Cómo conservar el polen

No es raro que pase lo que te pasa. A veces es difícil que coincida la floración del macho con la de la hembra y, otras veces, el criador no tiene espacio para mantener viva una planta macho mucho tiempo. Por la razón que sea, si hace falta guardar o conservar el polen en buenas condiciones, lo más fácil es hacer lo siguiente. Corta una rama llena de flores macho que se están empezando a abrir y colócala sobre una hoja de papel. Las flores irán desprendiendo el polen, que se acumulará sobre el papel. Una vez recogido conviene limpiarlo de hojitas y restos vegetales antes de guardarlo. A temperatura ambiente, el polen permanece viable solo durante unos días. Cuanto más alta es la temperatura y la humedad relativa, más rápidamente pierde su capacidad polinizadora. Una vez recogido el polen y limpio de restos vegetales se introduce en un sobre, que, a su vez, se mete en un recipiente hermético dentro del cual se habrá puesto un producto secante como el gel de sílice o, en su defecto, sal gruesa o arroz crudo. La idea de guardarlo en sobres es porque el papel respira; si se guardase en bolsitas de plástico, podría fermentar. Mientras se deshidrata el polen se puede guardar el recipiente en la nevera para facilitar la conservación. Pasadas unas doce horas, el polen se habrá deshidratado lo suficiente para almacenarlo definitivamente en el congelador, dentro de un recipiente hermético con algo de desecante. Cuando haga falta usarlo solo hay que sacarlo, esperar a que se descongele y aplicarlo con un pincel sobre los estigmas de las flores. Si se ha deshidratado bien, el polen permanece viable en el congelador durante meses o años, aunque es normal que su capacidad polinizadora se vaya reduciendo lentamente. Descongelado se estropea enseguida, por lo que conviene usarlo rápidamente.