“Despenalizaría y regularía todas las drogas”
Tre Borràs, desmontando las adicciones y construyendo comunidad
Nació una noche de verbena, un detalle que su madre siempre recordaba para explicar el carácter fiestero y combativo de su hija. Tre Borràs (Reus, 64 años), psiquiatra y psicoterapeuta coordinadora del Servicio de Adicciones y Salud Mental del Hospital Universitario Sant Joan y del Plan de Acciones sobre Drogas de Reus, ha conseguido con su equipo hacer de este municipio y de las comarcas aledañas a las que dan cobertura –Baix Camp, Conca de Barberà, Priorat y Ribera d'Ebre–, un referente ejemplar en un campo tan complejo como el de las adicciones y las drogas. Su apuesta por el trabajo comunitario y en red, desde una visión abierta y más allá de la heteronormatividad, han demostrado que se puede hacer mucho en el ámbito público, pese a todas las dificultades que entraña la crisis del sistema de salud y el prohibicionismo imperante.
Tre Borràs lleva cuatro décadas de trabajo al frente del Servicio de Adicciones de Reus. Es mucha la experiencia acumulada desde 1983, cuando empezó a funcionar este servicio pionero en la atención a las personas con dependencia a la heroína, al alcohol o a otras sustancias. Un servicio que no se ha contentado con la labor hospitalaria y asistencial, sino que se ha extendido tejiendo una red que incluye intervenciones en el ámbito comunitario, con atención a colectivos muy castigados y buscando la participación de los propios usuarios, así como acciones en contextos de fiesta o estimulando el debate y la reflexión de la ciudadanía, por ejemplo, con la difusión de material audiovisual propio como los documentales On the war on Drugs (2018) o The Green Witch Project (2022). Sin olvidar el Taller de mujeres, en marcha desde el 2005, o La Illeta, un Centro de Servicios Integrales de Reducción de Daños y Riesgos que funciona desde 1999 supervisando el consumo o dando cobertura a necesidades básicas, de integración y participación social de los que por allí pasan.
“No se puede hablar todo el día de los riesgos. Prefiero hablar de los placeres, porque vivir sin miedo y pasarlo bien ayuda a tener mejor salud mental”
No ha sido un camino fácil, pero la dedicación constante, abierta y entregada de Tre y su equipo explican detalles como que en las bibliotecas públicas de Reus se encuentren unas “Estanterías psicoactivas” nutridas de publicaciones sobre drogas o que prácticamente todas las farmacias de Reus tengan un servicio de intercambio de jeringuillas y muchas de ellas participen en el programa de metadona. Si en 1991 fueron pioneros en el uso de esta sustancia para tratar la adicción a la heroína –siendo en Cataluña el segundo centro en administrarla después del de la Generalitat en Barcelona–, hoy lo son con un ensayo clínico para el tratamiento con ibogaína de la adicción a la metadona.
En esta red comunitaria que han ido tejiendo a lo largo de los años, lo de dar voz a las personas usuarias no es una simple declaración de intenciones, sino uno de sus principios rectores, articulado en torno a ARSU y DONARSUTOT, asociaciones de usuarios y usuarias de sustancias muy comprometidas en la lucha por unas políticas de drogas que respeten los derechos humanos. La ocupada agenda de Tre no impide encontrarla participando junto a ellas en acciones militantes, un activismo que le viene de los ochenta, cuando con el Grup Igia, una alianza de profesionales de ámbitos muy diversos, comenzaron a plantear alternativas a la prohibición y al abstencionismo de substancias. Será por el momento que eligió para venir a este mundo, pero Tre se apunta siempre a un bombardeo.
Aparte de haber nacido una noche de verbena, ¿cómo empezaste a interesarte por las drogas y la salud mental?
“El prohibicionismo sigue, pero se ha ido suavizando en el contexto clínico con las políticas de reducción de daños y riesgos y por el fracaso del propio prohibicionismo”
A mí siempre me interesó la salud mental. Algo habrá tenido que ver que en Reus esté uno de los psiquiátricos más importantes de Catalunya –una construcción modernista impresionante de Domènech i Muntaner–, y la convivencia con las personas que estaban allí en el momento en que los llamados manicomios empiezan a abrir sus puertas. El movimiento antipsiquiátrico aquí se concretó con la sectorización, que es el despliegue de una red de salud mental comunitaria. Hasta los años ochenta la psiquiatría era algo al margen de la red sanitaria, que estaba más en el ámbito de la beneficencia y respondía a la idea de encerrar y esconder a las personas con trastornos mentales. Siempre me llamó la atención el psiquiátrico y las personas que residían allá. Así que empecé a estudiar medicina porque quería dedicarme a la salud mental y, en cuarto de carrera, conseguí entrar como alumna interna en el psiquiátrico de Reus, donde coincido con Francesc Tosquelles, un psiquiatra sobresaliente al que el CCCB dedicó hace poco una exposición [todavía se puede ver en el Museo Reina Sofía de Madrid, hasta el 27 de marzo]. Tosquelles era de Reus, y como era del POUM, al terminar la guerra tuvo que exiliarse en Francia, donde revolucionó la psiquiatría.
¿Y en el psiquiátrico empiezas a relacionar las adicciones con la salud mental?
Sí. Cuando termino medicina me contratan en el psiquiátrico. Estamos hablando del año 82, y ahí tomo contacto con esa realidad. Por ejemplo, estaba haciendo una guardia y me llegaban personas por problemas con el consumo de heroína, y lo único que tenía para darles era un neuroléptico que los dejaba atontados. Así que con un compañero empezamos a plantearnos que estos casos tenían que salir del hospital psiquiátrico a un hospital general, porque las relaciones con las sustancias, así como con el alcohol, ocasionaban bastantes situaciones problemáticas que requerían una atención específica. Y así comenzamos a organizar un servicio para este tipo de temas. Empezaban las primeras sobredosis y nos dábamos cuenta de que teníamos que ofrecer apoyo al servicio de urgencias. Poco a poco empezamos a capilarizarnos en una red, saliendo del contexto del hospital psiquiátrico y, desde un principio, con planteamientos de proyección comunitaria, sin olvidar la hospitalización. Aunque todavía es un momento muy prematuro, en relación al alcohol ya se había planteado una demanda social para dar respuesta a personas que tuvieran problemas con la bebida, y empieza a producirse la alarma social ligada al consumo de heroína. Por edad, eran nuestros amigos los que estaban cayendo, lo que nos ayudó a adoptar una posición muy horizontal, entendiendo que todos somos iguales y todos somos diferentes. Han pasado cuarenta años, pero en aquel momento no fue nada fácil posicionarnos, estábamos empezando algo nuevo y el marco prohibicionista no nos lo ponía nada fácil. El prohibicionismo sigue, pero se ha ido suavizando en el contexto clínico con las políticas de reducción de daños y riesgos y por el fracaso del propio prohibicionismo.
De genes y adicciones
Como profesional de la salud mental centrada en las adicciones me gustaría preguntarte una cuestión muy básica: ¿qué es la adicción?
Las personas pueden desarrollar relaciones muy diversas con las sustancias. Lo que responde al imaginario de la adicción, son aquellas situaciones en las que la persona prioriza la relación con la sustancia por encima de todo. Pero relaciones con las sustancias hay tantas como personas hay, porque estamos hablando de una situación muy compleja. Hay ocasiones en las que predominan aspectos personales y estructurales de la persona, y otras, un contexto social determinado, y otras, una crisis vital concreta. Esos intentos por generalizar e igualar a todo el mundo para mí son muy complicados. Por supuesto que hay que estudiar los aspectos comunes que ves que se repiten con más frecuencia, pero, aun así, la mirada tiene que ser holística y, a la vez, muy específica, sabiendo que siempre puedes encontrar una diferencia importante en la persona que tienes enfrente.
Hay quien piensa que solo con ayuda farmacológica basta para liberarte de una adicción, ¿es así?
Con las ayudas farmacológicas solo yo no he visto hasta la fecha que se logren grandes cambios. Si estamos de acuerdo en que todo es diferente, con algunas cuestiones comunes, cuantas más opciones tengamos, más fácil será que podamos hacer el traje a medida para cada persona. Muchas veces se olvida que hay toda una serie de determinantes sociales que tienen un peso muy importante. ¿Cómo podemos tratar a una persona que vive en la calle sin tener en cuenta que no tiene cobijo y que para comer tiene que buscarse la vida de forma muy precaria? También la situación legal condiciona muchos aspectos… Sin una mirada compleja y multiaxial difícilmente se puede hacer nada. En ocasiones los fármacos pueden ser muy importantes, pero no es lo más fundamental.
¿Y qué papel juega la voluntad a la hora de liberarse de la adicción?
“Lo que responde al imaginario de la adicción, son aquellas situaciones en las que la persona prioriza la relación con la sustancia por encima de todo. Pero relaciones con las sustancias hay tantas como personas hay”
La voluntad yo no la he visto nunca [risas]. A ver, una puede tener intereses, motivaciones, voluntad le llamarán algunos. Yo entiendo que uno despierta su interés y su capacidad para gestionar mejor su consumo siempre que encuentre aquellas motivaciones que le sirven como palancas de cambio. La voluntad se confunde con este interés. Podemos decir que esta voluntad se podría reforzar si uno encuentra un interés por cambiar. Claro que la propia situación a veces hace que estos intereses no se puedan encontrar. De ahí la importancia de un buen acompañamiento, para poder ir descubriendo y desvelando todo esto. Considero que la intervención psicoterapéutica es muy importante.
Algunos insisten en el carácter determinante de la genética. Una idea muy extendida es la de que hay determinada combinación de genes que nos hacen personas adictas. ¿Podemos manejar nuestras adicciones?
Creo que es muy interesante que los genetistas investiguen y que cuando tengan conclusiones claras nos las expliquen. Pero yo, como trabajo en la realidad cotidiana de las personas, con la genética puedo intervenir poco. Las predisposiciones genéticas, tampoco las puedo modificar, pues trabajo con las relaciones, con el entorno… Porque incluso, cuando te encuentras con alguien que tiene un trastorno genético, también tiene que estar viviendo en este mundo y gestionando su vida de la mejor manera posible.
La gente piensa que la adicción es consecuencia directa de una determinada combinación genética. Que nos han tocado unos genes que nos hacen personas adictas, incluso contra nuestra voluntad.
Esa es una visión bastante determinista. Para mi forma de relacionarme con la realidad y entender el mundo, no niego que no haya aspectos genéticos, pero me preocupo más sobre aquello en lo que puedo intervenir. A nivel terapéutico lo importante es hacer una buena vinculación con la persona para poder construir conjuntamente unos objetivos de cambio. La interacción instructiva, decirle a otro lo que tiene que hacer no funciona, a no ser que te lo pidan, que te digan: “oye, guíame”; aun así, habrá que conseguir que esta persona acabe responsabilizándose, en la medida de lo posible, de su periplo vital.
Una red comunitaria
Eres la directora del Servicio de Adicciones y Salud Mental del Hospital Universitario Sant Joan, ¿qué tipo de personas tratáis?
“Se suele imaginar que uno viene aquí a dejarlo, pero puede venir aquí a hacerlo mejor, a no hacerlo tan problemático o a informarse de cómo puede mejorar su vida”
Son perfiles muy diversos. La demanda mayoritaria es de personas que tienen problemas con el alcohol, después problemas con estimulantes, sobre todo coca, coca con alcohol. En cambio, los problemas con los derivados opiáceos han disminuido bastante, a pesar de que la idea, la manera en la que se visualizan las adicciones responden a un modelo muy heroinacéntrico. Hay que tener en cuenta que la heroína generó un impacto muy fuerte, pero, en este momento, las formas de consumir y las sustancias han variado muchísimo. Nosotros no solo trabajamos a un nivel clínico y asistencial, también trabajamos a nivel comunitario, tenemos un plan de acción sobre drogas. Y tenemos La Illeta, un centro comunitario para personas que necesitan un lugar donde estar unas horas al día, para cubrir necesidades básicas, de higiene, de alimentos, de algunas actividades o de compañía. Por ejemplo, tenemos allí una radio que emite una vez por semana y una asociación de personas usuarias tiene allí su sede. Ahora también disponemos de un laboratorio para analizar sustancias, lo que permite que las personas consumidoras de coca, heroína y metanfetamina puedan analizarla allí mismo, en La Illeta. También pueden utilizar este servicio de análisis personas que usen drogas de ámbito más festivo, en un horario específico para ello.
Y tengo entendido que también trabajáis con las asociaciones cannábicas como un dispositivo comunitario más.
Sí, con los clubs de cannabis trabajamos para implementar programas de reducción de daños y riesgos y para facilitar que haya productos de uso terapéutico. Organizamos en común sesiones de información y debate de temas relacionados con los usos de cannabis.
Además, tenemos un grupo de mujeres que hacen distintas actividades y con el que formamos parte de REMA, la Red de Mujeres Antiprohibicionistas. Cuando el apoyo trasciende el propio contexto es muy interesante, por ejemplo, el intercambio que se produce con otros grupos como las Metzineres de Barcelona y Mujeres Cannábicas. También participamos en actividades de fiesta en la ciudad, ¡ahora viene carnaval! Tenemos además programas de apoyo a la externalización de personas presas. Trabajamos con las bibliotecas de Reus, con un programa que se llama “Estanterías psicoactivas” y que ha hecho que las bibliotecas de Reus tengan ahora algunas de sus estanterías con publicaciones sobre drogas. Recientemente, para este programa, hemos acogido el fondo de revistas extranjeras que tenía Cáñamo. Procuramos siempre ir tejiendo, ir entrelazando. En el ámbito del cine ahora tenemos un espacio muy interesante en el Psicurt, un festival de cortometrajes relacionados con temas de salud mental, que ha organizado un compañero psicólogo para que estudiantes de la ESO, de educación secundaria y bachillerato acudan a proyecciones y debatan acerca de la salud mental y los usos de sustancias.
Es una queja común de los médicos y sanitarios del sistema público no tener tiempo para atender debidamente a los pacientes. En el ámbito de la salud mental al parecer es especialmente grave. ¿Sois capaces de atender satisfactoriamente a vuestros pacientes?
No. En este momento, no. Si esta entrevista la hubiéramos hecho hace tres años te habría dicho que bueno, que más o menos. Cada vez es peor, pero todavía podemos mantener una cierta calidad. Hacer intervenciones quincenales de psicoterapia es ciencia ficción en la red de salud mental y ahora, aquí, gracias a que una compañera tenía formación en grupos de psicoanálisis, y con la ayuda de otras, hemos podido paliar en parte estas dificultades con la psicoterapia de grupo, lo que nos permite atender a personas de forma semanal y compensar el distanciamiento entre sesiones individuales. La necesidad nos ha llevado a desarrollar este tipo de intervención que aporta mucho valor a las opciones que teníamos de psicoterapia. Nosotros no habíamos tenido nunca más de quince días de lista de espera y ahora estamos a más de 45 días. Ya sé que en otras especialidades pueden tener hasta dos años, pero así es difícil poder dar buenas respuestas a las demandas que recibimos, en muchas ocasiones de gran complejidad.
¿Pero esto es debido a una falta de recursos o a que se ha incrementado la demanda de salud mental y las adicciones tras la pandemia?
Yo creo que no se ha dado un gran incremento en relación al consumo de sustancias, pero si que hay más malestar y empobrecimiento. Durante la pandemia no paramos ni un día y pusimos en marcha un sistema de atención online, gracias al esfuerzo de todos los profesionales, cada uno poniendo sus medios para poder seguir atendiendo. El tema es que cuando hay una jubilación no se cubre. El problema no viene de la pandemia, sino desde 2008, cuando la crisis económica vino acompañada de recortes o, más que de recortes, de un no acompañamiento de recursos cuando si hubo un incremento importante. Estos recortes ahora se han hecho súper evidentes. Y sí, hay un ligero incremento de casos, pero lo grave es no haber puesto los recursos necesarios en los últimos quince años, al menos en nuestro caso.
Tratar una adicción no debe ser sencillo y debe de requerir un seguimiento, ¿no?
“Si ya está criminalizado el uso de sustancias, cuando se trata de una mamá puede ser terrible el ensañamiento. En estos casos, acompañar estas situaciones requiere de un gran esfuerzo, por tener que cuestionar creencias que se presentan como científicas y protectoras de la infancia, cuando muchas veces son ideológicas y rechazan vínculos que deberían ser cuidados como el de una madre con su bebé”
Depende en cada caso del papel que juega el consumo, si es una o varias sustancias, el grado problemático a niveles bio-psico-social y cuál es el planteamiento de la persona. Nosotros nos proponemos como servicio de adicciones y salud mental porque, en muchas ocasiones, ambas cosas van en paralelo. Esto no es como tratar una infección de la amígdala o un esguince, aquí hay que atender desde una visión de complejidad y de interdisciplinariedad. Se suele imaginar que uno viene aquí a dejarlo, pero puede venir aquí a hacerlo mejor, a no hacerlo tan problemático o a informarse de cómo puede mejorar su vida. Son muchas las situaciones que se nos presentan. Por ejemplo, el tema de las maternidades, un tema complejo: si ya está criminalizado el uso de sustancias, cuando se trata de una mamá puede ser terrible el ensañamiento. En estos casos, acompañar estas situaciones requiere de un gran esfuerzo, por tener que cuestionar creencias que se presentan como científicas y protectoras de la infancia, cuando muchas veces son ideológicas y rechazan vínculos que deberían ser cuidados como el de una madre con su bebé. Tendría que haber programas que ayudaran a estas mujeres a poder realizar esta crianza. Como REMA estamos desarrollando, con la participación de madres usuarias de sustancias, un proyecto que revisa estas miradas y actuaciones.
Formáis parte de la institución sanitaria, pero siempre tenéis un pie en lo comunitario.
Nosotros siempre hemos sido como un servicio más del hospital y, desde la estructura hospitalaria, es complicado que se entienda nuestra visión de las personas que tienen problemas con los usos de sustancias; tampoco se comprende a veces la proyección comunitaria de nuestras actividades o nuestro activismo. Por ejemplo, creamos el centro de La Illeta porque, a finales de los noventa, cuando empezaban los grandes tratamientos para personas con VIH, veíamos que les estábamos dando unos tratamientos de costes millonarios a alguien que a lo mejor no tenía casa, que no tenía donde guardar sus medicamentos, que no tenía qué llevarse a la boca para comer… Veías que aquello no tenía ningún sentido. Y así fue como empezamos a desarrollar esta atención con programas de apoyo comunitario.
No solo enfocáis la atención al individuo, sino que ampliáis según sea necesario a un ámbito grupal, familiar o de pareja.
Nuestro marco epistemológico es sistémico, trabajamos con la persona y sus relaciones e interacciones. Hacemos eclecticismo teórico, tratamos de incluir otras perspectivas y conocimientos. Las relaciones se pueden trabajar individualmente, pero a veces es más operativo abordarlas en pareja o en familia o en el grupo de pertenencia de la persona, si uno vive con unos amigos y estos son los que realmente te acompañan, ¿por qué no?
Psicosis, placeres y heteronormatividad
Hemos estado hablando sobre todo de adicciones, pero los trastornos asociados al consumo de drogas ilegales, según el informe anual de la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito, solo afectan a un 11-13 % del total de usuarios. Y supongo que los trastornos por consumo que afectan a la salud mental de los usuarios serán todavía más minoritarios.
Bueno, es que si los trastornos afectaran a todas las personas que consumen o han consumido drogas sería desesperante. Debido a determinados discursos tremendistas, esta es una confusión muy habitual y conlleva mucha ignorancia.
La mayoría de la gente, en cambio, piensa que el consumo de drogas es de por sí un problema.
Sí, y ello genera a veces mucho sufrimiento en personas que desconocen el consumo, familiares que descubren que alguno de los suyos ha tomado algo y sufren porque confunden un uso puntual con una adicción o con un uso problemático. Si por el hecho de consumir pocas veces todos los consumidores tuvieran problemas, esto sería terrible. Efectivamente, los que tienen problemas lo pasan muy mal, puede haber situaciones muy complicadas, pero no por el hecho de consumir se acaba teniendo un problema. Antes me hablabas de la predisposición genética, pues, mira, incluso en los casos de personas que tienen una vulnerabilidad especial hacia trastornos de tipo psicótico, personas que se ha visto que, a la vez, en paralelo, tienen una filia especial para el consumo de determinadas sustancias, ni siquiera en estos casos se puede decir que uno acabe desarrollando un trastorno de salud mental porque consumió una determinada sustancia. En los ochenta se decía que el consumo de LSD podía desarrollar cuadros psicóticos, como si una persona por el hecho de haber tomado LSD se provocara un trastorno psicótico crónico. No. Lo que pasa es que este consumo puede ser que coincida con un momento en el que se desencadena un trastorno psicótico, y, sí, puede ser que la sustancia en ese momento sea el desencadenante, pero porque probablemente el trastorno ya está latente. Ahora los psicodélicos, que eran sustancias consideradas peligrosas, se están investigando y estudiando sus usos terapéuticos. Y, claro, desarrollar ahora este conocimiento psicodélico es complicado, precisamente por esta visión reduccionista. El prohibicionismo genera mucho desconocimiento y mucha ignorancia, para mí es francamente preocupante, aunque soy optimista porque hay un redescubrimiento de la psicoterapia acompañada con psicodélicos y un reconocimiento científico de sus propiedades terapéuticas que espero contribuyan a reequilibrar la situación.
Como directora del Pla d’Accions sobre Drogues de Reus ¿cómo te diriges a ese casi 90 % de usuarios de drogas ilegales que no tienen mayor problema con sus consumos? Porque ante esta ignorancia producida por el prohibicionismo, la responsabilidad es grande.
“Hay sustancias que en un momento dado pueden ser motivo de abuso y a la larga desarrollar una dependencia de ellas, pero, a su vez, también pueden ser terapéuticas o, bien usadas, en unas condiciones y en un contexto determinado, nos pueden dar placer”
Indudablemente asumo la responsabilidad. Tampoco quiero ser frívola: si uno no está en una situación de estabilidad y de equilibrio, indudablemente tendrá más riesgos cuanta más exposición tenga. Pero mi preocupación es dar una información que sea objetiva, clara, de calidad y creíble para las personas que realmente la tienen que usar. En muchas ocasiones se ha hecho que los programas de prevención hablen de todos los horrores, daños y posibles perjuicios, y así se pierde la información realmente importante, que es la que tendría que orientarnos para que todos sepamos y podamos gestionar el uso de sustancias. Quiero que se me entienda: hay sustancias que en un momento dado pueden ser motivo de abuso y a la larga desarrollar una dependencia de ellas, pero, a su vez, también pueden ser terapéuticas o, bien usadas, en unas condiciones y en un contexto determinado, nos pueden dar placer.
¿Todas y cada una de las drogas pueden tener un uso provechoso?
Sí. Yo creo que lo importante es que se pueda hablar de todo y poder dar esta información clara, sin prejuicios, porque de esta manera es como se puede desarrollar una actitud crítica para saber si una cosa te conviene y te interesa o no, para saber si una cosa ayer te iba bien pero mañana no, para saber si es o no el momento. Es necesario trabajar en esta línea de la buena información. Cáñamo, por ejemplo, hace una buena labor en este sentido, y Energy Control. Los programas de prevención tienen que partir de aceptar el consumo y Energy Control ha tenido un papel importantísimo en esto. Las políticas de reducción de riesgos y daños para mí son una filosofía de intervención a cualquier nivel.
Se habla mucho de la realidad cambiante en materia de drogas, desde que llevas ejerciendo como psiquiatra especializada en adicciones, ¿qué ha cambiado?
Ha cambiado todo muchísimo, por suerte. Yo también me siento muy cambiada. Siento que ahora se puede hablar de los derechos de las personas consumidoras y se empieza a respetarlas sin exigirles la abstinencia. Ahora, por ejemplo, no se cuestiona el consumo y se empieza a visibilizar que hay muchas personas que toman sustancias y que no por ello tienen problemas, ni son adictas. Antes, la asociación del consumidor con el adicto era prácticamente fija, ahora, en cambio, se empieza a aceptar que consumidores y consumidoras hay de muchísimos tipos, lo que va resquebrajando este discurso uniforme que vincula las adicciones, los problemas o la criminalidad con el consumo de drogas.
Entre vuestras señas de identidad, remarcáis la importancia de abordar la realidad de las drogas desde un enfoque interdisciplinar y en red, “más allá de la heteronormatividad”. Hombres, mujeres, personas de género no binario… ¿hay diferencias entre ellos a la hora de usar o abusar de las drogas?
Claro que hay diferencias. Tenemos el programa Carretera, que lo realizamos profesionales y mujeres del taller de mujeres. Se llama así porque es en una carretera, en una de las entradas a Reus, donde hay una zona de prostitución. En esta zona en concreto la mayoría de mujeres que están trabajando son mujeres trans. En un principio lo que pretende este programa es llevar material para unas prácticas de sexo más seguro, pero como también se ha detectado un consumo importante de sustancias, tratamos de echar un cable con información y material para un uso con menos riesgos, además de brindarles un apoyo emocional y psicosocial. Como me preguntas por lo que es trabajar más allá de la heteronormatividad, te diré que en el taller de mujeres también se están implicando mujeres trans. Es normal, han encontrado ahí un espacio de acogida y apoyo. Procuramos tener una visión interseccional que entienda que cada una y cada uno tienen su singularidad. Hay grupos que están especialmente castigados y que, por eso, requieren de un cariño especial. Por ejemplo, las mujeres embarazadas que consumen, o aquellas a las que les imponen un seguimiento postparto desde los servicios sociales de atención a la infancia, con un carácter controlador. Es frecuente la asociación de que una madre que consume es una mala madre, y no siempre tiene porqué ser así. Depende del consumo y de muchas otras cosas. Si una madre cuando no puede atender a su hijo se preocupa de que alguien lo haga… Situaciones como esta pueden en ocasiones ser mejores que la institucionalización y se pueden compensar con apoyos psicosociales para hacer que evolucionen adecuadamente. Se trata, por nuestra parte, de tener una mirada que contemple diferentes opciones para que las personas tengan más accesibilidad, se sientan acogidas, respetadas y puedan plantear y plantearse sus auténticas necesidades.
Alcohol, cannabis e ibogaína
“Se empieza a visibilizar que hay muchas personas que toman sustancias y que no por ello tienen problemas, ni son adictas. Antes, la asociación del consumidor con el adicto era prácticamente fija”
Hablamos de drogas y damos por hecho que son las prohibidas, pero antes me has dicho que es el alcohol, una sustancia legal cuyo consumo está perfectamente normalizado, el que produce más problemas.
Sí. Es la sustancia que genera más demanda, lo que es normal ya que es la sustancia de uso más extendido. Es importante tenerlo en cuenta a la hora de trabajar en programas de prevención de usos problemáticos de substancias.
¿Y con el cannabis? Has participado en un documental y con algún artículo sobre las virtudes del cannabis para ayudar a sobrellevar la abstinencia o para ordenar el consumo de otras sustancias más problemáticas. Pero te quería preguntar, ¿os llegan casos de adicción al cannabis?
A ver, nos llegan casos en los que, para vincularse aquí y tratar otros problemas, la carta de presentación es el cannabis. Porque al servicio de adiciones y salud mental la gente acude porque toma alguna sustancia, si no, no pueden. Luego también hay gente que, debido a cómo se trata el tema, siente que tiene un problema con el cannabis y viene, pero el problema inicial se deshace y se suele redefinir en poco tiempo. Lo que pasa es que, sí, que algunos tienen la sensación de que tienen dependencia, de que no lo pueden dejar, pero cuando vas explorando ves que hay toda una base de otros asuntos que lo sustentan. Si uno está bien y llega a un punto en que considera que está fumando demasiado y lo quiere dejar, pues lo deja o fuma menos. Actualmente se habla de la doble vulnerabilidad, de que hay personas que tienen un trastorno psicótico y fuman de una forma compulsiva y, según el tipo de planta, se les puede agravar su sintomatología. Sumar una cosa y la otra puede resultar perjudicial, creo que en estas circunstancias lo mas aconsejable es que no fumen; y si no lo pueden conseguir, podemos reconducir el consumo a un plano más terapéutico, aconsejando tipos de marihuana en los que se conozca su composición y calidad y se puedan regular modos de consumo que resulten menos nocivos para personas con estos trastornos. No hay que descartar que podemos incluso seleccionar efectos terapéuticos de la planta para algunos de estos casos.
Tú hablas de suma, pero de lo que suelen hablar algunos psiquiatras es de causalidad. No paran de alertar acerca del consumo problemático de cannabis por parte de adolescentes y de los brotes psicóticos que les provoca su uso. ¿En qué medida es cierto?
Puedo encontrar un punto de conexión con lo que dicen en que una persona que está en plena actividad delirante si fuma hace que el delirio vaya in crescendo, como puede pasar con otras situaciones. Eso es cierto. Ahora bien, que el fumar cannabis sea causa directa de ese trastorno, hasta donde llega mi conocimiento, no lo podría afirmar. Estamos en el terreno de las hipótesis, no hay que olvidarlo, porque muchas veces se habla de hipótesis como si fueran hechos demostrados y así se va ampliando la confusión. La hipótesis con la que yo me siento más cómoda es que personas que ya tenían una predisposición, por el hecho de hacer un abuso puntual, y digo abuso, a lo mejor pueden tener un brote psicótico. ¿Esto es causalidad o no? Depende de dónde pongas el acento, porque si no se da ese abuso, a lo mejor el brote se le desencadena dentro de tres meses, en un concierto o en una situación que le suponga un estrés especial. Lo que creo que no se puede decir es que el cannabis genera psicosis per se. Otra cosa es decir que una persona con una predisposición y vulnerabilidad al trastorno psicótico puede sufrir una crisis o un brote tras un consumo abusivo de cannabis.
En el caso de personas que necesitan cannabis medicinal, ¿hacéis algo para atender su demanda?
“Lo que no se puede decir es que el cannabis genera psicosis per se. Otra cosa es que una persona con una predisposición y vulnerabilidad al trastorno psicótico puede sufrir una crisis o un brote tras un consumo abusivo de cannabis”
Sí. Cada vez hay más personas que acuden al oncólogo interesándose por el cannabis, y aquí, en el hospital, han empezado a derivárnoslas. Como es algo que no está regulado ni disponible legalmente, lo que hacemos es asesorar para que se vayan al club, para que autocultiven, para ver si a lo mejor conocen a alguien que les pueda facilitar aceites… Es un poco al límite, pero también te tengo que decir que cada vez hay más demanda y que los oncólogos están también más interesados en el tema. También como médicos nos vemos en una situación parecida cuando nos llega alguien que quiere ordenar sus consumos y utiliza el cannabis para ir reduciendo el uso de otras sustancias. Supongo que habrá quien piense que es mejor darle un tratamiento psicofarmacológico que no una sustancia ilegal, pero determinados psicofármacos no están exentos de efectos secundarios, a veces incluso peores o más dañinos que los que puedan tener los derivados del cannabis. Pensamos además que es bueno que la persona, si ese es su deseo, se autogestione sus consumos. Así que en estos casos también asesoramos sobre el cannabis, para que lo puedan tomar con menos riesgos asociados.
Si no me equivoco, también estáis usando un alucinógeno, la ibogaína, con fines terapéuticos.
Sí, se trata de un proyecto de investigación para personas que están en tratamiento con metadona y que quieren dejar la metadona con ibogaína. Lo estamos haciendo en el contexto hospitalario. Las personas interesadas tienen que contactar con la fundación ICEERS o con nuestro servicio, se hace una valoración para saber si se cumplen los criterios de inclusión en el estudio y, si es así, una vez por semana la persona ingresa en el hospital durante 24 horas y, al cabo de seis semanas, si uno está tomando una dosis media, acaba dejando totalmente la metadona. En este proyecto de investigación aún podemos incluir a personas interesadas que estén en tratamiento con metadona y quieran finalizarlo.
Tre Borrás, ministra de Sanidad
Si por azares del destino te nombraran ministra de Sanidad y te dieran plenos poderes, ¿qué harías con las drogas?
¡Uf! Me cuesta imaginarlo... Despenalizaría y regularía todas las drogas. Cada una con una regulación en base a sus riesgos objetivos. Una despenalización y una buena regulación nos permitiría conocer mejor sobre los riesgos que tienen y los que no. Porque el prohibicionismo ha confundido mucho y ha aumentado mucho los riesgos y los daños asociados al consumo. Todo en la vida tiene riesgo, pero tampoco se puede hablar todo el día de los riesgos que tenemos. Prefiero hablar de los placeres, porque vivir sin miedo y pasarlo bien ayuda a tener mejor salud mental. Con el discurso temeroso del prohibicionismo, hay personas, especialmente jóvenes, que no se pueden creer nada y hacen pruebas arriesgadas, y claro que incrementan los problemas. No quiero ser en absoluto frívola, piensa que aquí atendemos al año a 1800 personas y todo el que viene es porque tiene algún problema. Y además de los problemas de salud física y mental, algunos vienen a vernos como consecuencia de la aplicación de la Ley Mordaza…
Para ti una sociedad madura sería aquella que supiera gestionar bien los placeres, entre ellos el uso de drogas, ¿no?
Sí. Yo entiendo que es una tendencia a la que vamos aspirando individualmente y como sociedad.
¿Sí? ¿Crees que la tendencia y el progreso van en esa dirección?
No siempre. Digamos que lo intentamos, pero es cierto que en general la cultura del placer no es mayoritaria y predomina el miedo y el control.
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