Llegado de orillas del Támesis a los insalubres cauces del Llobregat y el Besòs, el punk conectó con una necesidad musical y vital, un nihilismo burlón nacido de la podredumbre suburbana, de las ciudades satélite y la desconfianza en el futuro; y frente a ello, la necesidad de estimularse, escupir y gritar.