta en Capitola, California, el 11 de enero de 2007, tras haberse presentado poco antes a gobernador de California por el Partido de las Armas y las Drogas. No ganó, pero RAW siguió siendo una persona entrañable, honesta y maravillosa hasta el final de sus días y legó, libremente, los derechos de su amplia e influyente obra a la humanidad. Me jode pensar que RAW está muerto, pero me consuelo encontrándole vivito y coleando en cada página que escribió.
Por encima de todo, RAW era un sabio gracioso, un cachondo mental superlativo, un agudo comediante. Conceptos denostados por la Alta Cultura, una momia que tiene maldita la gracia. La gracia, como el talento o la mata de pelo, se tiene o no se tiene. El maestro RAW tenía muchísima gracia y un talento tendente a infinito, y, sin embargo, tuvo un pelo malo, que le clareó pronto. Era también el maestro RAW un erudito de amplio espectro, un lector compulsivo, un escritor superdotado, el primero y más fino de los filósofos contraculturales y un contactado de sirio. También un místico agnóstico y novelista, ensayista, dramaturgo, poeta, discordiano, libertario, psicólogo cuántico, chamán psiquedélico, sufí, zen, taoísta, ocultista, pedagogo, drogata y enrollao. Por supuesto, RAW fue un adelantado a su tiempo. Lo sigue siendo.
El maestro RAW, por ejemplo, nos enseñó: “Dios siempre quiere más dinero”, o sea que no es de fiar. Otro día escribió, no precisamente en Twitter: “Hace mucho que dejé de avergonzarme de la ideología de mis ídolos artísticos y llegué a la conclusión de que la gente que juzga a un artista por sus ideas es retrasada mental”. Difícil negarlo. En una de sus obras magnas, El martillo cósmico (en fea traducción del original Cosmic Trigger, editado en tres tomos por Ediciones Palmyra en el 2006), hablando de la experiencia psiquedélica, a la que solía llamar la Capilla Peligrosa, decía: “Todo lo que se teme está aguardando con mandíbulas babeantes en la Capilla Peligrosa, pero si uno está armado con la varita mágica de la Intuición, el cáliz de la Simpatía, la espada de la Razón y el pentáculo del Valor, descubrirá allí el Elixir de la Vida, la Piedra Filosofal, la Verdadera Sabiduría y la Perfecta Felicidad”. Bonito, ¿verdad?
“Cuestionarlo todo. Ese sigue siendo tu mejor consejo”, dijo de él Alan Moore en el homenaje póstumo a RAW en Londres. El consejo había sido exactamente este: “Nunca crea usted totalmente en el sistema de creencias de otra persona y, sobre todo, nunca crea usted totalmente en su propio sistema de creencias”. Su fe más duradera fue la poetisa Arlen Riley, con la que compartió cuarenta años de felicidad y también algunas heridas de las que nunca cierran, como el asesinato de su hija adolescente Luna. Arlen Riley, que dejó de respirar en 1999, fue, según su enamorado: “Una Santa, una Diosa y un Milagro andante. He sido muy, muy afortunado”.
Menos, mucho menos afortunados hemos sido sus lectores en castellano. De sus casi cuarenta libros, nos hemos tenido que conformar –además de con El martillo cósmico– con su impresionante novela Las máscaras de los illuminati (Miraguano, 1990) y con el primer volumen de su brutal trilogía Crónicas históricas de los illuminati (Poliedro, 2006). Hace poco se publicó su seminal y pionera ¡Illuminatus! (Orciny Press, 2021), que escribió a pachas con Robert Shea ¡en 1975! Leído hoy (gracias a una traducción colectiva en línea) ha perdido su gracia, superada por la implacabilidad del Tiempo. ¡Fnord!
Para el que quiera profundizar un poquito en RAW, ahí está la interné, por la que sigue navegando su obligada página oficial: rawilson.com. En el YouTube está disponible Maybe logic (¡cuñao!), un excelso documental sobre su vida y obra. Deberían ponerlo en los colegios. Adiós.