La revolución masculina empieza en el cuarto de baño
¿Por qué afirmas que la revolución masculina está en el váter y en el cuarto de baño?, ¿cómo llegaste a esa conclusión? Gracias por tu respuesta.
Hola, Príncipe de Bekelar. Pues te cuento que a los catorce empecé a hablar de utopías en casa; estaba fascinada con el feminismo anarquista y no paraba de hablar de cómo despertar a todo el mundo para empezar con la revolución. Mi madre me decía: “Hija, la revolución empieza en casa. Si quieres un mundo mejor, dejate de discursos y pasa a la acción: ponte ya a hacer el baño de una vez, deja de hablar tanto y pon en práctica los valores y principios revolucionarios”.
Yo no entendía qué tenía que ver hacer el baño con la lucha por un mundo mejor, pero mi madre me explicaba que la solidaridad empieza en casa: “Yo no soy tu criada, aquí trabajamos en equipo, y a ti te toca hacer tu habitación y el baño. Y cuando termines, puedes seguir leyendo libros sobre utopías, pero recuerda que el mundo está lleno de gente con discursos bonitos, y que lo difícil es encontrar gente que los lleve a la realidad”.
Tiempo después entendí lo que mi madre quería decirme. Y gracias al feminismo, he comprendido que el frente de batalla está en nuestros hogares: en la mayoría, las mujeres trabajan gratis para sus maridos, que viven como reyes. Incluso en las familias en las que los hombres “ayudan”, las mujeres siguen encargándose de limpiar y retirar los desechos y las secreciones corporales: vómitos, flemas, cacas, mocos, pus, sangre menstrual y demás fluidos corporales. Somos nosotras las que nos ponemos de rodillas a raspar la mierda incrustada en el váter con la escobilla, así que para que haya igualdad los hombres tienen que agarrar la escobilla y empezar a raspar.
Para educar a las próximas generaciones, no basta con hablarles de igualdad y soltarles sermones sobre el trabajo en equipo, la solidaridad y el compañerismo. Tienen que ver a sus cuidadores en acción: la mejor enseñanza es siempre a través del ejemplo. No van a practicar jamás la igualdad si ven a sus papás hacer pizzas y barbacoas y a sus mamás limpiando la mierda.
Solo es igualitario un hogar en el que los hombres manejen la mierda igual que las mujeres, y el día en el que podamos gozar en la cama en igualdad de condiciones con los hombres. Por eso afirmo que la revolución hay que empezarla en la casa, en la cama, en el baño: para cambiar nuestro modo de relacionarnos y de organizarnos social, política y económicamente, primero hay que empezar por las relaciones más cercanas y por la organización en casa. Como no es justo que las mujeres tengamos menos tiempo libre que los hombres, hay que sentarse a organizar las tareas para que ambos tengamos el mismo número de horas para descansar y para divertirnos.
Es en la mierda donde se encuentra todo el meollo de la cuestión, porque los hombres siempre se han negado a cambiar pañales de adultos mayores y de bebés, y las tareas más duras y menos gratificantes nos han tocado a las mujeres. En tiempos de cambio, ahora a los hombres les toca dar un paso al frente, ser valientes y aceptar el reto de empezar la revolución en sus relaciones sexuales y sentimentales. Y el epicentro del cambio está en los cuidados: nosotras ya no queremos cargar con todo ni ser las sirvientas de nuestros compañeros. Así que hay que hacerse cargo, quitarse la corona, renunciar a los privilegios, arremangarse y ponerse manos a la obra: la revolución de los cuidados empieza el día en el que los hombres pierdan el miedo y agarren con alegría el desinfectante y la escobilla del váter.