No quiere ser mi amigo
Irati, te entiendo porque también he tenido relaciones largas en las que me ha pasado lo mismo. Es una enorme contradicción la que se genera en nuestro interior: ganas de seguir, ganas de soltar. Ganas de empezar una nueva etapa y, a la vez, una tremenda nostalgia del pasado. Es normal que nos dé miedo salir de la zona de confort, y a la vez es normal que nos entren unas ganas tremendas de romper la barrera y descubrir nuevos mundos amorosos. Por un lado sabes que estás al final de una etapa, y que eso es la vida: una sucesión de etapas en las que nos habitan personas diversas que nos dan su amor y a las que amamos. Vamos solas por la vida, caminando de la cuna a la tumba, y en el camino se van uniendo personas que nos acompañan, a veces unas horas, a veces unas semanas, a veces unos cuantos años. Nos resulta muy duro despedirnos de los seres queridos que se nos van muriendo, pero también de aquellos que quisimos con todo nuestro corazón y deciden seguir su camino por su cuenta o con otras personas. Cuando nos ocurre a nosotras, esa necesidad de separar los caminos, es duro también: por un lado queremos conservar a esa persona en nuestras vidas y por otro queremos echar a volar. Y es lindo volar, ampliar horizontes, conocer el mundo desde otras perspectivas, atreverse a aprender, a explorar, a vivir cosas nuevas, a tejer nuevos afectos y nuevas redes sociales. Sería maravilloso si tu chico quisiera ser amigo tuyo y seguir formando parte de tu mundo cotidiano, pero si no quiere, no puedes hacer nada excepto aceptarlo, decirle adiós con mucho amor y seguir tu camino. Lo que es seguro es que ninguno estáis bien en la situación actual, así que tendréis que negociar la transformación de vuestra relación, o el final, si no hay acuerdo. Lo importante es hacerlo con mucho respeto mutuo, empatía, escucha amorosa y comunicación: tanto cambiar como separarse requieren toneladas de amor y cuidados.