Cultivo en el suelo
Al cannabis le gusta la tierra fértil, suelta, con mucha materia orgánica, profunda, que drene bien pero conserve abundante humedad. Si vas a plantar en el suelo, siempre va bien añadir materia orgánica, pues aumenta la fertilidad, mejora la consistencia del sustrato, estimula el desarrollo de los microorganismos beneficiosos y favorece la absorción de agua evitando el encharcamiento. En general, el estiércol, el compost y el mantillo se pueden aplicar en grandes cantidades sin ningún problema, especialmente si se prepara el suelo un mes antes de meter las plantas, para asegurarse de que no vaya a quemar las raíces. Solo hay que ser un poco cuidadoso con los estiércoles más fuertes, como la gallinaza, que debe usarse con moderación para no dañar las raíces. Estoy hablando siempre de estiércol maduro que haya reposado durante uno o dos meses antes de mezclarse con la tierra y que no debería oler a orina ni a amoniaco. Nunca se debe usar estiércol fresco, pues las raíces no lo toleran bien. Una vez estén las plantas creciendo, si fuera necesario añadir más estiércol porque viéramos que les faltan nutrientes, usaríamos siempre estiércol maduro y lo esparciríamos por encima de la tierra, sin mezclarlo, para que con el riego los nutrientes se vayan filtrando hacia las raíces. Si se prepara bien la tierra antes de plantar, no será necesario abonar nada o casi nada durante el crecimiento, pero las plantas seguramente agradecerán algún riego con abono durante la floración para poder engordar bien los cogollos.
Cuando la tierra es muy mala, algunos cultivadores prefieren no complicarse intentando arreglarla y, simplemente, cavan un gran agujero y lo llenan de tierra de saco. A partir de ahí, cultivan como si el agujero fuera una gran maceta y fertilizan la planta siempre añadiendo abono en el agua de riego. No es un mal sistema y la planta siempre puede extender sus raíces más allá del agujero en busca de nutrientes si no tuviera suficientes.