Un bong con una máscara de gas, ¿merece la pena?
Las máscaras anti-gas convertidas en bong son la parafernalia marimbera más llamativa y conocida pese a que casi nadie las haya probado.
Las máscaras anti-gas convertidas en bong son la parafernalia marimbera más llamativa y conocida pese a que casi nadie las haya probado.
La pregunta es, ¿merece la pena o es solo un adorno curioso y divertido? ¿está bien más allá de hacer la gracia en una reunión? Cuando el cacharro viene a valer unos 70€ en el mercado hay que pensárselo bien antes de comprar.
El diseño es simple. No diríamos que cualquiera podría hacérselo en casa (necesitas conocer cómo facilitar que la máscara filtre bien el aire para prevenir algún imprevisto peligroso) pero en su forma más básica se trata de una máscara de gas a la que se le acopla una pipa de agua. Después funciona más o menos igual que un bong tradicional.
Por lo demás, ¿mejora la experiencia? En realidad, no. Resulta muy parecido a lo que sucede con un bong normal con una salvedad: la primera bocanada entra limpísimo el THC, casi puro. Ahí se acaban las ventajas. La decepción puede ser máxima si uno cree que con esto se va a colocar muchísimo cuando, en realidad, se va a quedar igual o casi.
Tiene inconvenientes: al estar en un entorno cerrado (la máscara) los ojos se van a deshidratar antes por lo que el enrojecimiento, picor, etc. va a ser mucho más acusado.
Si compras una que sea por las risas porque no mejora demasiado la experiencia, a no ser que te guste fumar estando en una nube de humo. Si quieres ir a tope, mejor vete al dab.
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