Los presidentes prueban, jamás consumen
Hasta cinco mandatarios en ejercicio han fumado maría pero casi todos lo achacaron a errores de juventud
Justin Trudeau es atractivo y elocuente, dos rasgos muy convenientes para un político. Pero antes de entrar esa fatigosa carrera hizo otras cosas: tatuarse, divertirse, boxear, estudiar carreras de ciencias y de letras, casarse, tener hijos y forjar su imagen de icono sexual. Por eso, ahora que Barack Obama prepara su retirada de la primera línea, el canadiense está llamado a sucederle como el político más carismático del planeta.
Justin Trudeau es atractivo y elocuente, dos rasgos muy convenientes para un político. Pero antes de entrar esa fatigosa carrera hizo otras cosas: tatuarse, divertirse, boxear, estudiar carreras de ciencias y de letras, casarse, tener hijos y forjar su imagen de icono sexual. Por eso, ahora que Barack Obama prepara su retirada de la primera línea, el canadiense está llamado a sucederle como el político más carismático del planeta.
Trudeau también comparte con el estadounidense la naturalidad, virtud que escasea entre los de su oficio, y que le ha llevado, al igual que ya hizo el presidente de Estados Unidos, a reconocer públicamente y sin complejos que conoce en carne propia los efectos de la marihuana.
Lo hizo por una petición del diario The Huffington Post, que quiso conocer la opinión de los políticos canadienses sobre la legalización del cannabis. Trudeau no solo respondió al cuestionario, algo que algunos de sus colegas rechazaron y otros contestaron de mala gana, sino que pidió que le hicieran una entrevista sobre el asunto. Y fue entonces cuando el político liberal explicó su relación con las drogas sin censuras.
Trudeau narró que en la universidad probó varias sustancias, que está seguro de que alguien puso una vez setas alucinógenas en un plato de pasta que se comió siendo estudiante y que nunca le han atraído las drogas duras. También contó que había fumado marihuana pero solo seis o siete veces en su vida y que ya hacía más de tres años que no probaba un canuto. Fue en ese punto de la entrevista donde Trudeau, normalmente abierto y desacomplejado, empezaba a recular. Tenía un motivo de peso para hablar con más cautela que hace unos años: era primer ministro de Canadá.
Errores de juventud
Trudeau, como han hecho otros políticos que han optado por reconocer que han empuñado un porro, puso demasiado ahínco en explicar su relación con la yerba como un capítulo de su vida corto y sin importancia. Por eso prefirió explicar que su empeño en despenalizarla es personal y que está relacionado con la historia de un hermano suyo, ya fallecido, contra el que la policía presentó cargos tras descubrir que llevaba una pequeña cantidad de yerba encima.
Trudeau no ha llegado a hablar de su consumo como un error de juventud, pero es un atenuante al que recurren muchos de sus colegas de profesión, que saben que no todo su electorado entendería que un jefe de Estado vaya puesto, ni siquiera en sus ratos libres. Fue el caso del ministro del interior francés, Manuel Valls, a quien durante una entrevista de televisión le preguntaron si alguna vez había fumado hachís o maría. Claramente desconcertado por la pregunta, contestó así: “Quizá una vez”, dijo como si no recordara. Y quizás para evitar ahondar en el asunto, añadió: “La marihuana es un estupefaciente peligroso, sobre todo si se toma en grandes dosis”, dijo sin citar investigaciones ni estudios. No parecía muy informado, más bien parecía alguien pillado en falta.
A Mauricio Macri, presidente de Argentina, también lo pillaron desprevenido. “¿Fumó porros?”, le preguntó un periodista en plena campaña por la presidencia de su país, a lo que el ex presidente del Club Boca Juniors contestó con un tímido “sí” al que le siguió una coda tan improvisada como paternalista: “Estoy en contra de la despenalización de la marihuana porque considero que el país no está preparado para eso.”
Mejor confesar
Errores de juventud los confiesan a veces sus señorías sin que nadie les pregunte. Así le ocurrió en 2010 el actual presidente de Colombia, José Manuel Santos: “En la época de la universidad fumé marihuana como fumaban casi todos los compañeros de las universidades”, dijo sin que nadie le interrogara sobre el asunto. No fue un ataque de espontaneidad: Santos optaba a la presidencia de su país y alguien debió aconsejarle que lo dijera él antes de que algún colega decidiera usarlo en su contra.
Barack Obama hizo algo parecido. En su biografía, Sueños de mi padre, reconoció que en algún momento de su vida había tomado cocaína. “Probar” es el verbo que todos emplean. Jamás “consumir”. Tampoco Obama, que también habla de que fumó porros de adolescente pero que en cuanto empezó la universidad todo aquello se acabó y se dedicó “a vivir como un monje”.
David Maraniss, biógrafo del aún presidente de los Estados Unidos y periodista ganador de un Pulitzer, da detalles que indican lo contrario. Por ejemplo, que el mandatario no solo probó sino que gozó de la maría mientras fue miembro de la Choom Gang, una pandilla juvenil de Honololú cuyos miembros compartían dos aficiones: el baloncesto y los canutos. Según Maraniss, su método favorito de fumar yerba era el que llaman “absorción total” y que practicaban fumando dentro de coche con las ventanillas cerradas para aprovechar al máximo la sustancia.
Un arma política
Viendo como usan algunos políticos las caladas de sus rivales, no es de extrañar que algunos prefieran protegerse y confesar antes de que nadie les interrogue. Porque las drogas, duras o blandas, siguen siendo un arma política que se usa para perjudicar al adversario. Si no, que le pregunten a David Cameron tras el ataque verbal que recibió en 2015 del diputado Norman Lamb en la Cámara de los Comunes.
Lamb llamó al premier clasista tras explicar sus correrías como universitario de buena familia en las que compró e introdujo marihuana en el exclusivo internado de Eton. Allí el premier fumó y compartió la yerba, hecho que él no ha negado, pero que los partidarios de la legalización ven como una contradicción en un país en el que la posesión sigue siendo delito.
“¿Cuántos miembros de este gobierno han fumado cannabis mientras respaldan esas condenas contra los ciudadanos?”, preguntó el diputado Lamb en un intento de dejar como un hipócrita a David Cameron. Lo consiguió y el tema coleó unos días por los telediarios y las redes, donde el primer ministro británico protagonizó memes y fotomontajes en los que aparecía fumando petas del tamaño de la torre de Londres.
Hubo revuelo, sí, pero la ley sobre posesión no ha cambiado. Quizás porque la hipocresía mancha pero dura poco. Y además, no es un delito.
“Nadie quiere diputados marihuaneros, nadie quiere senadores marihuaneros”, declaró el ex ministro del Gobernación mexicano Fernando Gómez Mont en un foro celebrado en febrero en la Universidad de Ciudad Juárez sobre la legalización de la maría. Nadie los quiere pero los hay. Él mismo fue uno de ellos y por su experiencia, no habrá debates serios sobre el asunto hasta que no se acabe con la hipocresía pero también con la caricatura, mezcla de colgado, inconsciente y pasota, que se hace de quienes como él, fuman maría.
Hay menos mujeres que hombres con poder en la política. Pero entre las que tienen mando, muy pocas han confesado haberse fumado un porro. Un caso claro es el de la todopoderosa Angela Merkel, de la que no se sabe si fumó o fuma, pero que no oculta su objeción a la legalización de la yerba. “En Alemania fuman dos millones de personas. Creo que es demasiada gente”, ha declarado.
Sarah Palin, musa del Tea Party, sí ha confesado haberle dado alguna vez unas caladas a un peta. En Alaska, de donde es originaria, las leyes sobre consumo y posesión han sido históricamente más laxas que en el resto de Estados Unidos. A Palin, sin embargo, no le gustó. Y en cuanto a la legalización, se muestra en contra por el mensaje que enviaría a sus hijos si dijera lo contrario.
“Si no fumé de joven, no voy a empezar ahora.” La frase es de Hillary Clinton que se moja poco con el asunto. Ni siquiera en lo referente a la legalización es clara, pues asegura que antes de tomar una decisión hace falta investigar mucho más sobre los efectos secundarios de la maría.
Tampoco entre las formaciones más progresistas las posturas son más abiertas. Dilma Rousseff, presidenta de Brasil y miembro del Partido de los Trabajadores, ni siquiera sacó el tema en la última campaña electoral. No fue un olvido, fue una elección. La misma por la que ni mentó el aborto. Son asuntos morales que molestan a determinados grupos de electores. Por ejemplo, los religiosos, grupo en el que tanto Rousseff como Clinton tienen un electorado muy numeroso.
Cuando Albert Rivera apareció en la palestra política, allá por 2008, ya confesó haberse fumado algún porro. Lo confirmó hace poco, cuando hacía campaña para las generales que se celebraron el 20 de diciembre de 2015. Pablo Iglesias también lo reconoció pero tanto el líder de Ciudadanos como el de Podemos han hecho lo mismo que los mandamases internacionales: circunscribir su consumo a los años de juventud.
“Yo no fumo porros pero cuando era jovencito, claro”, declaró Iglesias, que tiene 36 años, en el programa de televisión El Hormiguero. Y es que la nueva política, en lo referente a abrir debates sobre las drogas, dista poco de la vieja. Nulos fueron los intentos del director de estas páginas para entrevistar al cabeza de lista de Podemos para que explicara a los lectores de Cáñamo cuál era el programa de su formación sobre estos asuntos.
En el mismo programa de televisión en el que Iglesias recordó sus canutos de chaval, Pedro Sánchez “pasó palabra” cuando le preguntaron si alguna vez se había fumado un porro. Y se puso grave, mucho, para decir que no cree que deba legalizarse ninguna droga. Mariano Rajoy no ha contestado que se sepa a preguntas similares. Lo hizo por él y en nombre del Partido Popular María Dolores de Cospedal cuando supo que Ciudadanos abogaba por abrir un debate sobre la marihuana. Lo hizo la expresidenta de Castilla La Mancha con una profundidad directamente proporcional al interés que les suscita el tema: “La droga es mala y no la queremos legalizar”.