Las plantas de exterior, si se cuidan bien y tienen suficiente sol, crecen con rapidez. En tres o cuatro semanas tras la germinación, la planta debería tener varias ramas de las que obtener esquejes. Siempre puedes sacar un primer esqueje de la punta del tallo principal a las dos o tres semanas de vida, pues esto favorecerá el crecimiento de las ramas laterales para que tengas más puntas que convertir en esquejes. Siempre que los esquejes los cortes antes de mediados de junio, la planta madre tendrá tiempo suficiente de rebrotar nuevas ramas y empezar a florecer cuando le toca sin problemas. 

Los esquejes que obtengas debes intentar que enraícen con la mayor rapidez posible para que tengan suficiente tiempo para crecer antes de empezar a florecer. Mi consejo es que guardes uno de ellos como planta madre para el futuro. Para evitar que florezca y lograr que se mantenga en fase de crecimiento, debes alargar el fotoperiodo natural con alguna luz artificial de modo que tenga 18 h diarias de luz. El resto de los esquejes, una vez hayan enraizado, trasplántalos a macetas y colócalos a pleno sol. Lógicamente no se harán tan grandes como la planta original (ya que tendrán mucho menos tiempo de crecimiento), pero pueden dar una buena cantidad de cogollos y estarán listos para la cosecha al mismo tiempo que la planta de la que provienen.