El estudio liderado por ICEERS analizó datos del Global Ayahuasca Survey (GAS), realizado con más de 10.000 participantes de más de 50 países. Este nuevo análisis se enfocó en comprender la relación entre efectos adversos durante su consumo y el estado actual de salud mental de esos consumidores.
Mediante un modelo estadístico, se identificó que experiencias de temor extremo durante las ceremonias y variables previas como el historial clínico influyen en la aparición de estados mentales adversos. Sin embargo, también se observó que estos efectos pueden estar mediados por experiencias de transformación espiritual y bienestar subjetivo.
Una de las contribuciones clave del estudio fue mostrar que los efectos adversos reportados no siempre implican un deterioro de la salud mental. De hecho, algunas personas interpretan efectos intensos como parte del proceso terapéutico o revelador. Esta ambivalencia refuerza la necesidad de marcos interpretativos que reconozcan la complejidad de los estados inducidos por enteógenos.
La investigación señala que los contextos de uso tradicionales o estructurados, con guía experta y soporte comunitario, se asocian a mejores indicadores de salud mental, en comparación con entornos no tradicionales. Además, se confirma que las personas con antecedentes de trastornos mentales o mayor número de experiencias previas con ayahuasca tienden a reportar más efectos adversos, aunque estos no siempre se traducen en impactos negativos sostenidos.
Este hallazgo amplía los aportes de estudios anteriores sobre los posibles beneficios de la ayahuasca para la depresión, la ansiedad, el duelo o las adicciones. No obstante, pone en evidencia una carencia importante en la literatura: la escasa atención sistemática a los efectos no deseados, una dimensión crucial para evaluar su integración en políticas de salud pública.
El estudio publicado por ICEERS refuerza una idea cada vez más aceptada en el campo de la salud mental: que los enfoques comunitarios, ceremoniales y basados en plantas psicoactivas pueden ofrecer alternativas viables a modelos clínicos convencionales.
