La culpa es un arma de destrucción masiva contra las mujeres. Cada vez que priorizamos nuestras necesidades, que ponemos nuestro placer por delante de todo lo demás, cada vez que gozamos y hacemos algo para nosotras mismas, nos sentimos culpables. No te pasa a ti solo, nos pasa a todas: es el patriarcado, que nos quiere hacer creer que somos responsables de la felicidad de los demás y que nuestra propia felicidad no importa. Y claro, cuando te has pasado la vida cuidando y por fin quieres cuidarte tú, es supernormal que no quieras volver a encerrarte en el hogar ni dedicarte solo a cuidar. No estás siendo egoísta: estás defendiendo tu derecho a vivir tu vida como realmente deseas, estás priorizando tus apetencias y estás contenta con la vida que llevas. Ahora que tu tiempo es para ti, es normal que quieras disfrutar de tus pasiones y de tu gente querida y darle a la pareja el lugar que le corresponde. No te sientas culpable por ponerte a ti en el centro de tu vida: ¡te lo mereces después de estar toda la vida con doble jornada laboral! Y, además, estoy convencida de que las relaciones en las que cada cual está en su casa duran más y se disfrutan mucho más: la convivencia es muy dura, y con un hombre que no sabe cuidarse ni cuidar los espacios que habita, es un infierno. Yo lo que te aconsejo es que hagas caso a tu intuición, que resistas en tu posición y no des ni un paso atrás: tú ya sabes lo que es vivir en pareja, y ya sabes lo que quieres y lo que no. ¡Ánimo, compañera! Y recuerda que pensar en ti misma no es egoísmo: es autocuidado.
Nos conocimos viendo un atardecer de verano en el Mediterráneo, en un espigón solitario, y pasamos juntos desde el amanecer de la luna hasta el amanecer del sol. Nos enamoramos como adolescentes y llevamos un año de amor. Es una relación ideal: es un buen compañero, me siento a gusto con él, tenemos buen sexo y buena conversación, y todo va genial. Lo malo es que ahora quiere que nos vayamos a vivir juntos, y yo no quiero porque tiene su casa hecha un desastre. Yo ya he criado y educado a un marido y a tres hijos, y no quiero ni educar ni criar más. Mira, Coral, ya estoy en un momento de mi vida en que necesito que me cuiden a mí, y que los cuidados sean correspondidos. Y este hombre es desordenado, no limpia, no cuida su casa, cocina fatal y tampoco sabe cuidarse mucho a sí mismo. Se lo he explicado con tranquilidad, que yo no estoy ya para servir a nadie, que lo que quiero es un compañero. Pero él me dice que va a cambiar, que estamos envejeciendo, que juntos estaremos mejor. Pero a mí me da que no, es como una intuición muy fuerte la que tengo dentro. Primero, porque yo estoy mucho mejor de salud que él: hago ejercicio y tengo una dieta sana; tiene pinta de que voy a envejecer mejor que él. Y segundo, porque yo me acabo de jubilar, me siento muy liberada, salgo mucho y tengo mucha vida social, me gusta viajar e ir a manifestaciones, colaboro en mi asociación de mujeres del barrio. Y él, en cambio, es muy hogareño y tiene achaques variados que le impiden seguirme el ritmo. Él dice que se va a cuidar, pero a mí me da que me va a tocar a mí cuidarle a él, y no me apetece. Me siento terriblemente egoísta, pero es que solo hace diez años que me divorcié y mi último hijo se fue de casa, y es ahora cuando por fin soy feliz. Yo prefiero estar con él como novios, porque necesito tener mis espacios y mis tiempos, y tengo muchas amigas y amigos. Y él, en cambio, es introvertido y poco sociable, así que yo no quiero renunciar a mi vida ni cambiar nada por juntarme a él. Suena muy poco romántico, pero yo es que lo que temo es que al irme a vivir con él me entren ganas de separarme y se acabe el romanticismo. Ahora nos da tiempo a echarnos de menos, a tener ganas de vernos. Pero si vivimos juntos, creo que mi vida va a cambiar, y no me apetece ahora que estoy tan a gusto. Al leerme podría parecer que lo tengo muy claro, pero en el fondo me siento muy, muy egoísta, y tengo una sensación de culpa tremenda. ¿Qué puedo hacer? Gracias, Coral.
Anónimo