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El último humanista del séptimo arte

Aki Kaurismäki, el último humanista del séptimo arte

En Fallen Leaves, Kaurismäki vuelve a demostrar que la vida y el amor logran abrirse camino, a pesar de las dificultades económicas, políticas y sociales.

Con ‘Fallen Leaves’, el cineasta finlandés Aki Kaurismäki vuelve a demostrar que lo único que se necesita para hacer una obra maestra es una chica y un perro. El amor, en todas sus dimensiones, son la tabla de salvación en su cine, el único asidero para sobrevivir a los envites del capitalismo. 

Puede que Aki Kaurismäki sea el último de los mohicanos de una manera de entender el cine, ya sea por sus historias o por sus formas. Quizá su debut en 1983 adaptando, ni más ni menos, que Crimen y castigo, de Fiodor Dostoievski, pudiera dejar entrever a un cineasta anclado en los clásicos, pero su filmografía desde entonces, incluso cuando se ha acercado a Shakespeare con Hamlet se mete a hombre de negocios (1987), ubicando al atormentado príncipe en un conglomerado empresarial, ha buscado mostrar la vida a ras de suelo, haciendo de las clases populares y de los marginados los verdaderos protagonistas de su narrativa. Cuando se encontraba promocionando Nubes pasajeras (1996), una película sobre una pareja que se queda en el paro y que ha de sobrevivir a una mala racha económica, declaró lo siguiente: “No podía soportar mirarme a mí mismo en el espejo hasta que finalmente hice una película sobre el desempleo”. También su última cinta, Fallen Leaves, presentada en el pasado Festival de Cannes y en salas españolas a partir del próximo 27 de diciembre, vuelve a tomarle el pulso a la vida real para imaginar cómo, a pesar de la tormenta económica, política y social, la vida y el amor logran abrirse camino.

Irónico, cáustico, pero también cómico y tierno, el cine de Kaurismäki no puede desvincularse de una cierta filosofía nórdica de la existencia, ya sea por la parquedad de sus historias o por cómo expresan sus emociones los personajes que las pueblan, de claro gesto bressoniano. Tampoco puede desvincularse de una propuesta visual muy reconocible, repleta de colores vibrantes que evocan los melodramas de Douglas Sirk y de espacios vacíos con las pinturas de Edward Hopper como referente, obra de su colaborador habitual el director de fotografía Timo Salminen, con quien lleva trabajando desde 1983. Por último, el cine de Kaurismäki es también un cine hedonista, que circula por bares, celebra la música rock y, sobre todo, la cinefilia.

Del ‘noir’ a la comedia, siempre con estilo

Aki Kaurismäki, el último humanista del séptimo arte

El Havre (2011) 

 

Cuando se encontraba promocionando Nubes pasajeras (1996), declaró lo siguiente: “No podía soportar mirarme a mí mismo en el espejo hasta que finalmente hice una película sobre el desempleo”

Una de las características de Kaurismäki es la facilidad por la que transita por los diversos géneros cinematográficos sin que las constantes de su cine se vean alteradas. Por ejemplo, Un hombre sin pasado (2002) arranca con un hombre en un hospital, que de repente se despierta con el rostro cubierto por un vendaje. ¿Quién es? ¿Está vivo o está muerto? ¿Es un fantasma o está tratando de escapar de algún peligro?

En El otro lado de la esperanza (2017) ahonda en el problema migratorio que asola a Europa al explicar como si fuera un melodrama de aventuras el periplo de Khaled, un joven sirio que ha llegado a Helsinki de manera ilegal, y su encuentro con Wikhström, un antiguo comercial de ropa que decide apostar su futuro en una partida de póquer. Ya en El Havre (2011) se había fijado en este tema al explicar la historia de un pequeño migrante que acaba encontrando cobijo en la casa de un escritor bohemio, y tanto en una como en otra el finés rehúye de cualquier estilema del cine social para encontrar un tono justo con sus personajes, tierno pero alejado de cualquier condescendencia.

Aki Kaurismäki, el último humanista del séptimo arte

El otro lado de la esperanza (2017)

Estas penúltimas películas forman parte de una nueva trilogía del cineasta, después de una primera dedicada a personajes marginales –Sombras en el paraíso (1986), Ariel (1988) y La chica de la fábrica de cerillas (1990)–, y otra centrada en la Finlandia proletaria –Nubes pasajeras, Un hombre sin pasado y Luces al atardecer. Fallen Leaves, de hecho, podría ser incluida en esta última trilogía, ya que de nuevo incide en los azares vitales de la clase trabajadora. A diferencia de las obras anteriores, sin embargo, se trata de una historia de amor: Ansa (Alma Pöysti), con un contrato basura en un supermercado, conoce en un karaoke a Holappa (Jussi Vatanen), un trabajador de la construcción alcohólico. Su pasión por el cine y el cariño hacia un perro serán los hilos que acabarán uniendo, contra todo pronóstico, a la pareja.

Bares, qué lugares

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Contraté a un asesino a sueldo (1990)

"Los bares ejercen en el cine del finlandés una fuerza gravitatoria única y son escenario de no pocas escenas cómicas y musicales"

¿Existe algún lugar más fotogénico que los bares de las películas de Kaurismäki? Es cierto que los letreros de neón que anuncian esos establecimientos en su cine son más que llamativos, pero los bares ejercen en el cine del finlandés una fuerza gravitatoria única y son escenario de no pocas escenas cómicas y musicales.

La música es, de hecho, otra de las marcas de la casa indisociable de su condición de autor cinematográfico. Lo más cercano a un filme musical que ha hecho es la secuela de su primer éxito internacional Leningrad Cowboys go to America (1989), Leningrad Cowboys Meet Moses (1994), pero en cada una de sus películas encontramos al menos dos o tres actuaciones en directo. En Fallen Leaves la suma de bares y música nos regala dos escenas icónicas. Primero, la puya que le lanza Holappa a su colega cuando éste le propone ir a pasar un buen rato al karaoke. “Los tíos duros no cantan”, le suelta.

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Leningrad Cowboys go to America (1989), una comedia con un grupo de rock finlandés, influido por canciones populares rusas, que acaban triunfando en México.

Segundo, la indispensable actuación en directo que siempre aparece en el cine del finlandés. Así describe Andrew Nestingen la melomanía de Kaurismäki en The Cinema of Aki Kaurismäki: Contrarian Stories (2013): “En el corazón de todas las películas de Aki Kaurismäki, incluidas los filmes primerizos con su hermano Mika, encontramos una actuación musical en directo. Estas actuaciones diegéticas […] incluyen a músicos subestimados, olvidados o pasados por alto, relevantes en el mundo del pop pero obsoletos porque no son comerciales”. En esta ocasión, recupera a la banda Maustetytöt, formada por las hermanas Anna y Kaisa Karjalainen, con un tema cuyo título es para nosotros pobres españoles bastante impronunciable –“Syntynyt suruun ja puettu pettymyksin”–, aunque la canción sea de lo más pegadiza.

Todas las historias del cine

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Imagen de Fallen Leaves, la última película de Aki Kaurismäki, en salas el 27 de diciembre.

Los críticos han señalado que Fallen Leaves podría ser una versión de Luces en la ciudad, de Charles Chaplin, alimentada, a su vez, del cine de Robert Bresson e incluso de ¡Jim Jarmusch!, colega a quien le dedica en este trabajo una de sus mejores bromas. 

Para el amante del séptimo arte, una película de Kaurismäki es sin lugar a duda todo un disfrute, porque el finlandés es una enciclopedia del cine con piernas y sus películas están siempre plagadas de referencias y guiños –de Yasujiro Ozu a Chaplin, Bresson, Jean-Luc Godard o Luis Buñuel-, pero sin ningún tipo de ínfulas arrogantes. Más bien lo contrario, su amor por el cine no solo se ciñe a los autores consagrados por la crítica, sino que en su día hizo de Sylvester Stallone uno de sus antihéroes en el cortometraje paródico Rocky IV (1986).

Aki Kaurismäki, el último humanista del séptimo arte

Nubes pasajeras (1996)

Sea como fuere, unos y otros están en el imaginario de un creador para quien el cine lo es todo. Junto a su hermano Mika Kaurismäki, y con la ayuda de su amigo Peter von Bagh, fallecido en 2014, pusieron en marcha el Midnight Sun Film Festival, un certamen de cinco días de duración durante el solsticio de verano que invita cada edición a cinco nombres destacables del panorama del cine de autor global.

Y no solo eso. Su última aventura le ha llevado a la construcción de una sala en mitad de los bosques de Finlandia, en el pequeño pueblo de Karkkila. Junto al escritor Mila Lätti, el cineasta se ha embarcado en la misión de levantar el Kino Laika, y lo que en su día fue un pueblo siderúrgico, como cuentan en el documental Cinéma Laika (Veljko Vidak, 2023), es ahora un enclave fabril en el que se vuelve a hablar de cine.

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El cineasta con sus perros.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #312

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