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Los cannabinoides son drogas muy agradables y poco problemáticas. No están completamente libres de riesgos; ninguna sustancia lo está, ni siquiera el agua, pero si se hace un uso cabal y responsable, la inmensa mayoría de las personas no experimentan ningún problema.
Los cannabinoides se eliminan muy lentamente del cuerpo y pueden llegar a tardar tres semanas en abandonar el organismo. Una de las consecuencias de esta eliminación lenta es que no se produce una fuerte bajada en los niveles en sangre, que es lo que suele precipitar el mono o síndrome de abstinencia. Normalmente, las drogas que más adicción causan son aquellas que más rápidamente se eliminan. La morfina dura en la sangre ocho horas; la heroína, el speed o el alcohol, doce, y la cocaína, cuarenta y ocho, pero el THC puede detectarse en sangre durante más de trescientas treinta horas. La bajada es tan paulatina que el organismo no detecta un descenso brusco.
El enorme descenso en la tolerancia que se produce tras un parón de dos o tres semanas es fantástico: no solo permite reducir las dosis consumidas a la mitad o la tercera parte, además los efectos que se experimentan tras volver a consumir son mucho más intensos. Siempre recomiendo a los consumidores que llevan años sin parar que lo hagan. No solo aporta una gran sensación de control al consumidor, que se da cuenta de que realmente puede no fumar cuando quiera, también permite retomar el consumo con una perspectiva diferente.