Las plantas recién nacidas requieren muy pocos nutrientes. Mi recomendación es usar una tierra tipo Light Mix (que vienen preabonadas pero con cantidades pequeñas de nutrientes) y no añadir ningún abono más hasta que las plantas tengan dos semanas de edad. De hecho, si se riega bien la tierra cuando se siembran las semillas, probablemente no haya ni siquiera que volver a regar la maceta como mínimo en una semana, o incluso en dos si no es muy pequeña. Cuando son muy jóvenes, las plantas son delicadas y el exceso de riego resulta muy peligroso, ya que tienen pocas raíces y muy débiles, por lo que se ahogan enseguida si falta aire en la tierra. El mejor consejo es no volver a regar la maceta hasta que notemos una clara disminución en su peso, signo inequívoco de que buena parte del agua se ha evaporado o ha sido consumida por la planta.

Entre los productos que se pueden añadir a la planta para estimular su desarrollo y fortalecer su sistema inmunitario los más recomendables son aquellos destinados a mejorar la vida del suelo: los microorganismos que viven en el sustrato. Los suplementos de Trichoderma, micorrizas o bacterias potencian el desarrollo de un suelo fértil, al igual que los abonos orgánicos como el compost, el humus de lombriz y el guano de aves.