Una de las grandes ventajas del cannabis es que lo aguanta casi todo. Es perfectamente factible hacer lo que dices y acostar la planta sobre el suelo, siempre que lo hagas progresivamente. Yo llamo a esta técnica el método Gulliver, por el protagonista de Los viajes de Gulliver. En una de las historias que le suceden visita Liliput, el país de los diminutos liliputienses, que le hacen prisionero y le atan al suelo por medio de multitud de cuerdas y estacas. Más o menos es lo mismo que se hace con la planta: se trata de ir doblándola progresivamente con la ayuda de varias cuerdas que se atan al tallo y a piquetas clavadas en el suelo. 

Cada día se acortan un poco las cuerdas para lograr que el tallo vaya colocándose paralelo al suelo, casi tocándolo. Es más fácil realizar esta operación antes de que la planta se haga muy grande y el tallo se haya endurecido mucho. Siempre que se haga a lo largo de varios días, el tallo debería aguantar y no quebrase. Además, las ramas se irán redirigiendo hacia arriba en busca de la luz. El resultado final será un tallo horizontal del que salen numerosas ramas de crecimiento más o menos vertical. Si queremos asegurarnos la altura mínima, también se pueden ir doblando y atando las ramas secundarias para que crezcan paralelas al suelo y se mantengan bien bajas. Pararemos de doblar una vez que los cogollos empiecen a engordar, momento en que la planta ya no crece en altura. 

Los cogollos de las plantas cultivadas con esta técnica están tan cerca del suelo que tienen mayor facilidad de desarrollar hongos en climas húmedos, sobre todo si las plantas están rodeadas por más vegetación. Reduciremos el riesgo limpiando la zona de malas hierbas para que no toquen los cogollos. También podemos colocar una cubierta de plástico por encima de la planta (sin tocarla) para protegerla en los días de lluvia y evitar que los cogollos se mojen.