¿Las autoflorecientes sirven en interior?
Las variedades de cannabis automáticas o autoflorecientes tienen la característica particular de que se desarrollan bajo cualquier fotoperiodo. Al contrario que las variedades tradicionales de floración determinada por el fotoperiodo, a las automáticas les da igual que haya diez o veinte horas de sol cada día, ellas crecen durante un par de semanas y empiezan a florecer. Hay autoflorecientes capaces de realizar todo el ciclo de vida en apenas sesenta días desde la germinación hasta la cosecha, pero también hay otras más lentas que tardan noventa o cien días. Es muy importante mirar esta información en el catálogo del banco de semillas, puesto que es un dato importantísimo que hay que saber antes de empezar.
En general, los cultivadores de interior mantienen las variedades autoflorecientes con un fotoperiodo de veinte horas de luz y cuatro de oscuridad. Se hace así porque estas genéticas crecen más cuanto más largos son los días, y con el fotoperiodo de veinte horas es con el que suelen dar mejor producción y resultado. Una enorme ventaja es que no hace falta tener un cuarto de cultivo para crecimiento y otro para floración ni cambiar el fotoperiodo según la fase por la que estén pasando las plantas, pues pueden desarrollarse durante toda su vida bajo el mismo ciclo de luz.
Uno de los sistemas que más me gustan para el cultivo interior de variedades automáticas es el llamado cultivo de cosecha continua. En lugar de sembrar todas las plantas a la vez y cosecharlas también todas a la vez, consiste en sembrar plantas progresivamente a lo largo del tiempo y cosecharlas también progresivamente. Se entiende mejor con un ejemplo: en un cultivo de un metro cuadrado con una lámpara de ledes de 300 W queremos sembrar una variedad automática de 64 días. Vamos a usar dieciséis macetas de 25x25 cm, que ocuparán completamente todo el espacio. Si las sembráramos todas a la vez, las plantas se estorbarían y deberíamos reducir el número para que tuvieran espacio suficiente cuando fueran grandes. Sin embargo, si plantamos una semilla cada cuatro días, tendremos un cuarto de cultivo en que la primera planta estará madura y lista para la cosecha justo cuando acabemos de sembrar la número dieciséis. A partir de ese momento, cada cuatro días tendremos que cosechar una planta y sembrar una nueva. Gracias a este sistema, las plantas ya crecidas disponen de espacio de sobra porque las recién germinadas casi no ocupan, pues son todavía muy pequeñas. Es posible mantener un armario de cultivo como este con poquísimo trabajo. La manicura de una planta cada cuatro días nos llevará poco más de quince minutos y tendremos una provisión constante de material fresco. Además, y aunque no lo parezca, la producción de este tipo de sistemas es muy alta una vez que la rueda comienza a girar. Cada mes cosecharemos siete u ocho plantas, cerca de cien cada año, más que suficiente para nuestras necesidades, en un pequeño armario y con poco esfuerzo. Otra de las ventajas de estas genéticas es que se pueden utilizar para aprovechar los espacios libres en el cuarto de madres o de crecimiento. Como crecen y florecen con cualquier fotoperiodo y de manera automática, no hay que preocuparse demasiado por ellas, basta con sembrarlas e ir regándolas periódicamente. No solo eso, el régimen nutritivo típico de las plantas madre contiene niveles medios de nitrógeno, fósforo y potasio, una combinación bastante adecuada para usar como fórmula única durante todo el ciclo vital de una planta autofloreciente.