La cantidad máxima de abono
La cantidad de abono que necesita una planta depende de distintos factores. En general, sus necesidades nutritivas aumentan conforme va creciendo, ya que a mayor tamaño, mayor consumo. Además, no todas las variedades necesitan lo mismo: hay plantas que crecen mucho y muy deprisa y pueden soportar niveles muy altos de nutrientes, mientras que otras son más sensibles o crecen lentamente y deben abonarse con concentraciones más bajas. Mi consejo siempre es ir con cuidado: más vale quedarse corto que pasarse. Cuando abonamos poco las plantas lo muestran enseguida aclarando su color y es muy fácil corregirlo, sin embargo, un exceso de abono puede tener efectos mucho más graves y ser más difícil de arreglar.
Cada fabricante hace su fertilizante con la concentración que le da la gana, por lo que las dosis del abono que usábamos el año pasado no podemos aplicarlas al de este año sin más, puede que fuera mucho menos concentrado y si añadimos 6 ml/l del nuevo sobrefertilicemos las plantas. En general, lo mejor es usar un medidor de electroconductividad (EC) para saber exactamente la concentración de la solución nutriente que añadimos a las plantas. Las plántulas jóvenes crecen bien con niveles bajos de EC de entre 0,5 y 0,8; una vez que ya tienen varias ramas y un cierto tamaño, se puede subir hasta EC 1-1,2, durante la floración es cuando los niveles de nutrientes disponibles deben ser más altos, pero mi recomendación es no pasar de EC 1,5-1,8. Siempre hay que vigilar las plantas de cerca para detectar cuanto antes los síntomas de sobrefertilización, aunque no es fácil. Cuando nos pasamos con el nitrógeno, el color de las plantas se vuelve un verde muy oscuro y las puntas de las hojas se retuercen hacia abajo, adoptando la forma de una garra. Pero si nos pasamos con el abono de floración, no siempre es fácil notarlo pronto: a menudo veremos que la floración no avanza como esperamos, pero seguramente ya será tarde para corregirlo.
En general, la mayoría de las plantas no soportan salinidades superiores a EC 2,5, por eso nunca deberíamos superar este umbral. Y esto es en variedades muy resistentes y que están creciendo a tope y en muy buenas condiciones de salud. Para la mayoría de los cultivos, más vale no superar una EC de 1,8.
La electroconductividad de la solución nutriente mide las sales en el agua, tanto las aportadas por el abono como las que ya estaban en el agua. Por esto es recomendable usar siempre agua de buena calidad y poca salinidad. Si el agua tiene una EC de 0,5 y queremos abonar las plantas con una EC de 0,8, solo podremos añadir 0,3 de abono, mientras que usando agua con una EC de partida de solo 0,1, la cantidad de abono que podremos usar y las plantas aprovechar será 0,7, más del doble.
El pH, es decir, la acidez o alcalinidad de la solución nutriente, es también muy importante para lograr la correcta absorción de los nutrientes. El pH de la tierra y de la solución nutriente influye en la capacidad de las plantas para absorber porque cada mineral es más soluble en un rango de pH determinado. En cultivos de interior, siempre recomiendo mantenerlo entre 5,5 y 5,8 en sistemas hidropónicos y entre 5,8 y 6,2 en cultivos en tierra. En exterior no hace falta ser tan preciso, sobre todo si las macetas son grandes, y se puede mantener entre 5,5 y 6,5 con buenos resultados.
Es muy fácil medir el pH y la EC del agua y de la solución nutriente empleando un medidor digital de pH y otro de EC. Se encuentran en cualquier grow shop desde treinta euros y en mi opinión deberían formar parte del equipo de cualquier cultivador, ya que sirven para ajustar las dosis de abono y evaluar el estado de salinidad del suelo. Uno de los trucos más interesantes que se pueden llevar a cabo con un medidor de EC es recoger el agua de drenaje que sale de las macetas y medir el nivel de sales. Si es menor de EC 2,0, el sustrato no tiene sales acumuladas; entre EC 2,0 y 3,0, la acumulación es ligera; entre EC 3,0 y 4,0, se considera moderada, y por encima de EC 4,0, la salinidad es alta y hay que lavar la tierra cuanto antes por medio de un riego abundante con agua sin abono que arrastre las sales acumuladas en el sustrato.
Si no tenemos medidor, empezaremos usando solo 2 ml de abono por litro de agua. Regaremos las plantas cada vez que la tierra se seque casi completamente pero no antes. Añadiremos abono en cada riego o alternaremos riegos con abono y riegos de agua sola. Salvo que veamos que las plantas empiezan a tener un color verde muy claro, no subiremos la dosis de abono. Conforme crezcan y consuman más agua, tendremos que regar más a menudo y las plantas recibirán más nutrientes. Seguramente no necesitaremos llegar nunca a 5 ml/l salvo que las plantas sean inmensas y de una variedad muy voraz con los nutrientes.