Domina tus plantas
Cosechar en julio es fantástico: los días son larguísimos, el sol intenso y no llueve casi nunca. Pero, salvo que sembremos variedades automáticas, las plantas no estarán maduras hasta septiembre u octubre. ¿O no?
Cosechar en julio es fantástico: los días son larguísimos, el sol intenso y no llueve casi nunca. Pero, salvo que sembremos variedades automáticas, las plantas no estarán maduras hasta septiembre u octubre. ¿O no? Cuando no existían las variedades autoflorecientes, algunos cultivadores de cannabis adelantados a su tiempo decidieron aplicar algunos conceptos del cultivo de interior al exterior y desarrollaron una técnica que permite manipular con exactitud cuándo florecen las plantas, sea cual sea el fotoperiodo natural.
El cultivo de cannabis en exterior suele ser un proceso largo que comienza con la germinación de las semillas en primavera y termina con la cosecha de las plantas en otoño. Muchos cultivadores se encuentran con grandes dificultades para mantener las plantas sanas y cuidadas mientras se van de vacaciones en el mes de agosto. Además, el mal tiempo y las tormentas que llegan con el otoño afectan a la salud de los cogollos, potenciando la aparición de hongos como la botritis, que pueden dañar la cosecha. Con la llegada de las variedades autoflorecientes muchos cultivadores se pudieron liberar del cultivo tradicional, ya que la floración se produce independientemente del fotoperiodo natural y las plantas se cosechan entre dos y tres meses después de la germinación. Sin embargo, existe una técnica para florecer variedades tradicionales como si fueran automáticas, un sistema que permite modificar la fecha de cosecha de las variedades normales no autoflorecientes a nuestra conveniencia: la floración forzada.
La floración y el fotoperiodo
La gran mayoría de las plantas de cannabis, todas salvo las pertenecientes a la subespecie Cannabis sativa var. ruderalis, y las variedades autoflorecientes (que siempre contienen algo de genética ruderalis), son plantas que florecen con días cortos, es decir, comienzan a florecer cuando las noches alcanzan una cierta duración. No todas las variedades requieren las mismas horas de oscuridad para empezar a florecer. En general, las variedades ecuatoriales requieren doce horas y las que tienen su origen en regiones más alejadas del ecuador pueden tener suficiente con once o, incluso, diez horas de oscuridad.
En el cultivo de exterior de toda la vida, la marihuana se planta en primavera y crece mientras los días se van alargando hasta el solsticio de verano, el 21 de junio. Pasado este punto, las noches comienzan a alargarse y las plantas siguen creciendo hasta que alcanzan la duración requerida, momento en que empiezan a florecer. Este momento ocurre en nuestras latitudes del sur de Europa entre mediados de julio y finales de agosto, según cada variedad, y determina cuándo empieza a florecer la planta. La cosecha llega, en la gran mayoría de las variedades, entre siete y doce semanas después. El tiempo de floración de cada variedad es más o menos fijo, por lo que si la planta empieza a florecer un mes antes de lo normal también estará lista para ser cosechada un mes antes.
Obligando a florecer
La técnica para forzar la floración de las plantas es muy sencilla. Consiste en alargar el fotoperiodo natural de manera que reciban noches de doce horas y se pongan a florecer. Las horas extras de oscuridad se pueden tomar de la mañana o de la tarde, por lo que conviene tener en cuenta a qué hora reciben más sol las plantas. Por ejemplo, en un lugar soleado por la mañana conviene ampliar las horas de oscuridad al atardecer, mientras que si el jardín tiene más sol por la tarde es mejor alargar la noche por la mañana.
Hay distintas maneras de manipular el fotoperiodo. La opción más simple cuando se cultiva en macetas es trasladar las plantas cada tarde a una habitación o armario a oscuras y mantenerlas así doce horas antes de volver a sacarlas fuera por la mañana. Es muy fácil y sencillo, pero hay que acordarse cada día de meter y sacar las plantas a la misma hora. No es muy pesado si solo son dos o tres plantas, pero no resulta nada apetecible forzar toda una plantación con este sistema. Una buena idea para facilitar el trabajo es sembrar en maceteros con ruedas que se puedan desplazar fácilmente hasta el lugar donde pasen la noche.
El sistema que se emplea en cultivos grandes y con plantas que crecen directamente en el suelo es sembrarlas en una estructura de invernadero que permita cubrirlas cada día con una lona o plástico que no deje pasar la luz. Con un programador, un pequeño motor y algo de ingenio, no debería resultar muy difícil automatizar el proceso, de manera que el cultivador no necesite estar presente todos los días a la misma hora.
Un tercer sistema, menos utilizado pero que puede ser práctico con plantas de pequeño tamaño, se basa en cubrir las plantas individualmente. Se pueden usar cubos grandes de basura invertidos, macetas gigantes o incluso cajas de cartón (siempre que no llueva).
Crecimiento previo y control del tamaño final
La técnica de forzado se refiere solo a la floración de las plantas, pero, antes de llevarla a cabo, es necesario que las plantas crezcan hasta el tamaño deseado. El crecimiento se puede llevar a cabo en interior o en exterior, decisión que suele depender de cuál sea el fotoperiodo natural en ese momento. En invierno, el fotoperiodo exterior es demasiado corto para el desarrollo vegetativo del cannabis y conviene hacer el crecimiento en interior. En cambio, las plantas que vayan a florecer a partir de mayo y junio sí pueden crecer en exterior siempre que se germinen a partir de finales de marzo o principios de abril. Los días relativamente largos y rápidamente crecientes de principios de primavera mantendrán las jóvenes plantas en crecimiento hasta que el cultivador decida forzar la floración.
En una cosecha de floración forzada se puede controlar perfectamente la altura final de la planta del mismo modo que se hace en un cultivo de interior. Todas las plantas se estiran durante la floración, pero el cultivador puede conseguir la altura final deseada decidiendo en qué momento fuerza la floración.
Con una planta en el suelo dentro de un invernadero se puede esperar a que tenga un gran tamaño para asegurarse una inmensa cosecha, pero con una planta en maceta y en un balcón es mucho mejor forzarla con apenas cincuenta o sesenta centímetros de altura para que sea fácil moverla cada día y no resulte muy visible desde la calle. Dependiendo del tamaño final deseado, del tipo de genética cultivada y de si las plantas se han de mover cada día o no, el cultivador forzará la floración a distintas alturas. Salvo que lleven ruedas en las macetas y se puedan desplazar rodando, no es aconsejable mover plantas muy grandes, pues las ramas tienden a romperse y desgajarse por el peso. Las macetas de más de quince litros pesan demasiado como para cargarlas dos veces al día. En caso de plantas en macetas que se vayan a mover a diario, se recomienda forzar la floración cuando tengan entre cuarenta y ochenta centímetros de altura, pero no más. Si las plantas no se van a mover, el tamaño al que se pongan a florecer solo depende de cuánta altura tenga disponible hasta el techo del invernadero, teniendo en cuenta que es mejor que no lleguen a tocarlo, para evitar que los cogollos se mojen con la humedad condensada.
Bajo el fotoperiodo natural, la floración nunca se desencadena de golpe porque la duración de las noches aumenta de forma progresiva, apenas unos minutos cada día. Sin embargo, al forzar la floración el fotoperiodo cambia bruscamente, como sucede en un cultivo de interior, y las plantas empiezan a florecer en cuestión de días. El cambio repentino del fotoperiodo de crecimiento al de floración hace que las plantas crezcan menos en altura durante las primeras semanas de floración de lo que lo harían con el fotoperiodo natural; un factor que se debe tener en cuenta a la hora de decidir con qué altura se fuerzan a florecer pero que resulta muy útil en cultivos de balcón donde la altura final es determinante.
Utilidad de los otros fotoperiodos
Manipulando el fotoperiodo para lograr que las plantas reciban noches largas no solo se puede obligar a las plantas de cannabis a florecer en el momento que queramos. Además, alargando o reduciendo ligeramente la duración de las noches, se puede incluso acelerar la floración o potenciar la productividad.
El fotoperiodo de floración más habitual entre los cultivadores es 12/12, pero no es el único que se puede usar; la gran mayoría de las variedades más habituales pueden florecer con fotoperiodos entre 14/10 (14 horas de luz y 10 de oscuridad) y 10/14 (10 horas de luz y 14 de oscuridad). ¿Cuándo conviene usar cada uno? En general, más horas de luz y menos de oscuridad se traducen en mayor cosecha y floración más larga, mientras que con la situación inversa –menos horas de luz y más de oscuridad– se logra una floración más rápida pero a costa de una producción menor.
Los fotoperiodos de noches de más de doce horas sirven para cualquier variedad de cannabis, pero con los de noches de menos de doce horas hay que tener cuidado. Aunque la gran mayoría de las variedades más habituales pueden florecer hasta con noches de solo diez horas, para las sativas más ecuatoriales sí se requieren doce horas de oscuridad para empezar a florecer.
Un fotoperiodo que me gusta mucho para forzar plantas es 11/13. Las plantas reciben una hora menos de sol cada día, lo que supone un ocho por ciento menos de tiempo haciendo la fotosíntesis, y esto, sin duda, puede repercutir en que la producción final sea menor. Sin embargo, según mi experiencia, con la intensidad lumínica que las plantas reciben en mayo, junio y julio (que es cuando se suele forzar la floración) la producción prácticamente no se ve afectada, pero la fecha de cosecha se reduce hasta en una semana gracias a la mayor duración de las noches.
Cuidados especiales
Hay que tener mucho cuidado con las condiciones en las que están las plantas por la noche. Es frecuente que si se meten muchas plantas apretadas en un armario o habitación pequeña durante doce horas, la humedad ambiental vaya subiendo a causa de la transpiración. Si no se ventila el lugar, las condiciones excesivamente húmedas pueden favorecer la aparición y proliferación de hongos como la botritis o el oídio. Este riesgo es especialmente acusado durante las últimas semanas de floración, cuando la densidad de los cogollos complica su ventilación. Un ventilador oscilante que mueva el aire alrededor de los cogollos ayuda bastante a evitar problemas. Si oscurecemos un invernadero hay que instalar un extractor que ayude a sacar el aire húmedo y a evitar que la temperatura suba en exceso; no olvidemos que las plantas estarán a oscuras pero en el exterior el sol seguirá brillando y calentando el invernadero.
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