Un solo abono
Cada especie vegetal tiene unas necesidades nutritivas distintas que dependen en gran medida de qué tipo de planta sea y de qué parte de ella se consuma. No hacen falta los mismos minerales para crear raíces (zanahorias), hojas (lechugas o espinacas), frutos (tomates o calabacines) o flores (marihuana o alcachofas). Por esta razón, se suelen obtener mejores resultados cuando se utiliza en cada momento un fertilizante que aporte los elementos necesarios para el proceso que esté llevando a cabo la planta. Por ejemplo, en las primeras semanas de vida del cannabis, las plantas se dedican, básicamente, a crecer raíces, tallos y hojas, lo que requiere una gran cantidad de nitrógeno, cantidades bajas de fósforo y medias de potasio. Cuando empieza la floración, las plantas necesitan menos nitrógeno, más fósforo y magnesio y bastante más potasio. En la fase media de la floración, las necesidades de fósforo y magnesio aumentan aún más. La forma más precisa y productiva de cultivar marihuana pasa por ajustar las dosis de los distintos fertilizantes para lograr los niveles óptimos de cada mineral. Una fertilización precisa sirve para aumentar al máximo la producción y calidad de los cogollos, pero a costa de que el cultivo se vuelva más complejo y haya que controlar con precisión qué se añade a la solución nutritiva. Los cultivadores comerciales, que viven de la productividad de sus plantaciones, sí deben preocuparse por todos estos factores, pero los cultivadores domésticos aficionados no necesitan complicarse tanto. En la naturaleza distintos tipos de plantas crecen en el mismo suelo. En un huerto hay zanahorias, tomates y lechugas, y todas estas plantas se desarrollan bien pese a no recibir cada una un fertilizante específico. Y lo mismo sucede con el cannabis, especialmente si se siembra en el suelo, donde las raíces tienen la capacidad de extenderse en busca de los nutrientes necesarios en cada momento. En macetas, el asunto es algo más complejo, pues la cantidad de tierra disponible es menor y las raíces no pueden ir a otro sitio a buscar minerales, pero, aun así, es posible mantener las plantas con buena salud usando un abono completo durante todo el ciclo de vida. Lo más conveniente es utilizar un abono líquido que contenga los tres nutrientes principales NPK (nitrógeno, fósforo y potasio), magnesio y microelementos, y emplearlo en dosis moderadas añadiéndolo al agua de riego. Aunque hay cultivadores que abonan en cada riego, mi recomendación es alternar riegos de agua con abono y riegos de agua sola para evitar que las sales se acumulen en el sustrato. Una vez al mes, aproximadamente, se aconseja hacer un riego muy abundante con agua sin abono para que, al escurrir el agua sobrante por los agujeros de drenaje de la maceta, arrastre el exceso de sales acumulado en la tierra y evitar así que se acabe salinizando, lo que afectaría negativamente al desarrollo de las plantas.
Yo prefiero usar un abono específico para crecimiento durante la fase vegetativa y cambiar a otro de floración desde que aparecen las primeras flores, sobre todo si cultivo en macetas, ya que se evitan algunos problemas y aumenta la producción. Pero, si no tenemos acceso a abonos específicos, también podemos obtener resultados muy satisfactorios con un fertilizante completo durante todo el ciclo vital.