La historia de las tiendas cannábicas en España cumple 25 años y lo celebramos entrevistando a Quique Lastra, pionero que continúa al frente del negocio, con mil aventuras a sus espaldas.
Aunque no presume de ello, Quique Lastra (Madrid, 1971) fue el primero en abrir un grow shop en España hace 25 años, o 26 si entendemos la venta telefónica como una forma de tienda. Va a cumplir 52 años en junio y, con dos hijos ya criados, acaba de ser padre de nuevo. Quedo con él en House Plant, en la madrileña calle de La Palma, en el número 42, el mismo emplazamiento de sus orígenes. Quique, además de su carácter pionero como growshopero y distribuidor (suya fue también Planeta Orgánico, la primera distribuidora hispana), suma a su currículum haber trabajado para empresas holandesas como Canna, de la que fue director en España, o haber introducido el papel Raw cuando no era conocido. Tras vivir en Ámsterdam unos años y cumplir una etapa en un gran local una calle más arriba de La Palma, decidió reducir su actividad –“menos es más”, me dice– y volvió al lugar donde empezó todo. Hablo con él de la aventura que ha vivido en este último cuarto de siglo, de la revolución cannábica vista desde el mostrador de House Plant, el primer grow shop español.
Llevas 26 años en el negocio, pocos como tú pueden presumir de haber sido testigo y protagonista desde sus inicios de eso que se ha dado en llamar la revolución verde, ¿cómo recuerdas aquellos años del comienzo?
Desde el punto de vista del negocio estaba todo por formarse, había que formar una red de distribución, había que abrir tiendas… Y desde el punto de vista humano, la gente no tenía ni puta idea de cultivar, no sabía que podía cultivar marihuana con lámparas en interior, discretamente.
Empiezas con el nombre de Indoor en el 97, vendiendo materiales de cultivo de interior por teléfono.
Eso fue lo primero. Recuerdo que me anuncié en el número 2 de Cáñamo [septiembre de 1997] y el teléfono no paraba de sonar. Yo con 21 años me había ido a estudiar a Estados Unidos la carrera de Bussines Administration y, de regreso a España, monté con mi hermano una tienda de máquinas de gimnasio que importaba desde allí. Poco después con 26 o 27 años, monté el grow shop. Al principio le llamé Indoor y trabajaba bajo el paraguas de la empresa de máquinas de gimnasio.
Y como fue bien a los pocos meses, en enero del 98, abriste House Plant en la calle de la Palma. ¿Cómo eran los clientes entonces?
Había que explicarles todo desde el principio. No estaba Youtube ni toda la información que ahora puedes conseguir por internet, no existía nada. Había que explicarles cómo poner la semilla, las horas que tenías que tener encendidas las luces, cómo usar los fertilizantes…
Cuando nadie sabía lo que era un cogollo
Tú ya habías cultivado antes, ¿no?
Sí, yo empecé a cultivar dos años antes porque había estado en Estados Unidos durante cinco años y allí cultivaban amigos míos; vi cómo se hacía. Al llegar a España, empecé a cultivar, pero tuve que pedir las lámparas a Holanda porque aquí no las encontraba. Estuve dos años cultivando en interior. Lo que pasa es que subía mucho a Holanda, porque aquí no había variedad de buena hierba, tenía la que cultivaba yo, pero quería probar otras, y ya que subía y bajaba constantemente pensé que tenía que montar un negocio, porque no podía estar gastando tanto dinero. Ya allí conocí a gente y empecé a bajar las primeras cosas para abrir la tienda.
En aquellos años la gente no sabía lo que era un cogollo, se pensaba que lo que se fumaba era la hoja, que no colocaba apenas, y que para lo único que servía la hierba era para hacer el concentrado de hachís. Supongo que muchos probarían la hierba por primera vez de tu cosecha, ¿qué impresiones provocaba en la gente probar por primera vez la hierba?
Alucinaban en colores. Lo primero, se empezaban a descojonar de risa, porque claro no habían probado esa potencia y lo que les daba al principio era risa, luego hambre y luego sueño. Cuando se le pasaban esos tres ciclos decían “Qué pasada con la hierba esta”. Descubrieron un nuevo mundo porque estaban acostumbrados al hachís, y el hachís que había, por lo menos en Madrid, no era muy bueno, era de ficha sobre todo, y cuando probaban la hierba flipaban. “¿Y esto lo puedo yo plantar en mi casa?” me preguntaban, “En interior y en exterior” le decía yo. Así comenzó el cambio de mentalidad de la nueva generación, empezaron fumando hierba y dejaron atrás el hachís.
Tu primer porro sería de hachís, ¿cómo fue aquella primera experiencia?
Tendría 13 o 14 años, estaba en octavo de EGB. El hermano de un amigo mío de clase tenía hash y le cogí una piedra que nos fumamos, recuerdo que con un papel Abadie, a la salida del colegio. Del que sí me acuerdo bien es del primero que me fumé de hierba cuando llegué a Estados Unidos. Aunque ya la había probado antes en Holanda. A Holanda subí con 18 años, de viaje de Interrail, y ahí vi lo que era la potencia de la marihuana. El primer porro me lo fumaría de hash en España, pero ni lo recuerdo, en cambio sí recuerdo la impresión que me causó cuando probé la marihuana y luego me volvió a impresionar de nuevo en Estados Unidos cuando probé una variedad que se llamaba Creepy, que era súper potente.
¿Cómo recuerdas la explosión de variedades que trajo la aparición de los bancos de semillas feminizadas?
La gente se volvía loca porque quería probarlas todas. Que si esta, que si la otra. Al descubrir un nuevo mundo quieres probarlo todo. Y ya cuando llegó internet es cuando la gente empezó a compartir mucha información sobre las variedades, los sabores, la diferencia entre sativa e índica, lo básico, que empezó a aprender todo el mundo gracias a internet, que lo hizo masivo.
En una entrevista de 2007 en esta revista destacabass que las mejores variedades para ti eran la Neville Haze y la Jack Herer. ¿Cuáles son hoy tus preferidas?
Sigue siendo la Neville Haze, es mi planta preferida. Prefiero las sativas a las índicas porque el ciclo de las índicas es fumar, te entra hambre y luego sueño, y eso está muy bien para lo medicinal o si quieres estar tranquilo, pero si quieres enfrentar el día a día y te quieres mover en los negocios no puedes fumar índica, tienes que estar fumando sativas. Y dentro de las sativas, las que más me han gustado es la Northern Ligths 5 Haze, la Jack Herer y la Neville Haze. Yo creo que Neville fue un genio de la genética poco reconocido. Neville estuvo viviendo en Holanda y allí hizo las mejores genéticas de las que todavía hoy tiran muchos bancos cuando hacen sus cruces. Ahora han sacado todas estas variedades americanas, pero yo soy más de la vieja escuela, las nuevas las pruebo y me gustan mucho, tienen mucha concentración de THC, pero tampoco veo que hayan superado a las variedades que se hicieron en un principio, tienen el cogollo grande y compacto… La gente que no sabe ve un cogollo de Neville y, por la apariencia, piensa que no es bueno, pero los que saben se dan cuenta que no puedes juzgar lo que es bueno solo por las apariencias. Yo creo que todavía no ha habido ninguna variedad que haya superado a la Neville, ni la Amnesia. Lo que pasa es que es una planta que se recoge a mediados de noviembre, y en interior son 16 semanas, no da mucha producción, los cogollos no son prietos… pero eso la hace todavía más valiosa porque no está en el mercado realmente y, cuando está, hay que aprovecharla. En los clubs en los que he estado de Madrid y de Barcelona nunca he encontrado que tuviesen Neville.
¿Eres aficionado a los extractos y concentrados?
La verdad es que para muy de vez en cuando, para darles unas caladas y ya está. Tampoco soy muy fan de ese ciego que te deja, tanto THC de golpe. Sí de vez en cuando, pero no diariamente. Aunque hay algunas cosas increíbles, que ves los cristales y con unos sabores…, pero no para diario.
Problemas con la policía
Ahora que la policía anda interviniendo en tiendas, ¿has tenido algún problema con la policía?
Con la policía siempre hemos tenido problemas. Desde el principio, porque abrimos el canal y siempre nos han dado problemas. Las últimas veces por el CBD. Vinieron e incautaron todo el CBD. Dos veces han venido y no hemos vuelto a saber de ellos. Decomisan lo que hay, yo supongo que lo analizarán y, como ven que no tiene THC, no pueden ir para adelante y no hacen nada más. La segunda vez fue gracioso: vinieron, intervinieron todo y lo dejaron precintado, y nos dijeron que no lo tocáramos, que vendrían de Sanidad a recogerlo. Al cabo de cuatro meses, llamamos a Sanidad para preguntarle qué hacíamos con el paquete, que si lo iban a recoger, y en Sanidad no tenían ni idea del asunto. Todavía está esperando en la tienda el paquete precintado… Tampoco es que tengamos ningún problema con la policía, ellos hacen su trabajo y nos parece bien, pero si estamos actuando dentro de la ley no nos tendrían por qué molestar. También tuvimos problemas con el tema de los esquejes. Cuando nada indicaba que fuera ilegal venderlos, los vendía, pero un día intervinieron y se los llevaron para analizarlos y, claro, resultó que tenían un 3% de THC.
No sabía yo que los esquejes, una planta que apenas tiene un palmo de altura, tuviera THC.
En realidad, lo que pasó es que, al meterlos en una bolsa de plástico cerrada para llevárselos a analizar, la planta se estresa y desarrolla esa cantidad de THC, muy poca, pero suficiente para que deje de ser legal. Después del susto ya sabemos que no es legal vender esquejes, y dejamos de venderlos, claro.
Pioneros e impostores
“El hombre se mueve por dos razones, por el motor del sexo y por el motor de la vanidad. El ego, el estar ahí, a alguna gente le llena. Para mí no es tan importante como para andar recordando, ‘eh, que yo fui el primero’. Lo importante es que la tienda sigue funcionando y son ya veintiséis años”
Hay alguno por ahí que se atribuye haber abierto en Barcelona el primer grow shop de España. Incluso afirma que fue el primero en vender semillas y hasta que el nombre de grow shop se lo inventó él.
Para eso estáis vosotros los periodistas, para contrastar si es verdad o no. Los datos son los que son, a partir de ahí que cada uno saque conclusiones. Los que están en el sector desde el principio saben lo que hay. Siempre he intentado mantener un perfil bajo, ser conocido o famoso no me llama la atención. Y lo de “grow shop” es una palabra que viene de Estados Unidos y luego paso a Holanda; en los setenta u ochenta ya había grow shops, se llamaban así. Yo he tenido ejemplares de la revista High Times, de 1975, que ya ponía el nombre grow shop en anuncios. Tampoco es que me importe mucho ser el primero, pero te aseguro que en vender semillas sí que fui yo.
Bueno, yo creo que sí es importante aclarar que el primer grow shop en España lo abres tú en Madrid en enero de 1998, después de abrir en el 97 Indoor, de venta telefónica. Y también me parece importante que se sepa que el primer grow shop de Barcelona es una filial de House Plant, abierta por tu entonces socio Luis Herranz, con Jaime Carrión como dependiente, un año después, en enero/febrero de 1999. Nadie puede quitarte el puesto de pionero, ¿por qué crees que hay tanto interés en reescribir la historia?
El hombre se mueve por dos razones, por el motor del sexo y por el motor de la vanidad. El ego, el estar ahí, a alguna gente le llena. Para mí no es tan importante como para andar recordando, “eh, que yo fui el primero”. Lo importante es que todavía tengo la tienda, que llevo otros negocios potentes dentro del sector, que la tienda sigue funcionando y son ya veintiséis años. A ver quién tiene un negocio tanto tiempo después de tantas dificultades, ese es el verdadero mérito que yo veo. Lo de haber empezado el primero fue porque me di cuenta que había un mercado súper grande y que aquí la gente no lo conocía, y estuve rápido en moverme. Pero esto es una maratón y hay que llegar al final, y todavía hoy seguimos aquí, con la tienda abierta y trabajando en diferentes proyectos en el sector cannábico español.
¿Es verdad que semillas no feminizadas se vendían ya al público en la tienda Marihuana-Bronca Total de la plaza de Cascorro? Según cuentan, su propietario las envasaba él mismo en bolsas y las etiquetaba.
Eso no es verdad. Antes las semillas no se vendían, te las regalaba alguien, pero no había mercado. Y ya cuando empezamos los grow shops a venderlas, el de Marihuana, al que le debo varios cafés, a la gente que le preguntaba por semillas la mandaba para mi tienda. Yo las traía de Holanda, y al principio, como no sabía si era legal o no, las guardaba en mi coche. Y cuando venían clientes interesados por semillas a la tienda salía a buscarlas al coche. Desde que abrí, las vendía. Por teléfono, en un primer momento, no, pero enseguida también me puse a venderlas. Y ya cuando las vendía en la tienda y empezó el boom de las feminizadas, llegó la Guardia Civil, me incautaron las semillas y me detuvieron. Eso debió ser hacia el 2003 o 2004. Me llevaron a los juzgados de Plaza Castilla y el juez, con todos los catálogos delante, los catálogos y los paquetes de semillas que señalaban que eran para coleccionismo y que se podían vender según la ley, decía refiriéndose a los policías “Pero ¿qué pasa?, ¿es que estos señores no saben leer?”. Así que el juez me dijo que me fuera para casa, que no pasaba nada.
Te convertiste también en distribuidor de los primeros bancos de semilla holandeses que llegaron a España.
Sí, de semillas y también de fertilizantes. Los primeros bancos fueron T-Seeds, Dutch Passion, Serious seeds, Sensi Seeds, Green House… No había muchos más.
Y el primer banco español de semillas, Cannabiogen, surgió también en ese momento. Si no me equivoco, al dueño también lo detiene la policía cuando te detienen a ti.
Sí, a mí me detienen por venderlas y a él por producirlas. Si no recuerdo mal se llamaba Kaiki y había sido guardia civil antes de ponerse con las semillas. Cuando yo empecé con la venta telefónica, con Indoor, me llamó para ofrecerme sus semillas. Pero yo entonces vendía focos y le dije que estaba interesado en vender las semillas holandesas. Luego cuando nos detuvieron quedé con él para tomar el aperitivo. A él por su lado le decían que no podía hacer semillas y a mí, por el mío, que no podía venderlas. Pero ninguno de los dos juicios prosperó. Los casos fueron archivados. Y Kaiki siguió vendiendo sus semillas. Él fue un pionero en hacer aquí las semillas feminizadas con nitrato de plata. Cannabiogen fue el primero en hacer feminizadas en España y ya después todos les siguieron.
El boom
Porque al principio los bancos vendían semillas regulares y fue cuando empezaron con las feminizadas cuando se produjo el boom, la edad de oro de los grow shops, ¿no?
Sí, fue el boom. Con las feminizadas la gente no se liaba, no tenía que vigilar para quitar los machos a tiempo, no había riesgo en que un macho te jodiera la cosecha. Que te salieran todas hembras fue lo que animó a mucha gente a comprar. Porque antes comprabas y la mitad, los machos, se te iba a tomar por culo, pagabas por algo que ibas a tirar la mitad.
Y ese boom de ventas de semillas fue lo que permitió la expansión de los grows por toda España. Fue el momento más importante de autocultivo que se ha dado en este país.
Sí, la base de los grow shops era las semillas, luego los fertilizantes y la tierra y luego la parafernalia. La gente llegaba y se gastaba quinientos, setecientos euros en semillas y eso era lo que hacía prosperar la tienda para seguir creciendo.
¿Qué pasó después?
"Cultivar lleva su trabajo y su tiempo, te tiene que gustar, y si no tienes necesidad de hacerlo porque tienes un club al lado que te vende buena calidad, pues lo dejas. Así mucha gente que empezó cultivando lo dejó"
Pues que ya se empieza a meter gente… Íbamos como diez años por detrás de Holanda. Los holandeses me preguntaban, “¿ya se ha llenado de mafiosos el cultivo?”, pero nosotros estábamos todavía viviendo los comienzos, con gente que se ponía su armario, que ponían cinco o seis lámparas; era como una comunidad de cultivadores. Luego ya se empezó a meter gente mafiosa y lo prostituyeron. Empezaron los problemas, que si entraban a robar, que si pistolas, que si policías… y se perdió la pureza del principio.
¿Afectó al autocultivo la llegada de los clubs?
Cultivar lleva su trabajo y su tiempo, te tiene que gustar, y si no tienes necesidad de hacerlo porque tienes un club al lado que te vende buena calidad, pues lo dejas. Así mucha gente que empezó cultivando lo dejó. Y de cultivar a pequeña escala se pasó a los macrocultivos para surtir a esos clubs. Y ahí empiezan las distribuidoras a vender en grande cantidades focos y palés. Los grow shops que tenían pequeños clientes, siguieron teniendo pequeños clientes, pero también hicieron caja vendiendo muchísimos equipos con el boom de interior, cuando se metieron los mafiosos a cultivar. Venían con dinero negro, compraban cuarenta focos, más no sé cuantos palés de sustrato y fertilizantes. Eso fue un segundo boom para los grow shops, primero el de los clientes particulares y luego el de los clientes grandes.
Pero cuando se pasa del cliente pequeño centrado en el autocultivo al cultivo industrial para surtir la demanda general, los grow shops de barrio sufrieron el cambio, en parte también porque llegó internet. Entre una cosa y otra se frenó aquella proliferación de grows, que parecía que en cada barrio había por lo menos uno, si no, dos o tres.
Al llegar ese momento, los grandes cultivadores buscan comprar más barato y se fueron directamente a los distribuidores, que no respetaron mucho la cadena y vendieron a saco. Muchos grow shops cerraron, otros tuvieron que adaptarse añadiendo parafernalia y otros productos no tan centrados en el cultivo. Ahora se ha ampliado la oferta con pipas, papeles y el CBD. El cultivo y las semillas ya no son lo principal del negocio. Hubo un segundo boom de las semillas con Marruecos, que venía gente que compraba por miles las semillas y se las llevaba para cultivar en Marruecos, pero actualmente el mercado de las semillas ha bajado, también porque hay cincuenta mil casas, hay muchísima competencia y eso hace que se diluya el negocio. Pero sigue habiendo un buen mercado y con las redes sociales la gente está muy al día de los nuevos productos. No es como antes y se concentra la venta en temporada de exterior, porque en interior se cultiva sobre todo con esquejes. Los cultivadores de exterior son los que mantienen hoy a los grow shops. El típico cultivador de exterior que cultiva para todo el año, que se pone sus cinco plantas y con eso tiene, y que lo que le gusta es la variedad, que te pregunta que es lo que ha salido nuevo, tú le recomiendas lo que está mejor y te compra semillas variadas.
El presente y el futuro de los grows
Todos los que vivisteis el arranque de la revolución verde recordáis con nostalgia los comienzos, ¿es que se ha perdido ya el espíritu aventurero y solo importa el dinero?
Sí, el dinero se ha impuesto. Como en todos los ámbitos y debe ser así. Todos los que lo hacían de corazón acabaron cerrando, porque no es compatible. Si está todo lleno de tiburones y el dinero es lo que manda… Pero, por otro lado, es gracias al dinero que se ha movido la industria, si no hubiera sido por eso… Hay también mucha gente que ha trabajado mucho con su grow shop y se ha ganado bien la vida, con trabajos que antes no existían. Es además un trabajo bonito, conoces mucha gente, y si te gusta el tema es como si no trabajaras, estás todo el día hablando de hierba y es un mundo que siempre está evolucionando. Pero sí, ha cambiado todo bastante, ahora es todo muy mercantilista.
¿Tiene sentido hoy abrir un grow shop?
No sé. Yo creo que por internet tienes menos gastos asociados, aunque ya hay muchas páginas web. Habría que mirar muy bien los números, hacer un estudio de mercado. Saber, por ejemplo, si donde piensas abrirlo había antes un grow shop y ha cerrado. La competencia por internet es brutal, si tú tienes que vender un equipo de iluminación dentro de la tienda, que tiene los gastos de alquiler del local, de luz, de tener que atender al cliente…, si lo tienes que vender al mismo precio que por internet no te sale rentable. Al final, las tiendas serán todas por internet y los grow shops de barrio tendrán que cerrar. En el momento en que Amazon o un market place potente se meta con esto habrá que cerrar las tiendas físicas, porque dejarán de ser rentables. Lo último que está salvando el negocio de los grow shops es el CBD. Nosotros tenemos una línea de productos que está yendo muy bien, desde cogollos hasta extractos y hash de CBD que importamos de Italia, para que todo sea legal.
Aunque te han decomisado los productos de CBD dos veces, ¿has seguido vendiéndolos en la tienda?
Sí, a mí hasta que no me diga un juez que no puedo vender ese producto, lo seguiré vendiendo. La policía puede venir y hacer su trabajo, pero no pueden prohibirte vender algo que es legal, un juez sí, pero la policía no. Tampoco los policías tienen mucho interés en el CBD, porque saben lo que hay.
¿Crees que cuando llegue la regulación, los grow shops y el autocultivo vivirán una nueva edad de oro o solo habrá sitio para tiendas que vendan cogollos?
Los grow shops, tal y como los conocemos hoy, se transformarán. Siempre habrá gente que querrá cultivar su propia hierba, tanto en exterior como en interior, lo que pasará al final es que, si hay tres grows en el barrio, quedará uno y tendrá que amoldarse a lo que vaya llegando. En Holanda puedes comprar la marihuana en la farmacia o puedes comprarla en el coffee shop. Cuando empezaron a venderla en la farmacia esperaban una disminución de ventas en los coffee shops, y no fue así, porque en la farmacia te costaba el gramo el doble o el triple que en el coffee shop, por todos los procesos de laboratorio que tiene que pasar la hierba para tener garantías sanitarias.
Es posible que no estemos valorando que cuando llegue la regulación haya mucha gente que ahora no consume, por las dificultades y el estigma que rodean a la planta, que le dé por el cultivo y por el uso y disfrute del cannabis.
La sociedad está más avanzada que los políticos, si los políticos no tuviesen tanto miedo de perder votos por la marihuana ya se habría regulado. Yo creo que los políticos hasta ganarían votos. En cualquier caso, siempre se va a seguir cultivando porque hay gente a la que le apasiona tener su cultivo, lo que ya no sé es si se va a poder mantener el negocio.
Apuntes para una historia
Por más que nos cueste hay que admitir que el avance del comercio ha contribuido tanto o más que el activismo a la normalización del uso del cannabis en este país. Han pasado veinticinco años, un cuarto de siglo desde que abriera en la madrileña calle de La Palma el primer grow shop de España. Según consta en el registro fue el 14 de enero de 1998, cuando House Plant abrió sus puertas. Quique Lastra, el empresario al mando, entonces un veinteañero que había estudiado en EE UU y estaba familiarizado con lo que pasaba en Holanda, sigue al frente del negocio. Lo que no deja de ser una prueba de normalidad, pese a todos los peros que podamos ponerle a la administración, a los políticos y a la policía, a menudo empeñados en poner obstáculos en lugar de facilitar el desarrollo de una industria que beneficia al conjunto de la sociedad.
Antes de House Plant, Quique Lastra, comenzó su andadura comercial con el nombre de Indoor, vendiendo materiales de cultivo de interior por teléfono, como atestigua un anuncio en el número 2 de esta revista de septiembre de 1997. Los primeros números de esta revista permiten comprobar el despegue de las tiendas cannábicas, las cuales, conforme abrían, saludaban a sus clientes potenciales anunciándose en las páginas de Cáñamo. Por ejemplo, desde septiembre de 1998, estaba abierto El Niño Cañamón, en Madrid, y, desde diciembre de 1998, Kalamundia en Bilbao, donde también ese año abrió Skunk Funk. Hay testimonio gráfico de todo ello en los veinte primeros números de la revista Cáñamo, que desde sus inicios fue el escaparate publicitario de todo el sector.
Cotejando dichos anuncios y consultando por teléfono a los empresarios que estaban al frente de este sector emergente sabemos que el primer grow shop abierto en Barcelona fue una filial del madrileño House Plant, abierta por Luis Herranz (socio entonces de Quique Lastra en Madrid), con Jaime Carrión como dependiente hacia enero/febrero de 1999. Inmediatamente después, en la Ciudad Condal, abrió Biotecnic y, en abril, L’Interior, de Karulo Abellán. Lo cierto es que ya en ese año 99 empieza la proliferación de tiendas y en ese mes de abril en el que se anuncian por primera vez Biotecnic y L’Interior, también se encuentran los anuncios de otros como Grow & Headshop, situado también en la calle de la Palma en Madrid, y Fum Verde en Mallorca. En Valencia fueron Iñaki García y Ana Ramón quienes en septiembre de ese año abrieron el primer grow, Kanopia, apenas unos días antes de que Ernesto Llosá inaugurara María y compañía. Muy poco tiempo después, también en Valencia, abrió Doctor Cogollo, con Miguel Pellón y Luis Sierra al frente.
Y a partir de ahí ya son incontables los grow shops que aparecen. Algunos de los pioneros replican en otras ciudades y pueblos la experiencia a través de franquicias, como Ernesto Llosá con Sinsemilla, que llegó a tener más de sesenta tiendas por toda España, o como los dueños de Doctor Cogollo, que alcanzaron la treintena.
Muchos fueron los protagonistas de esta aventura que aún continúa. Sirvan estos apuntes para ir afianzando su historia.
Breve historia de la venta de semillas en España
Antes de que aparecieran los bancos de semillas, los cañamones de marihuana te los pasaba un amigo o los ibas a buscar a las primeras asociaciones de estudios cannábicos como la ARSEC. A nadie se le pasaba por la cabeza que se pudieran vender. Sin embargo, a finales de los noventa llegan a España las semillas de cannabis importadas de bancos holandeses y, sobre todo cuando empiezan a comercializarse poco después las variedades feminizadas, se convertirán en el producto estrella de los grow shops, ayudando a la expansión de las tiendas cannábicas por toda España.
Semillas traídas de Holanda las empezó a vender bajo cuerda Quique Lastra. Las guardaba en una maleta en el coche, cerca de su tienda House Plant (Madrid), y cuando acordaba una venta las iba a buscar. La primera marca fue T-Seeds, pero no tardaron en aparecer por España los grandes bancos como Dutch Passion, Serious Seeds o Sensi Seeds, muchos de ellos, distribuidos por el mismo Quique Lastra.
Las primeras que se vendían eran regulares, y requería la destreza por parte del cultivador de localizar y arrancar los machos antes de la floración, para poder así obtener una cosecha de cogollos sin semilla. Desde el año 2000 fueron apareciendo las variedades feminizadas, aunque, como bien explica Iñaki García, entonces al frente de Kanopia, no eran las que más demanda tenían, porque aún no estaban bien estabilizadas y salían muchas hermafroditas, además de que eran literalmente el doble de caras.
También es destacable la labor pionera de Kaiki con Cannabiogen, el primer banco español de semillas de cannabis. Kaiki fue el primero en apostar en España por la producción de semillas y el primero en hacer con nitrato de plata semillas feminizadas para su comercialización. También fue Kaiki el primero, junto a Quique Lastra, en ser detenido por la policía por vender semillas, allá por el año 2003 o 2004. Fueron dos juicios, uno, el de Kaiki, por producir semillas, y otro, el de Quique Lastra, por venderlas, y ninguno prosperó porque al juez le pareció que el asunto no tenía mayor relevancia, y ambos casos fueron archivados.
Todos los grows que fueron abriendo en España vendían semillas con discreción, porque en los inicios fue la base de su negocio. Los primeros en dar la cara públicamente fueron la gente de Cáñamo. Entre marzo y junio de 1999 se llevó a cabo una campaña desde la revista con el banco de semillas Green House que consistía en ofrecer bajo pedido ocho semillas, dos variedades cada mes, destinadas a “todos los coleccionistas que quieran involucrarse en este importantísimo proyecto con el fin de salvaguardar la biodiversidad genética del cannabis”. Se repartían las láminas de cada variedad en la revista (y hasta una guita de cáñamo para encuadernar el álbum) y se invitaba a los lectores a completar la colección. Los interesados podían encargar por teléfono, pagando contra reembolso, las dos variedades del mes, cada una en un paquete con 13 semillas que eran enviados desde Holanda, sirviendo Cáñamo de puente, pero sin llegar a tener un stock de semillas que les podría haber supuesto un problema legal de intervenir la policía.
Este coleccionable para colaborar en “la preservación de estas semillas en vías de extinción” fue fruto de largas reuniones entre el consejo editor de Cáñamo (Gaspar Fraga, Moisés López y Jaime Prats), sus abogados (Miguel Torres y Pedro Caldentey) y Scott Blakey (hoy más conocido como Shantibaba), responsable entonces del banco de semillas Green House. Se firmó un contrato con todas las especificaciones. La idea del coleccionable, la argucia jurídica de que eran semillas no para ser plantadas sino para coleccionar, fue el pretexto legal que permitió aquella campaña comercial (muy exitosa, por cierto) y, de manera general, posibilitó que las semillas de marihuana se pudieran vender públicamente en España. Todavía hoy la mayoría de semillas que se comercializan en España advierten de que “Este producto no es para consumo humano ni para su uso agrícola” sino que son “semillas para coleccionistas”.
Así que desde marzo de 1999 ya se vendieron públicamente semillas en España. Después de lo de Cáñamo y de la labor de gente como Quique Lastra, los grows fueron perdiendo el miedo y poniendo con libertad las semillas en los escaparates. Y luego, la situación se aclaró definitivamente en febrero de 2003, cuando Fernando Sequeros Sazatornil, juez del Tribunal Supremo, publicó el artículo “La venta de semillas de Cannabis, de equipos y materiales para su cultivo, así como su propaganda, como actos con trascendencia penal”, en el que se despejaba la incógnita: la venta de semillas no era (ni es) delito.
La aclaración jurídica fue oportuna, pues por esas fechas, el éxito de las variedades feminizadas, mucho más fáciles de cultivar, permitió la explosión comercial de los grow shops y la edad de oro del autocultivo en España.
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