Las variedades automáticas tienen un ciclo vital algo distinto de las variedades que florecen con el fotoperiodo. Aunque empiezan la floración enseguida, entre dos y cuatro semanas después de germinar, la verdad es que siguen creciendo mucho durante varias semanas más. En realidad, compaginan crecimiento y floración al menos durante tres o cuatro semanas, y pueden doblar o incluso triplicar su altura en este periodo. El año pasado cultivé distintas variedades autoflorecientes: según los catálogos, el tamaño final de unas variedades tenía que ser mucho mayor que el de otras y, sin embargo, todas medían casi lo mismo cuando empezaron a florecer con apenas veinte días de vida. Se sometieron a un intenso régimen de abonados y en las siguientes semanas unas se estiraron sin parar a la par que engordaban los cogollos, mientras que las otras también brotaron flores continuamente pero se estiraron mucho menos, por lo que acabaron con una menor talla.

Para tener un buen desarrollo, las autoflorecientes deben disponer de toda la gama de nutrientes desde que nacen hasta prácticamente el día de la cosecha. Lo más adecuado es preparar la tierra añadiéndole una buena cantidad de humus de lombriz y algo de guano. De este modo, hay una reserva de nutrientes que la planta puede utilizar desde el primer momento. En las primeras dos semanas se puede abonar solo con fertilizante de crecimiento, pero a partir de ese momento conviene pasar a un abono de floración pero sin reducir demasiado las dosis de nitrógeno. Se puede usar un abono apto para crecimiento y floración o mezclar una parte de abono de crecimiento y otra de abono de floración. En cultivos hidropónicos conviene usar la fórmula de principio de floración. Durante las últimas dos semanas de la floración de las autoflorecientes, se puede eliminar el nitrógeno y fertilizar solo con abono de floración para reducir la cantidad de nutrientes de los tejidos y mejorar el sabor del producto final.