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Destellos dorsianos

Eugenio d’Ors

Catalán de madre cubana, autotrasplantado a la sociedad madrileña más selecta; figura solemne, pero con sentido del humor; devoto del rigor científico, aunque caprichoso como un niño; intelecto oceánico, mas siempre guiado por un “imperativo de brevedad”, Eugenio d’Ors (1881-1954), alias Xenius, creó un alter ego sapiencial, Octavio de Romeu, emparentado con el Juan de Mairena machadiano. Autor incesantemente olvidado y recuperado, reunió en Gnómica (1906-1941) un puñado de lemas susceptibles de “grabarse en bronce y, a la vez, escribirse en un abanico”.   

Clasicismo. Solo hay originalidad verdadera cuando se está dentro de una tradición. Todo lo que no es tradición es plagio.

Mis límites son mi riqueza.

La invención no es el resultado del estudio; pero es su recompensa. Todo invento es hijo de la casualidad. Ahora bien, tales casualidades únicamente les ocurren a los sabios.

Todo pasa. Pasan pompas y vanidades. Pasa la nombradía como la oscuridad. Nada quedará, a fin de cuentas, de lo que hoy es la dulzura o el dolor de tus horas, su fatiga o satisfacción. Una sola cosa, aprendiz, estudiante, hijo mío, te será contada y es tu Obra Bien Hecha.

Cinemática. Para vivir con la turbia velocidad de un film americano, igual me da avanzar que retroceder. Lo único que puede otorgar cierto valor al progreso es el reposo.

En España, lo más revolucionario que se puede hacer es tener buen gusto.

Amigo de la Verdad, pero más amigo de Platón todavía. Platón es el huerto que nos rinde cosecha de cien verdades por año. Sin contar con la sombra regalada y el buen olor.

Los aforismos son las golondrinas de la Dialéctica.

Como la vejez es una segunda infancia, la filosofía es una readquirida inocencia.

Desde los veinte a los cincuenta años, este hombre se ha estado elaborando penosamente una juventud.

Portugal es el compendio de España. Es su archivo, estilo y cifra, su quintaesencia. Quien se proponga dar con la clave de los más preciosos secretos culturales, históricos y políticos de España, búsquelo en Portugal.

La libertad, que es una médula, se abriga necesariamente dentro de la propiedad, que es un hueso.

Es terrible que el español no pueda “amar” sin “querer”.

Ni la Naturaleza ni la Nación conviene destruir. Pero a los dos importa exorcizar. El exorcismo contra la Naturaleza lo da el Espíritu. El exorcismo contra la Nación, la Cultura.

Nada de robinsonear. No estamos en una isla desierta, sino en una ciudad, dentro de otra ciudad, que es la Cultura, dentro de otra, a su vez, que es la Historia. 

Levantamos los párpados y vemos inmediatamente compañía. Tendemos el meñique y tocamos colaboración. Abrimos la boca y respiramos tradición.

Haz por llegar a viejo candidato a la Sencillez. La Sencillez acabada exige tiempo para estar de vuelta de muchas complicaciones.

Señor, haz que mi arte se parezca a mi vida, como la llama al leño que se consume. La llama es, para el leño, tanto como baile, muerte.

El estilo, como las uñas, es más fácil tenerlo brillante que limpio.

Copiará fatalmente quien no sepa heredar. Recuérdese que cuanto no es tradición es plagio.

Tan fácil, en la Anécdota, ser padre. Tan arduo ser padre en la Categoría.

El universo no es una máquina; el universo es una sintaxis.

Noble, quien se sabe con más deberes que los demás.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #305

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