Él tan de campo, yo tan de ciudad
Cuando llevábamos un año viviendo juntos y tres de relación, él me dijo un día que cambiáramos de vida y que me fuera con él a vivir al campo. Que llevaba meses dándole vueltas y que se había dado cuenta de que no podía vivir más en Madrid. Ahora tenemos un ático en Madrid que me gusta mucho, llevo años en él y pago poco alquiler. Él me propuso irnos a vivir a su pueblo, a la casa que tenían sus abuelos en el campo, ya que sus padres le habían dicho que era suya y podía arreglarla si quería.
Nos fuimos a verla y a mí todo me pareció precioso: el paisaje, bucólico; la casa, preciosa; los padres de mi chico, encantadores; las amigas y amigos de mi chico también me cayeron superbién.
Él estaba entusiasmado: me enseñó el lugar en el que pondríamos el huerto y el gallinero, el sitio para el compost, el espacio para leer con la luz del atardecer… Hasta me enseñó el lugar donde podrían jugar nuestros hijos, si los tenemos, cuando los tengamos. Y yo me reí, pero por dentro quería morirme. A mí la propuesta no me entusiasmó, porque pensé: ¿qué hago yo aquí, a doscientos kilómetros de Madrid y a cuarenta del pueblo más grande?
Es cierto que yo puedo trabajar a distancia sin problema, que estoy muy enamorada y que tengo muchas ganas de estar con él, pero siento que lejos de mi barrio no voy a ser feliz. Soy una mujer muy activa, colaboro con la asociación de vecinas, con el grupo feminista, toco el saxo en un grupo de ska con el que ensayo todas las semanas y hago conciertos por las salas de Madrid los fines de semana. Tengo dos grupos de amigas maravillosas con las que salgo mucho, además, canto en un coro experimental y voy a clases de baile los martes y los jueves. Me gusta mucho Madrid, y aunque es una ciudad ruidosa y contaminada, aprovecho para ir a conciertos, exposiciones, teatro, festivales; me encanta la oferta cultural de mi ciudad y soy muy fiestera. Además, hace poco he abierto un club de lectura feminista, y me encanta leer en grupo y charlar con mujeres de todas las edades.
Mi chico me dice que podría hacer muchas cosas en el campo, que en el mundo rural también hay muchas iniciativas, que seguro que encuentro mujeres feministas con las que hacer cosas. Pero realmente el sitio en el que viviríamos está muy aislado, y yo no me veo ahí con él, la verdad, no me veo dejando mi piso en el centro, no me veo empezando una nueva vida, y tampoco me veo teniendo hijos allí en medio de la nada; creo que me costaría mucho adaptarme.
Mi chico dice que a él la ciudad le está matando y que cada vez tiene más claro que quiere volver a su pueblo, que necesita aire puro, animales, silencio, tranquilidad y dar largas caminatas con su perro. Es cierto que el tema de la vivienda está imposible en Madrid, y que sus padres quieren poner la casa a nombre de él.
Mi chico está como en una crisis existencial, planteándose el tipo de vida que quiere vivir ahora que va a cumplir treinta y tres años. El otro día me dijo que va a dejar el trabajo y se va a hacer pastor, porque su tío se quiere jubilar y venderle las cabras y las ovejas. A mí me parece muy fuerte porque yo soy chica de asfalto, y a veces cuando él se levanta los domingos, yo me acuesto a dormir. Vamos, que somos poco compatibles, creo yo, y hemos quedado en que intentaremos seguir la relación a distancia, pero nos veríamos dos fines de semana al mes, y no sé si yo podría lograrlo, porque tengo siempre la agenda a reventar.
¿Sabes qué pienso? Que quizás cuando sea más mayor sí puede que me apetezca, pero ahora con veinticuatro años lo que me pide el cuerpo es ciudad, jaleo, fiesta, gente. Y me da mucha pena, porque él siente que ya ha vivido mucho y está cansado, y le entiendo. Y sé que no puedo pedirle que se quede conmigo en Madrid, pero él a mí tampoco que me vaya para allá. Después de unos meses hablando mucho sobre el tema, hoy me ha dicho que le queda un mes en Madrid, le ha puesto fecha a la mudanza, y me dice que si no me voy con él, él se marcha igual. Me da mucha pena, no paro de darle vueltas pensando en alguna solución, porque creo que a distancia la relación no va a durar. ¿Se te ocurre algo? Mil gracias.
La verdad es que no se me ocurre nada, Pataqui. Nunca te aconsejaría que cedieras y te fueras al campo a vivir con él, y tampoco a él le aconsejaría que se quedara en Madrid. Porque estamos hablando de la felicidad de cada cual y de proyectos de vida muy diferentes, que no son muy compatibles. Podríamos decir que quizás un pueblo grande o una ciudad pequeña podría ser un punto medio, pero si tu chico quiere volver a su origen y tú no quieres alejarte de tu red social y afectiva, está difícil que podáis seguir con la relación. Amar no es renunciar ni sacrificarse: si no hay compatibilidad, si cada cual tenéis un proyecto diferente, lo mejor es asumirlo y separarse.
Jamás te aconsejaría que dejaras tu vida por él, porque la mayoría de la gente que lo hace siempre acaba pasando factura al otro y soñando con cómo hubiera sido su vida si no se hubiera cedido. Se genera un rencor muy grande cuando dejas tu vida por otra persona, porque además te traicionas a ti misma, y ese rencor acaba con el amor de pareja y te amarga la vida entera. Así que igual es mejor separaros ahora, que estáis bien y que os queréis mucho, y despediros con amor y agradecimiento por el tiempo que habéis estado juntos.
Es duro, pero todas las relaciones tienen su tiempo: el amor no es eterno, y dura lo que dura. A veces el amor dura más que la relación, pero el amor no es suficiente para estar en pareja. Además del amor, para que una pareja funcione ambos tienen que tener estilos de vida parecidos, aficiones en común, proyectos de vida compatibles, ideas similares sobre el amor y el tipo de pareja que quieren tener… Creo que lo que sí podréis hacer, pasado un tiempo, es transformar ese amor en un vínculo hermoso de amistad. Y así la ruptura será menos dolorosa. Un abrazo muy grande y mucho ánimo, compañera.