Cójase una botella de Sprite, un bote de jarabe Codeisan, otro bote de Actithiol, caramelos o gominolas, hielos y sírvase todo en un vaso grande. Resultado: “heroína líquida”. Sizzurp, Tsikuni, Lean, Purple Drank… La bebida que es al rap y al trap lo que fue el LSD al hipismo y a la música psicodélica.
Slow Down…
Colocarse con jarabes para la tos es tan antiguo como los propios jarabes para la tos, y la querencia específica hacia estos productos por parte de los músicos se remonta a la época dorada del blues en los años sesenta.
Sin embargo, de ser un compuesto psicoactivo más al que unos u otros artistas podían optar, el Purple Drank pasó a convertirse, a partir de los años noventa, en la droga propia y característica de la escena hip-hopera de Houston y más adelante del sur de Estados Unidos.
En el origen de esta unión está DJ Screw, que, en contra de la tendencia generalizada a hacer un rap acelerado, se dedicó a disminuir los tempos hasta los 60-70 BPM y a aplicar técnicas como el skipping beats, el stop-time, etc., así como a consumir Drank. El resultado es una música más tranquila, que enfatiza notablemente las letras y que transmite y cuadra perfectamente con ese colocón opiáceo que, a fin de cuentas, lo que hace es ralentizar el funcionamiento del sistema nervioso central. De tal manera que la música y la droga se refuerzan y se retroalimentan mutuamente para conseguir un estado mental de tranquilidad, relax, desconexión, embotamiento…
Probando… Probando…
El Purple Drank original se componía de un jarabe para la tos que contenía una mezcla de codeína y prometazina. Esta segunda sustancia es un antihistamínico que, de una parte, elimina los picores asociados al consumo de altas dosis del opiáceo, de otra parte favorece y acelera su asimilación y, por último, provoca somnolencia. Nosotros, al no poder acceder al jarabe original (que, de hecho, pasados los años fue retirado del mercado), lo que hicimos fue comprar un jarabe con codeína, otro con prometazina, y mezclarlo todo con Sprite y gominolas. Estas últimas la única función que tienen es la de aportar más dulzor al preparado, ya de por sí dulce a más no poder.
En cualquier caso, lo cierto es que, por muy dulzarrón que sea, a lo tonto se deja beber y, efectivamente, provoca un evidente colocón, en el que uno se queda tranquilito, relajado, pausado y embotado. Posiblemente haya también a quien le aporte cierta euforia. A mí no.
Aviso para navegantes
Como diría Antonio Escohotado, la codeína es la hermana pobre de la morfina y la heroína. Al ser consumida, aproximadamente un 10% es metabolizada en morfina. Por otra parte, existen grandes variaciones entre una persona y otra en la capacidad para metabolizarla, de modo que hay quien experimenta efectos muy evidentes y hay quien apenas los nota. Sin embargo, no deja de ser un opiáceo, y los opiáceos, queridos amigos, tienen trampa, de tal manera que basta consumirlos el número suficiente de veces para depender de ellos y sufrir un síndrome de abstinencia si se interrumpe el consumo.
Esto es, de hecho, lo que les sucedió a varios raperos norteamericanos que, para su sorpresa, tuvieron que terminar acudiendo a centros de rehabilitación para superar su adicción a la codeína. Otros tuvieron menos suerte y murieron de sobredosis: por la propia codeína, por mezclarla en altas dosis con alcohol o por agravar complicaciones de salud previas como la apnea del sueño.
Más allá de las celebridades raperas he de añadir que conozco personalmente a más de uno (exactamente a dos) que han desarrollado una dependencia implacable a opiáceos de, en principio, bajo potencial recreativo. De modo que cabría concluir que nos encontramos ante una, por así decirlo, “droga casera” (que cualquiera puede encontrar en el botiquín de la abuela) que, a diferencia de muchas otras, es claramente efectiva y que, en consecuencia, a la vez que trae aparejados sus innegables placeres, viene cargada con sus inequívocos riesgos, correspondiendo al consumidor competente y consecuente gestionarlos en su justa medida y no desdeñarlos ni infravalorarlos jamás.