Abril: tiempo de siembra
La primavera ha llegado, abril y mayo son los meses más adecuados para germinar las semillas de cannabis y empezar la floración: el buen tiempo es una realidad y las horas de sol aumentan día a día. Unos buenos cuidados durante estos primeros meses ayudarán a fortalecer las plantas y garantizar una buena cosecha.
Abril es el mes ideal para sembrar cannabis. La primavera ya ha llegado claramente y las plantas aún tienen tiempo de sobra hasta la floración para crecer y hacerse grandes. Es el momento ideal para sembrar las plantas que crecerán en el suelo de huerto o en macetas muy grandes. ¡Ojo!, en algunas zonas de montaña o en valles fríos del interior o del norte de la península Ibérica es posible que todavía caigan heladas en abril. A menudo una ligera helada que no haría mucho daño a una planta grande y madura puede acabar con la vida de una plántula recién nacida. En estos lugares hay que sembrar las semillas a cubierto o esperar hasta que hayan pasado las últimas heladas.
Mayo también es muy buen mes para germinar las semillas. Si se cuidan bien, las plantas se harán casi tan grandes como las de abril, con un mes menos de trabajo. El tiempo es tan bueno en mayo que las plantas crecen a toda velocidad desde el primer día y las largas horas de sol intenso aseguran que no les faltará luz. Mayo es el mes ideal para germinar los cultivos de balcón que no se deben hacer muy grandes o aquellos de terraza que no disponen de macetas gigantes. La temporada de crecimiento es más corta pero suficiente para un buen desarrollo y una producción abundante.
Técnicas de germinación
Las semillas de cannabis suelen ser muy caras y los cultivadores que las han pagado quieren métodos seguros para germinarlas. Las semillas se suelen germinar entre servilletas de papel húmedas y, en cuanto se abren, se siembran en macetas pequeñas, donde crecen al menos hasta que tienen 15 o 20 centímetros de altura, momento en que se trasplantan a la maceta definitiva o al suelo. La ventaja de germinar entre servilletas de papel es que nos permite saber en pocos días cuántas semillas se han llegado a abrir. También se pueden germinar las semillas directamente en macetas, sembrándolas a un centímetro aproximadamente de profundidad. Yo suelo hacer la siembra directa en tierra; por lo general, si las semillas son frescas, germinan todas, pero a veces falla alguna. Para que la germinación vaya bien hay que mantener las semillas húmedas y a buena temperatura, entre 24 y 28 ºC. Hay quien deja las semillas sumergidas en un vaso de agua durante 24 horas antes de ponerlas en las macetas o entre las servilletas de papel para asegurarse de que se hidratan adecuadamente. Esta técnica es especialmente útil con semillas viejas.
El ciclo de vida del cannabis comienza con la germinación de las semillas. Las semillas contienen en su interior el germen vivo, pero en estado latente, de una planta. Cuando se combinan temperaturas cálidas y alta humedad, la semilla absorbe humedad y se hincha. El agua que entra en la semilla hace que esta se active. Se abre la cáscara de la semilla y asoma una pequeña raíz, la radícula, que se clava en la tierra profundizando cada vez más. Al penetrar en la tierra la radícula empuja los cotiledones junto con la cáscara de la semilla fuera de la tierra. Los cotiledones son dos falsas hojas redondeadas que sirven de reserva de alimento. En los primeros momentos de vida, la semilla se alimenta de la energía acumulada en los cotiledones. Después de los cotiledones crece el primer par de hojas verdaderas. Son hojas de una sola punta. Después vendrá el segundo par de hojas, que tendrán tres puntas; luego el tercero, con cinco, y así sucesivamente.
Primer crecimiento
Las plántulas recién germinadas viven al principio de las reservas nutritivas que contienen los cotiledones de las semillas, pero en unos pocos días necesitan empezar a captar nutrientes del suelo con sus raíces. Durante las primeras dos o tres semanas de vida, si usamos tierra nueva y preabonada, no hace falta añadir ningún fertilizante, ya que la tierra contiene suficientes nutrientes. Basta con regar las plantas cada vez que se seque la tierra. Pasado este periodo de tiempo, es necesario abonar la tierra periódicamente con un fertilizante líquido disuelto en el agua de riego.
Hasta que las plántulas alcanzan 20 o 30 centímetros de altura, lo que les suele llevar entre dos y tres semanas, hay que tener especial cuidado con el viento y la lluvia fuertes. Como los tallos son muy débiles al principio se pueden doblar con mucha facilidad. Las granizadas son especialmente destructivas para las plántulas y, si es posible y da tiempo, es aconsejable ponerlas a cubierto. A menudo, sin embargo, el granizo o la lluvia aparecen de repente o cuando no estamos en casa, sin que podamos poner las plantas a cubierto. En estos casos solo cabe intentar reparar los desperfectos tras la tormenta. Los tallos doblados y las plantas caídas se pueden arreglar colocando un tutor al que atar la planta para que se mantenga erguida.
Cosecha de primavera
Entre abril y mayo se cortan las plantas de la cosecha de primavera que fueron sembradas en enero en interior y ayudadas a crecer con luces hasta principios de marzo, momento en que se sacaron al exterior para que florecieran bajo el fotoperiodo natural. Ahora, las plantas están en plena floración y necesitan grandes cantidades de nutrientes para poder engordar los cogollos. Si el tiempo acompaña y las temperaturas son cálidas, la cosecha de primavera puede llegar a ser muy buena. Por el contrario, los años de primaveras frías y lluviosas la cosecha es mucho peor, el frío y la falta de luz impiden que los cogollos engorden y se vuelvan densos. Igualmente suelen brotar mucha resina, pero el peso final de la cosecha se resiente.
Humus de lombriz
El humus de lombriz, también llamado lombricompost o vermicompost, resulta de la transformación de materiales orgánicos al pasar por el intestino de las lombrices, en donde se mezcla con elementos minerales, microorganismos y fermentos. La lombriz roja de California es la especie más utilizada para fabricar humus de lombriz. El alimento ideal para las lombrices es el estiércol maduro.
Al descomponerse en humus, los residuos vegetales se convierten en formas estables que se almacenan en el suelo y pueden ser utilizados como alimento por las plantas. Una de las propiedades del humus de lombriz es que retiene los nutrientes y evita que sean arrastrados por el agua de riego.
El humus está constituido por huminas, ácidos húmicos y ácidos fúlvicos. Su principal valor reside en que contiene grandes cantidades de ácidos húmicos y fúlvicos. Los ácidos húmicos son moléculas complejas orgánicas formadas por la descomposición de materia orgánica. El ácido húmico influye en la fertilidad del suelo por su efecto en el aumento de su capacidad de retener agua. Los ácidos húmicos contribuyen significativamente a la estabilidad y fertilidad del suelo, que se traduce en un crecimiento excepcional de la planta y en un incremento en la absorción de nutrientes. Los ácidos húmicos y fúlvicos son reservas de nutrientes para las plantas que pueden absorberse inmediatamente, y su efecto residual dura hasta cinco años. El humus de lombriz tiene una enorme cantidad de microbios (hasta cuarenta mil millones de microbios por gramo). Tiene un pH neutro y no quema las plantas aunque se use en grandes cantidades.
El lombricompost es un fertilizante orgánico de larga duración que tiene grandes propiedades de mejora de las características estructurales del suelo, airea los suelos arcillosos y agrega los arenosos. Aumenta la capacidad del suelo para retener el agua y contiene hormonas que estimulan el crecimiento de las plantas. Se puede mezclar lombricompost con el sustrato a la hora de prepararlo en una proporción entre el 5 y el 25% de volumen. Su principal nutriente es el nitrógeno, aunque contiene también fósforo, potasio y la mayoría de los micronutrientes necesarios para la vida de las plantas.
El riego
Los riegos inadecuados son la principal causa de fracaso en los cultivadores que empiezan con la marihuana. El cannabis necesita bastante agua, pero no que la tierra esté encharcada. Cuando se riegan las plantas por primera vez es importante hacerlo en abundancia para que se moje bien toda la tierra y no queden zonas secas. Hay que mojar toda la tierra hasta que el agua empiece a escurrir por los agujeros de drenaje. En el cultivo en macetas, para que las sales no se acumulen en la tierra es recomendable regar hasta que al menos un 15-20% del agua salga por los agujeros de drenaje. No hay que volver a regar hasta que la tierra esté bastante seca y la maceta pese poco. Es muy importante no regar cada día sin fijarse en el grado de humedad de la tierra. Para que el sistema de raíces se desarrolle fuerte y sano, es muy importante que se alternen periodos secos y húmedos, que la tierra se seque casi completamente y las raíces respiren antes de volver a regar.
Cultivo en macetas
Las plantas de cannabis que se siembran en el suelo pueden extender sus raíces en busca de nutrientes, pero aquellas que viven en macetas y contenedores solo disponen de una cantidad limitada de suelo en donde vivir. En plantaciones de exterior, las macetas deben ser tan grandes como sea posible, por lo menos de 20 litros, salvo que se siembren autoflorecientes de pequeño tamaño, que pueden funcionar bien con solo 10 litros de sustrato.
Las macetas de plástico son más baratas que las de barro, pesan mucho menos y no se rompen. Es mejor escoger macetas blancas que reflejan la luz y se calientan menos, logrando así mejores condiciones medioambientales para las raíces. Es conveniente, especialmente cuando las macetas descansan sobre un suelo de cemento o de baldosas, aislarlas del calor del suelo por medio de planchas de corcho o madera. En los días tórridos de verano, las raíces agradecerán infinitamente el aislante, que las mantendrá más frescas. Si las raíces no se calientan demasiado, el cannabis soporta perfectamente temperaturas muy altas, pero cuando las macetas se cuecen la planta sufre y el crecimiento se ralentiza.
Las plantas se desarrollan muy rápidamente a partir de la segunda o tercera semanas de vida, y hay que vigilar que las macetas no se queden pequeñas. Cuando esto suceda se deben trasplantar las marías a macetas de mayor tamaño. Se debe trasplantar por la tarde, con las plantas a la sombra, para que tengan toda la noche para recuperarse. Después de trasplantar hay que regar bien las macetas para que la tierra se asiente, pero no se debe aplastar demasiado con las manos, porque si la tierra está muy apretada las raíces no crecen con facilidad.
Cultivo en el suelo
Las semillas se deben germinar en macetas y trasplantar al suelo cuando ya tengamos plantas de al menos un palmo de altura. Si las intentamos germinar directamente en el suelo, lo más probable es que se las coman los caracoles y no sobrevivan. Aunque se trasplanten las plantas ya crecidas no hay que olvidarse de esparcir cebo anticaracoles alrededor de ellas. Los caracoles y las babosas pueden hacer mucho daño.
Se recomienda trasplantar al suelo por la tarde para que las plantas tengan una noche completa para adaptarse antes de empezar a recibir sol. Hay que cavar un alcorque alrededor de la planta para que el agua de riego no se pierda. Es muy buena idea cubrir el suelo con una capa de materia vegetal para que el sol no le dé directamente y reducir la evaporación. Se puede usar todo tipo de materia orgánica: paja, hierba seca, turba e, incluso, cartón.
Cultivo de guerrilla
Los cultivadores de guerrilla suelen ser partidarios de sembrar relativamente tarde, ya que las plantas grandes necesitan mucha agua y son más difíciles de mantener ocultas. Sin embargo, tampoco se puede uno retrasar demasiado, porque la humedad de la primavera les hace mucho bien y les permite desarrollar un gran sistema de raíces, algo imprescindible para sobrevivir a la sequía veraniega.
Si el lugar destinado al cultivo no tiene buena tierra, resulta muy difícil mejorarla y, al final, lo más aconsejable es hacer un gran agujero y rellenarlo con una mezcla de tierra similar a la que se usa para cultivar en macetas. El tamaño del agujero es directamente proporcional al tamaño final que alcanzará la planta, por lo que debe ser mayor si se plantan sativas que si se siembran índicas. En cualquier caso, al menos debe hacerse un hoyo de 50 centímetros de diámetro por 50 centímetros de profundidad. Si en años anteriores ya se cavaron agujeros para las plantas, resulta más fácil vaciarlos y rellenarlos con tierra nueva que cavar nuevos hoyos.
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