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Orugas: ¡qué horror!

Mis plantas vuelven a tener orugas verdes que se las comen. Me pasa cada año, pero creo que este es aún peor. He encontrado las primeras orugas en mis plantas en el mes de mayo, antes que nunca, y temo lo que pueda suceder durante el verano. Normalmente, cuando veo una oruga la mato, pero siempre quedan algunas. El problema sobre todo es grave cuando los cogollos engordan, ya que se meten dentro y se los van comiendo. He probado a fumigar con aceite de nim y con piretrinas, pero no he logrado acabar con ellas. ¿Puedes darme algún consejo sobre cómo exterminarlas?

Matías

Si cultivas cannabis en exterior, tarde o temprano te enfrentas a las orugas devoradoras de cogollos. Todas las orugas auténticas son larvas de los insectos del orden Lepidoptera, que incluye a las mariposas diurnas y nocturnas, pero también se usa esta denominación para las larvas de algunos escarabajos. Las orugas son bichos cilíndricos de cuerpo blando que nacen de los huevos que ponen las mariposas, y pueden tener colores muy diversos; algunas son vistosas y llamativas, mientras que otras se camuflan perfectamente entre el follaje. Las orugas tienen el cuerpo dividido en segmentos. En los tres más cercanos a la cabeza, llamados segmentos del tórax, tienen tres pares de patas verdaderas, mientras que en el resto, los segmentos abdominales, tienen entre dos y cinco pares de patas falsas o pseudopatas. En la cabeza tienen dos potentes mandíbulas, que utilizan para cortar y masticar la comida. Su apetito es voraz, no hacen otra cosa que comer todo el día y crecen a una velocidad increíble, pudiendo pasar de medir apenas unos milímetros a cuatro o cinco centímetros en apenas unas pocas semanas.

Las orugas que nos preocupan a los cultivadores de cannabis pertenecen a varias especies, todas de la familia Noctuidae. Las más habituales son Spodoptera exigua y Spodoptera littoralis, pero también Autographa gamma, Plusia chalcites y Helicoverpa armigera se alimentan de cannabis. Su apetito es brutal y cambian de muda varias veces a lo largo de su desarrollo, conforme van creciendo.

Una vez alcanzan su máximo desarrollo crean un capullo donde realizar la metamorfosis para convertirse en pupas y luego en adultos. La mayoría de las especies que atacan al cannabis suelen plegar o enrollar una hoja por medio de hilos de seda que segregan, creando así un refugio oculto donde transformarse. Del capullo emergen transformadas en mariposas o polillas, que vuelan en busca de nuevas plantas donde poner huevos para continuar así el ciclo.

Como las orugas siempre llegan a la planta en forma de huevos que ponen las polillas o mariposas, una de las formas más efectivas y naturales de evitarlas es meter las plantas en un recinto o invernadero recubierto con malla mosquitera. De este modo impediremos que las mariposas puedan llegar a poner los huevos. Como este sistema no es aplicable en muchas situaciones, los cultivadores a menudo deben usar otras técnicas.

Cuando son pequeñas, pese a su voraz apetito, no son demasiado dañinas. Si las plantas todavía no están en floración pueden mordisquear las hojas pero no causan estragos. El problema surge, principalmente, cuando están floreciendo, pues las orugas tienen la costumbre de esconderse dentro de los cogollos para estar protegidas, y se alimentan del tejido interior. Los restos de hojas masticadas, así como los excrementos que van dejando en el interior del cogollo, se enmohecen con mucha facilidad y acaban contagiando los hongos a los cogollos. Al final, los daños van mucho más allá de lo que comen, lo peor es que los hongos pueden acabar destruyendo el cogollo completo y contagiarse al resto de la plantación. El hongo más habitual y peligroso es la botritis o moho gris; es muy contagioso, se extiende a una gran velocidad y resulta muy difícil de combatir.

Las orugas no son muy dañinas cuando son pequeñas o cuando las plantas no tienen cogollos, pero durante la floración se convierten en un auténtico problema. La mejor forma de combatirlas es con Bacillus thuringiensis, llamado comúnmente BT, un microorganismo muy utilizado en lucha biológica contra orugas por su efectividad y facilidad de uso. Se compra en polvo y se fumiga sobre las plantas disuelto en agua. No tiene ninguna toxicidad para las personas, pero es letal para las orugas: en cuanto mastican una hoja sobre la que se haya fumigado BT se ponen enfermas, dejan de comer inmediatamente y mueren de hambre en pocos días. Es especialmente efectivo cuando las orugas son pequeñas, pero no tanto con las más grandes, por eso es esencial fumigar periódicamente desde que las plantas son jóvenes y sin esperar a ver las orugas. Mi consejo es fumigar prácticamente desde el mes de mayo, cada diez o quince días, al ponerse el sol. Como no es tóxico ni tiene ninguna contraindicación, podemos fumigar aunque no haya orugas. Si una mariposa llega y pone los huevos, en cuanto estos eclosionen y las pequeñas orugas muerdan la primera hoja, morirán en pocos días, antes de causar daños importantes.

Nunca está de más vigilar las plantas varias veces por semana, sobre todo a primera hora de la mañana o última de la tarde, cuando el clima más fresco favorece que las orugas salgan de su escondite en el interior de los cogollos para pasearse por las hojas exteriores. En este momento es cuando son más vulnerables y resulta más fácil cazarlas a mano. Las orugas de gran tamaño que hayan conseguido sobrevivir al BT son las más peligrosas, por el gran apetito que tienen, y solo podremos eliminarlas de este modo. A menudo, las pequeñas cacas negras que pueden quedar pegadas sobre las hojas son el único signo de que hay una oruga cerca. Si las vemos, lo mejor es que busquemos la oruga abriendo con cuidado el cogollo para mirar en su interior. Otras veces nos daremos cuenta de que hay alguna hoja amarilla brotando del cogollo, síntoma de que la oruga ha mordido su base y se está secando.

En floración, cuando descubramos un cogollo que se ha empezado a enmohecer en el interior a causa de las orugas, hay que eliminar todo el tejido infectado para evitar que el hongo siga extendiéndose. Es muy habitual que, pese a limpiar el tejido enfermo, la infección continúe, por lo que no es mala idea cortar el cogollo completo y ponerlo a secar. Más vale cosecharlo un poco antes de tiempo que perderlo completamente.

Profesor Cáñamo

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