La fertilización foliar, que es como llamamos a alimentar a las plantas a través de las hojas, fumigándolas con una solución nutritiva, es un sistema muy útil especialmente en ciertas situaciones concretas, pero no es una técnica de fertilización que pueda sustituir completamente al abono disuelto en el agua de riego. La capacidad que tienen las plantas de absorber nutrientes a través de las hojas es una herencia que conservan de las primeras especies de plantas. Estas plantas primigenias evolucionaron y se desarrollaron en el mar, donde encontraban los nutrientes minerales que necesitaban disueltos en el agua y los captaban directamente a través de sus tejidos, sin necesidad de desarrollar raíces.

La principal ventaja de la fertilización foliar es que permite alimentar a las plantas sin utilizar las raíces. Es una propiedad muy útil cuando las raíces están enfermas, poco desarrolladas, tienen un pH demasiado alto o demasiado bajo o las sales acumuladas en el sustrato impiden que los nutrientes se puedan absorber normalmente. Por ejemplo, en un suelo salinizado las raíces son incapaces de captar los nutrientes. Esto se puede solucionar regando abundantemente el sustrato con agua para lavar las sales y reducir la EC, pero este proceso lleva un tiempo y, mientras tanto, las plantas se van debilitando y les falta comida. Fertilizando foliarmente podremos mantener las plantas sanas hasta que la fertilización radicular pueda volver a utilizarse. Además, de esta manera se soluciona una carencia nutritiva de un modo rápido y directo, independientemente de si la causa de esta carencia se encuentra en la salud de las raíces, en las condiciones en que se encuentra el sustrato o en otro factor. Cuando fumigamos las hojas con solución nutriente, la absorción es muy rápida y localizada, por lo que los nutrientes llegan casi inmediatamente a los tejidos que los necesitan.

El éxito de la fertilización foliar depende de un equilibrio de factores. Hay que tener en cuenta que la solución nutritiva no esté demasiado concentrada para no dañar las hojas. Yo suelo utilizar una dosis baja de abono, más o menos la mitad o la tercera parte de lo que usaría en el agua de riego. Además, la primera vez conviene hacer una prueba primero en una sola rama y esperar 24 h para asegurarse de que no se produce fitotoxicidad. Es importante tener en cuenta que la solución nutritiva pulverizada se va concentrando conforme se va evaporando parte del agua. Si la humedad ambiental es baja, la evaporación sucede con mayor rapidez y conviene usar una concentración menor que en climas húmedos, donde la planta tiene más tiempo para absorber los nutrientes antes de que se seque. El pH de la solución fumigada debe estar entre 5 y 6 y conviene añadir unas gotas de jabón concentrado o de jabón potásico para aumentar la mojabilidad de la mezcla. Sin jabón, las gotas pulverizadas resbalan con mayor facilidad por los tejidos sin llegar a mojarlos. Nunca hay que fumigar a pleno sol, es mejor hacerlo a primera o última hora del día. Las condiciones ideales para fertilizar foliarmente son temperaturas moderadas de entre 15 y 25 ºC y humedad relativamente alta, del 60 al 80%, pues así se absorbe el máximo de nutrientes. Por último, conviene usar una mochila o botella pulverizadora que aguante bastante presión y que genere una nube de gotas finas: cuanto más pequeñas sean las gotas, mejor.

La fertilización foliar es una técnica muy adecuada para complementar la nutrición por las raíces, especialmente en la fase vegetativa del cannabis, cuando aún no hay cogollos. No conviene utilizarla en las últimas semanas de la floración, para así evitar que puedan quedar restos de fertilizante en las flores.