Lleva tres décadas dedicado a estudiar y compartir sus conocimientos sobre la ayahuasca desde una perspectiva amplia, que incluye la investigación antropológica y etnopsicológica y la aplicación terapéutica. En 1994 publicó El món Shuar contemporani y Los jíbaros, cazadores de sueños (reeditado y ampliado en 2016), y en 1997 publicó Al trasluz de la ayahuasca, trilogía que expone su trabajo de campo en la Amazonía ecuatoriana, su experiencia personal con la mixtura y su iniciación en el chamanismo shuar. Desde entonces, el Dr. Josep Mª Fericgla (Barcelona, 1955) ha sido una referencia internacional en el proceso de globalización de la ayahuasca. En 2018 publicó Ayahuasca. La realidad detrás de la realidad, una compilación de artículos y conferencias que se completa con una segunda parte en la que sistematiza los usos de la decocción amazónica en psicoterapia y en el cultivo del mundo interno. El Dr. Fericgla, desde un conocimiento profundo de la sustancia y de sus orígenes, ha desarrollado una manera propiamente occidental para usar la ayahuasca, la Tercera Vía de consumo, alejada de exotismos impostados y focalizada en “buscar la experiencia del Ser impulsada por la ayahuasca”.
Pionero en el uso terapéutico de enteógenos en unos años oscuros en los que era difícil sospechar el actual renacimiento psicodélico, el Dr. Fericgla sigue trabajando desde su fundación radicada en Can Benet Vives –campus dedicado al desarrollo humano, en el Parque Natural del Montnegre, a una hora de Barcelona–, y hace un año ha creado un nuevo enclave privilegiado: la casa Etno-Ahuano, un lugar paradisíaco en plena selva de la Amazonía ecuatoriana, que es reserva medioambiental, banco de plantas sagradas amazónicas y hostería donde pasar unos días, tomar ayahuasca y sumergirse en la selva con guías indígenas. Hablamos con él sobre el momento que vive la ayahuasca, sobre las luces y las sombras que rodean a esta planta amazónica en su sorprendente expansión por el mundo.
Vayamos al principio, ¿cuándo tuvo Ud. su primera experiencia psicodélica?
Tenía 15 años, durante un encuentro de jóvenes cerca de Montserrat. Tras relajarme profundamente, me alejé del monasterio y tuve mi primera experiencia de expansión de consciencia. Fue un éxtasis espontáneo imposible de describir que dejó en mí una impronta tan permanente que determinó mi existencia hasta el día de hoy. Tras aquella experiencia decidí dedicar mi vida al estudio científico de tales estados de plena integridad. Desde el punto de vista de la profundidad existencial que favorecen en las personas, nunca he diferenciado en exceso las experiencias extáticas propulsadas por enteógenos, de los métodos de meditación, de respiración yóguica o de la respiración holorénica que creé hace más de 20 años y es la técnica que uso en los talleres que dirijo mensualmente. Que sean experiencias evolutivas o regresivas depende del sujeto, del contexto, del guía y de otros factores, no solo del propulsor. La segunda experiencia que marcó mi vida fue con LSD-25, a los 21 años. Por entonces ya estudiaba psicología y me percaté de que lo que aprendía en la universidad no servía para explicar mi experiencia. Con alguna excepción, la psicología es angosta y alejada de la realidad. De ahí que busqué hasta que descubrí la fresca amplitud de la antropología, ciencia a la que me entregué en cuerpo y alma. Más tarde tuve otras experiencias psicodélicas que forman parte de mi vida personal y no hay que aburrir a nadie con ello.
¿Cómo fue su primer acercamiento a la ayahuasca?
Maravilloso. En 1989 estaba dedicado al estudio antropológico de los enteógenos y de su importancia en cada sociedad. En 1985 había publicado mi primer libro, El bolet i la Gènesi de les cultures (El hongo y la Génesis de las culturas), mostrando la importancia de la Amanita Muscaria en mi cultura materna, la catalana. Hasta donde sabía entonces, los shuar de la alta Amazonía ecuatoriana eran, y son, el pueblo que consume más enteógenos en asiduidad y en variedad. Viajé hasta ese rincón del mundo y tras varios intentos fallidos, probé la mixtura de manos de Tankámash, un chamán shuar hacia el que siento un enorme agradecimiento. Me convencí de su imponderable potencial para mí y para Occidente. Regresé a Barcelona y pedí una subvención a la Comissió Catalunya-Amèrica, del gobierno catalán, para realizar una investigación sobre los usos, psicología, farmacología y aplicaciones de la ayahuasca. Con aquella subvención oficial organicé una larga campaña de estudios en la Amazonía acompañando por el psiquiatra Joan Obiols y el etnomusicólogo Josep Martí. Probé numerosas variedades de ayahuasca, recopilé datos etnográficos, realizamos EEG a diversos chamanes y al regresar estaba completamente convencido que esta mixtura es la medicina para la neurosis.
Es un pionero en el uso de distintas sustancias que hoy empiezan a ser reconocidas en el ámbito terapéutico, ¿cómo valora los beneficios en el campo de la salud de sustancias como el MDMA, la ketamina y la LSD?
Sería largo responder a esta pregunta excluyendo posibles malentendidos, pero de manera muy esquemática: la MDMA puede ser utilizada –insisto: puede ser usada, no es automático– para experimentar la profunda unión anímica con las demás personas, para tener una experiencia de amor impersonal y explorar el propio inconsciente sin temor al dolor que produce destapar heridas del pasado. La ketamina, en dosis no anestésicas totales, anula el ego, permite dejar de sentir dolor físico y hunde al sujeto en un estado de vacuidad psíquica, de experiencia de la nada utilísima para prepararse para la muerte. Además, se ha descubierto que actúa como eficaz antidepresivo desde la primera experiencia. La LSD-25 es el gran enteógeno. Tomar LSD es disolver temporalmente la fuerte predominancia del ego, permitiendo experimentar la maravillosa y trascendente realidad que se desvela tras fundirse el sujeto y el objeto sin perder la consciencia. Es abrir el inconsciente a la percepción de la belleza suprema. El tiempo se detiene y se entra en un mundo donde desaparece la constante dicotomía entre el yo y el otro. En psicoterapia, siempre bien usada, la LSD permite, por así decir, dar la vuelta al inconsciente como si fuera un calcetín, y dejar que caiga todo lo que alberga.
¿Por qué cree que de todos los psiquedélicos que existen la ayahuasca es el que está teniendo una mayor difusión en Occidente? ¿Se trata de una moda o es que realmente la ayahuasca aporta algo apropiado a la necesidad de trascendencia del inquieto occidental?
La ayahuasca no es mejor ni peor que otros enteógenos, es el más adecuado para la psique del occidental medio actual. Es la medicina que estamos necesitando desde hace casi un siglo. Cuando empezó a difundirse, hace 30 años, pensé que seguiría la misma curva que otros psicodélicos: 20 años entre la expansión, el uso masivo y la desaparición, restando pequeñas minorías interesadas. La sorpresa ha sido constatar que el consumo de ayahuasca ha ido creciendo sin parar. Actualmente, y si mis cálculos son ciertos, hay unas 120 personas guiando sesiones de ayahuasca en España, cada semana o casi, sin contar las ceremonias devocionales daimistas y de la UdV. ¿Cuál es el motivo de este crecimiento exponencial tanto en Europa como en Japón, en el mundo urbano latino y en EE UU? No se debe pensar en estupideces tales como que genera adicción –que no genera, bien al contrario–, que solo es una moda –aunque hay bastante de ello, no lo es todo– o que el mercado consumista está siempre ávido de novedades. El motivo real de la expansión, a mi juicio, es que esta mixtura panamazónica cumple un cometido vital para todo ser humano: abre la conexión de la consciencia del sujeto con la dimensión trascendente que albergamos en el inconsciente, con esta personalidad profunda que Jung denominaba personalidad Núm. 2, que es la totalidad de la psique individual donde se aloja la dimensión atemporal que forma parte de nuestro ser, donde hay la posibilidad de una experiencia espiritual verdadera, de donde surge el sentido de la vida, la energía psíquica para sostener la vida cotidiana y la creatividad. Es la dimensión generalmente cubierta por personalidad Núm. 1, que se ocupa de las tareas diarias, las obligaciones sociales y todo lo que nos exige la vida mundanal. El occidental medio ha olvidado que dentro de sí tiene esa dimensión trascendente, la personalidad Núm. 2, y al perder el sentido profundo de su vida se convierte en un ser neurótico atrapado por el patrón consumista que se nutre de la angustia de vivir una existencia sin sentido, angustia que se encubre con un consumo compulsivo. La ayahuasca, cuando la persona que lleva la sesión lo hace con una impecable corrección, abre la consciencia y la experiencia de la personalidad Núm. 2 y el sujeto lo vive como un proceso de sanadora integración de los elementos conflictivos que todos llevamos.
¿No hay algo de superficial exotismo en la fascinación que despierta el ritual ayahuasquero en Occidente? ¿Estamos haciendo nuestras unas prácticas ancestrales sin entenderlas a fondo?
Desde luego que hay mucho de superficial en la moda ayahuasquera, tanto en Occidente como en las propias etnias amazónicas. Aunque, insisto, que sea algo que a menudo cabalga en la insubstancialidad, no significa que no cumpla una función esencial. La antropología sabe que las tradiciones se inventan y que, con frecuencia, forman parte más del imaginario humano que de costumbres objetivamente antiguas. En mi tierra natal, Cataluña, hay la tradición de comer calçots y cualquier catalán respondería que se comen desde tiempo inmemorial. Sin embargo, el campesino tarraconense que improvisó esta manera de aprovechar los cebollinos tiernos crecidos en invierno está vivo o murió hace poco. Es una “lejana tradición” inventada hace medio siglo que se ha difundido con éxito por todo el territorio catalán formando hoy parte de la identidad culinaria catalana. A pesar de las obvias diferencias, con la ayahuasca sucede algo similar. Hay grupos étnicos de la Amazonía y del piedemonte andino que históricamente no tomaban ayahuasca pero que, desde hace menos de treinta años, han adoptado esta tradición a la vista del éxito comercial. No nos engañemos, cualquiera que tenga piel cobriza, nariz ancha y se cuelgue una pluma de papagayo en la cabeza puede pasar por chamán amazónico a los ojos del occidental medio, sin serlo. Con esto no quiero decir que no existan verdaderos chamanes, guardianes de su cosmovisión ancestral. Los hay en la Amazonía profunda y en los Andes recónditos, se trata de individuos alejados del consumismo que no aparecen en internet ni se ofrecen para recibir grupos de occidentales.
En alguno de sus artículos he leído que incluso los rituales en grupo que asociamos con la toma de la decocción es una adaptación comercial pensada para el turista ayahuasquero.
En algunas etnias amazónicas nunca se ha tomado ayahuasca en grupo, a pesar de que algunos indígenas lo ofrecen a los occidentales como algo auténticamente tradicional. Ingiere el chamán solo para “ver” el trastorno de la persona que le pide ayuda. Tal vez toma la familia entera para vomitar y expulsar el mal humor que ronda por la choza. A veces toman los amigos o hermanos para tener visiones y tomar decisiones, pero no se trata de una ceremonia grupal. Las ceremonias tradicionales eran casi individuales y, desde luego, jamás para cultivar el mundo interno. Como anécdota, hace unos años dirigí una sesión de ayahuasca en la que había unas 50 o 60 personas. La dirigí a medias con un taita quichua que se asustó al ver tantos participantes. “Se van a matar, vendrá la policía, tendremos problemas”. Le insistí en que no debía preocuparse, pero no paraba de preguntarme: “¿Estás seguro de lo que vamos a hacer?”. Conozco a mi gente, y lo que debemos evitar es pelearnos tú y yo para dirigir la sesión. Empezamos, la sesión se desarrolló con calma y en beneficio de todos. Al acabar, el taita, sorprendido y admirado, me dijo: “Has de venir a enseñar a mi gente a hacer las ceremonias así. Cuando somos más de seis o siete, suele acabar en pelea”.
¿Por qué sucede que entre pueblos que la consumen tradicionalmente, haya tales peleas?
Bajo el efecto de la mixtura visionaria suele desplegarse la sombra psíquica de cada participante. En la Amazonía es usual que los hombres y mujeres que participan en una sesión lleven vidas muy próximas, como las que se dan en grupos demográficamente pequeños, y que haya viejas historias de celos, de venganzas y resentimiento, y no es extraño que, bajo el efecto de la ayahuasca, se transformen en agresiones. No es extraño, pero tampoco es lo más usual.
En su libro Ayahuasca. La realidad detrás de la realidad ofrece un testimonio crítico del fenómeno espiritual y mercantil que hay en torno a la planta, llegando a denunciar incluso el mal hacer de determinadas organizaciones como Ayahuasca Internacional e Inner mastery. ¿Por qué la espiritualidad en general, y en la ayahuasca en particular, es un ámbito tan dado al engaño?
San Agustín dijo: “en el mundo de la espiritualidad está lo mejor y lo peor de la especie humana”. Todo ser humano ha buscado y busca el contacto con lo esencial del universo, con la divinidad, la llame como sea, y este profundo anhelo de lo sublime nos mueve a creer, a entregarnos, a evolucionar y también a engañarnos. Un uso adecuado de la ayahuasca ayuda a construir el anhelado puente entre mi pequeña individualidad y el Gran Todo del que formamos parte, seamos conscientes de ello o no. Y esta es la función básica de la mixtura: abrir la consciencia a la fuerza de la vida, pero no es oro todo lo que brilla y es fácil inducir engaños.
¿Qué abre la ayahuasca?
Abre la percepción, los recuerdos escondidos en el inconsciente, abre la guerra civil que todos llevamos dentro y ayuda a integrar los opuestos psíquicos, abre la consciencia a la experiencia de lo numinoso, de lo trascendente, de la sagrada fraternidad entre humanos y abre la capacidad intuitiva. La forma de llegar a ello varía según la época, las cosmovisiones y la realidad de cada persona, pero la necesidad es la misma. Estamos en un tiempo de tremendo cambio del paisaje humano, de brutal mundialización, de expansión de las redes sociales, de trágica uniformización de la vida, de un consumismo compulsivo que está acabando con el bello planeta en que vivimos, y de interferencias culturales como nunca antes había sucedido. Esto implica variar radicalmente las formas porque los cambios de ciclo siempre son convulsos, pero las necesidades esenciales de ser humano son siempre las mismas. La ayahuasca, insisto, abre y solo abre. Es algo que he consultado con chamanes brasileños, ecuatorianos, peruanos y colombianos, y coincidimos. Abre. Lo que cada uno encuentra tras abrir la percepción hacia el mundo interno y el externo eso depende de cada persona y del contexto. Por eso, y lo digo con absoluta certeza, en toda sesión de ayahuasca es más importante quién la da que quién la bebe.
Usted es partidario de una Tercera Vía para el uso de la ayahuasca, la occidental, ¿acaso los rituales amazónicos no nos sirven?
No. Repito, el ser humano sigue tendiendo las mismas necesidades esenciales hoy que hace cinco mil años: pertenecer a un grupo que lo reconozca, cuidar el cuerpo y evitar el dolor, buscar el sentido trascendente de su existencia, unirse al otro sexo para formar una unidad, iluminar con la consciencia la oscuridad del inconsciente… En referencia a alguna de estas necesidades, la ayahuasca puede ayudar a satisfacerlas, pero las formas han cambiado respecto de cómo se hacía en la Amazonía hasta hace medio siglo. Por ejemplo, las formas tradicionales indígenas de tomar ayahuasca no contemplaban –no era necesario– lidiar con el narcisismo asociado al consumo de psicótropos, pero en nuestro mundo es un riesgo psicológico de primer orden. Incluso se puede afirmar que en la sociedad de consumo todo está orientado a generar personalidades narcisistas. Las viejas tradiciones amazónicas y andinas frenaban el riesgo de caer en el trastorno narcisista, pero tales formas de vida son impensables para el mundo globalizado.
¿En qué consiste esa Tercera Vía de consumo de la ayahuasca?
Tras años conviviendo con etnias amazónicas, y una vez comprendida con precisión la función de cada uno de los factores que intervienen en las ceremonias indígenas donde se consume ayahuasca, he desarrollado formas de consumo de ayahuasca acordes a las necesidades y valores occidentales. Se puede adoptar un rito solo si se comprende la función original, no hay que copiar las formas. Nosotros no somos animistas y los chamanismos tradicionales han surgido de este patrón cognitivo. En un mundo dominado por los valores occidentales, los efectos de la ayahuasca deben concebirse, en un sentido amplio, desde la psicoterapia y dentro de la desaforada búsqueda de la experiencia espiritual por parte del huérfano occidental, deben concebirse como un remedio a la neurosis, como una vía para conectar con lo esencial e intrínseco de la vida, con el ser interno. La Tercera Vía de consumo de ayahuasca armoniza una dimensión espiritual no confesional, su uso como psico-integrador, una dimensión grupal que ayuda a los participantes a confraternizar y, especialmente, supone un saludable encuentro de cada uno consigo mismo, con la personalidad Núm. 2.
Según usted las ceremonias estilo chamánico que se venden en Occidente son etno-ficción.
Ciertamente, al no haber un sistema de verificación de calidad en referencia a la toma de la mixtura, se venden sesiones –“ceremonias” como gusta etiquetar– que a menudo poco ayudan a los asistentes. Y eso, tanto por parte de los diletantes occidentales como por parte de indígenas avispados interesados en aprovechar el tirón del mercado. Solo hace falta recorrer con cierto sentido crítico las webs que anuncian ceremonias de ayahuasca para percatarse que la mayoría de indígenas que aparecen van disfrazados. Es como si yo me pusiera la tradicional barretina catalana para dar una conferencia, atuendo que no se usa desde hace un siglo, para parecer más catalán. Esto es teatro costumbrista. No obstante, el recurso a las “ceremonias tradicionales indígenas” sigue vendiendo de cara al consumidor europeo o norteamericano, en general poco crítico. De todas maneras, como se suele decir, que exista “moneda falsa” indica que hay monedas verdaderas, solo que se debe buscar más.
Su revisión cuestiona también por obsoletas las formas tradicionales que han sido las trasmisoras del conocimiento ayahuasquero, ¿por qué no repetir sus fórmulas?
Respeto profundamente las tradiciones de los pueblos amazónicos que toman ayahuasca. Les debemos el haber mantenido vivo durante siglos el conocimiento para reconocer las lianas adecuadas, haber transmitido a través de generaciones de hombres anónimos la sapiencia de cómo mezclar los ingredientes, cómo respetar la verdad y la naturaleza, cómo recuperar la armonía a través de las visiones de la ayahuasca. En definitiva, de cómo sanar el espíritu. Justamente por el inmenso respeto intelectual y anímico que siento hacia ellos, no puedo ceñirme a repetir formas de hacer que han quedado vacías a raíz de los cambios acaecidos en el mundo en los últimos treinta años y que, en definitiva, no corresponden a nuestra cosmovisión. El chamán shuar que fue mi introductor a sus conocimientos herméticos me inició en un periodo de varios años, especialmente durante cuatro intensos meses de ayunos y aprendizaje. Nunca había iniciado a un blanco. Me comentó que la iniciación antes duraba dos años pero que conmigo halló la manera de hacerlo en cuatro meses, ni un día menos. Necesitamos adaptar este fenomenal recurso para el cultivo de la consciencia y para la sanación al mundo moderno, y es lo que propongo con el desarrollo de la Tercera Vía de uso de la ayahuasca.
¿Qué les diría a los que se resisten al cambio por temor a que se pierda la esencia de un conocimiento ancestral?
Que la existencia es cambio permanente, y cuando uno se agarra a cierta liturgia olvidando la función, es un cadáver que respira. Si todo cambia, ¿por qué se extrañan que cambie la manera de tomar ayahuasca? Lo que sí resulta inaceptable, repito, es convertir una vía hacia lo trascendente en un consumo necio, propio de las drogas de abuso.
¿Cómo respondería a los que hablan de un apropiacionismo cultural que beneficia al hombre blanco, dejando al margen de la nueva bonanza a los depositarios ancestrales del conocimiento ayahuasquero?
Tal generalización es incorrecta. Hay casos que ilustran esto y otros lo contrario. En segundo lugar, la Tercera Vía de uso de la ayahuasca es una creación propiamente occidental, sin exotismos de feria. En tercer lugar, la bonanza económica derivada de la expansión panamazónica de la mixtura, en muchos casos beneficia a los indígenas, encantados por ello. Lo que no quita que también haya maliciosos. Sé del caso de un buen amigo, chamán kamsá del sur de Colombia, que fue invitado varias veces por un norteamericano a dirigir sesiones en los EE UU. Debía llevar la mixtura consigo atravesando la frontera, abonar su pasaje de avión y le pagaba 50 dólares por asistente, mientras que el promotor cobraba más de 350. Esto no es apropiación, es una estafa.
Desde hace un año la Fundación J. Mª Fericgla ha puesto en marcha la casa Etno-Ahuano, en la Amazonía ecuatoriana, ¿qué relación tiene este enclave paradisíaco con la ayahuasca?
El suministro de la liana se está agotando debido a la creciente demanda por parte de Occidente y de Japón. Hay indígenas amazónicos que roban las lianas viejas de Banisteriopsis, las mejores, a otros indígenas para venderlas al mercado internacional. Para mí es inaceptable colaborar en esta depredación. Solo han organizado grandes plantaciones para su propio consumo las religiones brasileñas ayahuasqueras. Cuando descubrí esta penosa realidad, decidí promover una plantación para el consumo de mi círculo y para suministrar a las personas que hagan un buen uso de la mixtura, a precios razonables y distribuyendo los beneficios de manera justa. Tuve la suerte inmensa de encontrar esta enorme finca, hoy ya conocida como casa Etno-Ahuano, donde he fundado un banco con diversas variedades de liana. A la vez, es una reserva medio ambiental, un lugar en el que descansar y desde donde conocer las sutilidades de la selva de la mano de guías indígenas. Insisto, necesitamos instaurar una manera occidental, madura y respetuosa de aprovechar los gigantescos potenciales de la ayahuasca en el camino de reencuentro con la propia alma. Es lo que ofrecemos en la casa Etno-Ahuano con el apoyo de occidentales, mestizos e indígenas, chamanes y no chamanes que vislumbran la necesidad de cambiar algunas formas de hacer las cosas para mantener la esencia viva. El objetivo de la casa Etno-Ahuano, es ofrecer un lugar donde promover encuentros interculturales, cursos de temas amazónicos, sesiones de ayahuasca bajo mi supervisión o de indígenas capacitados, y un lugar de retiro para personas que quieren experimentar una espiritualidad ligada a un contexto y a unos pueblos abrumadores. Ya se han dado diversos seminarios y hay más previstos. En mayo de este año, impartiré un curso de varios días sobre el uso de la mixtura en protocolos psicoterapéuticos para psicólogos y psiquiatras, tanto europeos como latinos. Estamos organizando un encuentro privado de chamanes de diversas etnias andinas y amazónicas para tratar temas de su interés, tales como métodos iniciáticos o cosmologías locales. Los chamanes, en general, son reacios al encuentro con otros chamanes, hay numerosos problemas con el “poder” de cada uno, con su “verdad” y con las liturgias locales, por lo que nuestro centro, neutro en cuanto a cargas tradicionales, puede devenir un lugar apto para ello. Me gustaría invitaros a todos y a todas.