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Ciudades Vigilantes - Editorial

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Las ciudades inteligentes son concebidas por las grandes corporaciones como urbes donde las tecnologías de la información permitirán controlar y suministrar todo tipo de servicios a la población, incluso sin intervención humana. Sin embargo, el concepto mismo de ciudad inteligente puede ocultar el uso de las nuevas tecnologías para imponer estados de vigilancia permanente.

Un publirreportaje aparecido recientemente en prensa muestra la visión de una empresa tecnológica a propósito de este tipo de ciudades y describe una metodología destinada a anticipar el tráfico de drogas: la ciudad inteligente se caracteriza por la interconexión de dispositivos, una situación preocupante a la vez que alentadora para la industria de la ciberseguridad, puesto que los crecientes peligros asociados a los ataques cibernéticos no conllevan necesariamente la disminución del crimen tradicional; por ello, esta compañía especializada en internet de las cosas y big data trata de dotar a las ciudades de una herramienta de predicción, prevención y detección de venta de drogas.

Según informa la empresa, los avances en el análisis de datos y en el aprendizaje automático permiten analizar los silos de datos, lo que hace posible ayudar a los departamentos implicados a identificar no solo dónde es probable que ocurra el delito, sino cuándo y en qué circunstancias se producirá.

Se trata de una tecnología que utiliza modelos analíticos predictivos acompañados de sensores que se despliegan en toda la ciudad o en determinados sectores de grabación para analizar datos de modo continuado durante prolongados periodos de tiempo. El objetivo sería apoyar a la Administración en el proceso de optimización de los sistemas de información para el análisis, evaluación y gestión local de los cuerpos de seguridad en el ámbito de la prevención y detección de puntos de venta de drogas. Complementariamente, los datos serían empleados en la elaboración de políticas públicas de seguridad contra el consumo o el abuso de estupefacientes.

Según informa la empresa, los avances en el análisis de datos y en el aprendizaje automático permiten analizar los silos de datos, lo que hace posible ayudar a los departamentos implicados a identificar no solo dónde es probable que ocurra el delito, sino cuándo y en qué circunstancias se producirá.

“Aprovechando los modelos informáticos que toman en cuenta las tendencias históricas del crimen, la demografía, la climatología, la información geoespacial y otros conjuntos de datos, las agencias encargadas de aplicar la ley tienen la oportunidad de concebir mejor dónde aplicar sus recursos”, se congratula el CEO de la compañía.

Según la empresa, este plan predictivo del crimen fue puesto en marcha, en su momento, con la colaboración de la policía de Chicago, y planean extenderlo tanto al “mercado” español como al de otros estados norteamericanos. De hecho –señalan–, en el último plan estratégico de la Oficina Nacional para el Control de Drogas, dependiente de la Casa Blanca, se subraya que las nuevas tecnologías contribuyen a combatir el tráfico ilícito de drogas.

Cabe alertar en este punto que como ejemplo de ciudad inteligente es citada frecuentemente Río de Janeiro, donde, a iniciativa del gobierno, IBM instaló un gran centro de operaciones, que ha venido siendo utilizado para desarrollar un estado de vigilancia policial. En palabras del exalcalde de la cidade maravilhosa, Eduardo Paes: “El centro de operaciones nos permite tener gente buscando en todos los rincones de la ciudad las veinticuatro horas del día siete días a la semana”; unas capacidades que han sido utilizadas para controlar protestas de las favelas y coordinar sus desalojos.

Las ciudades inteligentes son concebidas por las grandes corporaciones como urbes donde las tecnologías de la información permitirán controlar y suministrar todo tipo de servicios a la población, incluso sin intervención humana. Sin embargo, el concepto mismo de ciudad inteligente puede ocultar el uso de las nuevas tecnologías para imponer estados de vigilancia permanente.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #239

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