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El krokodil no hará que se te caigan los brazos a trozos

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Los daños que se ocasionan en los consumidores son resultado de una mala purificación del producto sintetizado y del uso de utensilios sin esterilizar que son fuente de infecciones.

Los daños que se ocasionan en los consumidores son resultado de una mala purificación del producto sintetizado y del uso de utensilios sin esterilizar que son fuente de infecciones.

La historia se repite cada cierto tiempo. Una “nueva droga” con enorme potencial destructivo aparece en las calles y la noticia corre como la pólvora. La primera aparición suele ir acompañada de algún tinte morboso que enciende la mecha: un muerto por sobredosis, una persona drogada siembra el caos en público o aparecen imágenes de “los efectos devastadores” de la sustancia. Este verano parece que le toca el turno al krokodil.

Las falacias explicadas por los medios sobre el krokodil empiezan con la afirmación de que se trata de una nueva droga: No lo es. Lo que se conoce con el sobrenombre de krokodil no es otra cosa que desomorfina, un análogo opiáceo sintetizado por primera vez hace 84 años. La desomorfina fue utilizada en contextos médicos durante varios años como analgésico para tratar el dolor, hasta que se dejó de usar por otros opiáceos más efectivos.

Las noticias alarmantes sobre el consumo de krokodil empezaron a llegar desde Rusia, donde el uso de desomorfina mal sintetizada en laboratorios caseros ha causado una crisis de salud pública con cifras de hasta 100.000 consumidores por vía inyectada en 2011. Al parecer una carencia de heroína en el mercado dio lugar a que los consumidores recurrieran a la síntesis casera de desomorfina a partir de productos de fácil acceso con codeína.

El consumo de krokodil, o desomorfina, empezó a aparecer en las portadas de los periódicos acompañadas de imágenes impactantes en las que se veían infecciones en piel y huesos, y  tejidos en descomposición. Si bien es cierto que los consumidores pueden presentar lesiones en la piel, hay que dudar de la veracidad de las imágenes que acompañan a las noticias. El doctor Gonzalo Haro Cortés, quién ha identificado lo que parece ser el primer caso en España de consumo de krokodil insiste en que “las únicas imágenes fiables sobre estos casos proceden de revistas médicas especializadas”.

Ahora la alarma ha llegado a nuestro país con un supuesto primer caso de consumo de esta droga. Rápidamente los medios han aprovechado para hacer campaña del miedo y advertir que el krokodil ha empezado a consumirse en nuestra sociedad. Las noticias afirman que su consumo puede causar daños que llevan a “una rápida necrosis y gangrena”, pudiendo acabar en la “extirpación de las principales venas en los brazos o las piernas”.

Pero no es verdad que la desomorfina sea la causante de tales consecuencias en el organismo. Los daños que se ocasionan en los consumidores son resultado de una mala purificación del producto sintetizado, del uso de utensilios sin esterilizar que son fuente de infecciones y del uso abrasivo de la aguja como vía de administración continuada. La desomorfina tiene un efecto corto comparado con otros derivados del opio y requiere de más dosis para mantener los efectos.

La realidad es que no existe el riesgo de que el consumo de krokodil se extienda en nuestro país. En España no se ha dado una escasez de opiáceos en el mercado negro, además el sistema sanitario dispensa metadona como sustitutivo para adictos a los opiáceos. Por esto cuesta de imaginar que los consumidores tengan que verse en la situación de acudir a extracciones caseras como las realizadas en Rusia para mantener el hábito.

Frente al despropósito mediático Energy Control, el programa de reducción de riesgos de la ong ABD, advierte que “el uso de informaciones no contrastadas con fines sensacionalistas o alarmistas contribuye a dar publicidad a prácticas potencialmente peligrosas y a aumentar la posibilidad de que alguien se decida a practicarlas”. El temido resultado es que las noticias sobre el krokodil, en vez de disuadir de su uso, puedan acabar por generar nuevos casos de consumo.

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