La dosis adecuada (de amor)
Dulce Ka, el amor romántico es una de las drogas más potentes y adictivas que existen, y es verdad que a todo el mundo le resulta difícil dosificar porque, como son sustancias que generas tú en tu cuerpo, puedes engancharte a ellas tanto como quieras: es gratis y no dependes de nadie, puedes generarlas todo el tiempo y envenenarte sin darte cuenta. Como no nos han enseñado a cuidar y a regular nuestras emociones, no tenemos herramientas para manejarlas de manera que no nos jodan la vida, así que tenemos que aprender nosotras mismas. ¿Y cómo? Pues en primer lugar hay que desmontar el mito romántico que nos ha vendido la idea de que necesitamos a nuestra media naranja para ser felices, y que solo en pareja podremos sentirnos plenas y realizadas. Cuesta entender que no somos una mitad, que no necesitamos una pareja para disfrutar de la vida, y cuesta también asumir que, aunque nuestras vidas son muy monótonas y aburridas, no podemos estar todo el día de fiesta.
El amor es un poco como el LSD: no puedes estar todo el día volando, solo puedes tomarlo en circunstancias especiales, con gente especial, y es un acontecimiento extraordinario. Simplemente sabes que no puedes consumirlo a diario, porque tienes que ser funcional, estudiar, ir al trabajo, pagar facturas, ser productiva, cuidar a la gente que te necesita. Y que hay poco tiempo para el amor: apenas un par de días a la semana tenemos para disfrutar relajadamente en la cama con nuestros amantes, o para irnos de viaje y escapar de nuestras rutinas.
Sería ideal tener un botón que nos pusiera en modo funcional, y apretarlo para pasar un buen rato en la fiesta del amor. Pero, como no lo tenemos, nos toca regularnos y ponerle un grifo al chorro del amor, para que podamos abrirlo y cerrarlo cuando necesitemos.
También nos ayudaría mucho a las yonquis del amor entender que el amor romántico es una ilusión colectiva como la Navidad o la Semana Santa, y que el sistema nos quiere adictas a esa ilusión para hacernos más manipulables y para que estemos entretenidas cada una en nuestra casa, ocupadas en amar y ser amadas. Así no nos lanzamos a la calle a luchar por nuestros derechos y permanecemos anestesiadas, esclavizadas por nuestra pasión romántica. Piénsalo: si logras autorregularte, el sexo y el amor no te harán presa, sino libre. Se trata de conocerte mejor a ti misma y entrenar a diario tu autocontrol: así podrás saber cuál es la dosis adecuada, dónde y con quién disfrutar de la fiesta y cuándo tienes que parar.