Hay varias formas de solucionar tu problema. La más sencilla sería sustituir las plantas de semilla por esquejes. Si se parte de semilla, es conveniente que las plantas se mantengan bajo el fotoperiodo de crecimiento durante al menos tres semanas antes de ponerlas a florecer. Es el tiempo mínimo que necesitan para alcanzar la edad adulta y producir bien. Si se florecen antes, mientras aún son plantas jóvenes, su estructura no está lo suficientemente desarrollada y la producción será pobre. De hecho, es aún mejor que crezcan durante más tiempo; de 4 a 6 semanas en fase vegetativa permiten un mejor desarrollo de la estructura de ramas y raíces, lo que se traduce en plantas más resistentes y productivas. El problema del crecimiento largo es que las plantas crecen mucho durante esas semanas. Luego, en la floración, cuando pegan el estirón de las primeras 3 o 4 semanas y doblan o incluso triplican su tamaño, acaban haciéndose demasiado altas. Los esquejes, en cambio, se obtienen de plantas ya adultas y se pueden florecer independientemente del tamaño que tengan. Lo único importante es que estén bien enraizados en el sustrato antes de empezar a florecer. El problema con los esquejes es que son tan buenos o malos como sea la madre de la que se obtienen. Si se tiene acceso a una buena fuente de esquejes, estos son la mejor solución. De hecho, no hace falta adquirirlos para cada cosecha, basta con comprar para la primera y dejar uno como madre del que sacar nuevos esquejes en el futuro.

Si los esquejes no son una opción porque no tienes donde conseguirlos, tampoco hay que desesperar. Se pueden obtener grandes resultados partiendo de semillas siempre que se escoja la variedad adecuada y se poden correctamente. Por lo general, las variedades índicas o los híbridos índica/sativa de menor tamaño son las genéticas más adecuadas y fáciles de cultivar en un armario de interior. Durante todo el periodo de crecimiento, el cultivador debe tratar de potenciar el desarrollo de las plantas intentando limitar el crecimiento en altura. Para lograrlo, lo más importante es que las lámparas estén situadas lo más cerca posible de las plantas. Si la luz es suficientemente intensa, las plantas no crecen tanto en altura, puesto que no necesitan acercarse más a la lámpara, pues ya reciben toda la luz que les hace falta. Otra técnica que ayuda a controlar la altura es la poda de puntas. Una vez las plantas tienen 4 o 5 pares de hojas, se corta la punta del tallo principal, lo que provoca que se desarrollen más el resto de las ramas de la planta, que tiende a desarrollar una estructura en forma de arbusto, más adecuada para el cultivo bajo lámparas.

Creo que 16 plantas son demasiadas para cultivar a partir de semillas bajo una lámpara de 400 w. Seguramente, parte del problema de la excesiva altura se deba a esto, ya que las plantas, al estar tan apretadas, crecen en altura en busca de luz y espacio. Un número así puede valer con esquejes siempre que los pongas a florecer mientras aún son relativamente pequeños y sean de una variedad que no ramifique demasiado. Partiendo de semillas es mejor usar un menor número de plantas por lámpara, para que tengan más espacio y puedan desarrollar las ramas secundarias. Iluminar las partes bajas con fluorescentes ayuda algo, pero es mejor intentar que las plantas no crezcan tanto. Cambiar la lámpara por una de 600 w se notará mucho: son 90.000 lúmenes frente a los 50.000 de la de 400 w, un 80% más de luz.