Un grupo de familiares de víctimas entraron al Rancho Izaguirre, en donde presumen que había un campo de entrenamiento del cártel Jalisco Nueva Generación. También era un campo de exterminio, a juzgar por los cientos de zapatos y prendas de ropa que allí encontraron, y porque descubrieron seis fosas comunes repletas de fragmentos de huesos que, previamente, habían sido calcinados.