La humedad del aire es un factor mucho más importante de lo que puede parecer. Las plantas se benefician de una humedad relativamente más alta que la que hay en tu cultivo. Un nivel de humedad del 60-70% reduce la cantidad de agua que las plantas pierden a través de las hojas a causa de la transpiración. Esto se traduce en que pueden desarrollar más hojas y de mayor tamaño, lo que a su vez les permite captar más energía lumínica para la fotosíntesis. Más hojas y mayores hojas producen mayor crecimiento y más veloz. Durante la fase vegetativa las plantas crecen mejor con una humedad del 60 al 70%. En la floración hay que tener más cuidado, aunque la humedad le va bien al metabolismo de la planta no le va bien a los cogollos. La humedad elevada puede favorecer la aparición de hongos en los cogollos, principalmente botritis, sobre todo en las últimas semanas antes de la cosecha, cuando los cogollos son más densos y gruesos. En esas semanas conviene reducir la humedad en lo posible, intentando que se mantenga por debajo del 50%. Cuanto más baja es la humedad ambiental más frecuentemente hay que regar las plantas, ya que transpiran más y su consumo de agua aumenta. Si la humedad es extremadamente baja las plantas dedican tanta energía a sudar y a mantenerse hidratadas que les queda menos para fabricar cogollos. Es normal que en los cultivos de interior la humedad sea muy baja durante las primeras semanas, cuando las plantas son pequeñas y apenas transpiran. Se puede compensar colocando un humidificador en el cuarto de cultivo. Normalmente, una vez que las plantas crecen y ocupan todo el armario, su transpiración suele ser suficiente para elevar la humedad ambiental y el humidificador deja de ser necesario.