No cultivó el género aforístico, pero toda su obra, y en particular las Epístolas morales a Lucilio, de donde procede nuestra cosecha, es una sucesión de relampagueantes sentencias, útiles preceptos y saludables advertencias. Para él, como para todos los sabios, desde Platón a Schopenhauer, desde Plutarco a Montaigne, la primera de las ciencias es saber vivir. Pero su meta, la perfección...