¿Quién me lo iba a decir cuando empezamos? Llevamos dos décadas publicando artículos sobre cultivo de cannabis mes tras mes. A lo largo de estos doscientos treinta y cinco números hemos hablado de todos los sistemas de cultivo existentes, de las técnicas más básicas y las más avanzadas. Hemos visto nacer cientos de variedades y docenas de bancos de semillas.
El mundillo cannábico ha crecido de un modo espectacular y la marihuana de producción nacional domina, por fin, el mercado nacional y se exporta a media Europa. Si seguimos por este camino, el mercado europeo de la marihuana puede ser, junto al turismo, una de las principales fuentes de ingresos de España.
El cultivo antes de ‘Cáñamo’
El consumo de cannabis fue en España muy minoritario hasta los años sesenta del siglo pasado, y prácticamente solo fumaban grifa legionarios y gentes de los bajos fondos, prostitutas y carteristas. En los años cincuenta y sesenta aparecen en los diarios las primeras noticias sobre plantaciones de cannabis descubiertas por la policía, pero son casos anecdóticos y casi siempre se trata de plantaciones para el autoconsumo de personas que adquirieron el hábito de fumar grifa en Marruecos, normalmente como legionarios. Desde los años sesenta y setenta, el consumo aumenta progresivamente entre jóvenes que hacen la mili en Ceuta y Melilla, izquierdistas, rockeros y seguidores del movimiento hippy, pero aún eran sectores muy minoritarios.
Ya en aquella época algunos cultivadores mostraron espíritu emprendedor, como un joven estudiante de Biología al que detuvieron en 1977 por cultivar cuarenta y cinco mil plantas en un pueblo de Segovia, se intuye que con afán de comercializarlas. Entre la década de 1970 y 1980, el consumo de cannabis en España cambia. Si hasta entonces se fumaba principalmente grifa marroquí (mezcla de cogollos, hojas y tallos), a partir de ese momento las importaciones son sobre todo de hachís, casi siempre también proveniente de Marruecos. Por alguna razón que no conozco, el cultivo de cannabis no se popularizó en España, supongo que porque era más fácil importarlo, dado el bajo precio al que se conseguía en Marruecos.
En los años ochenta, el consumo de chocolate está ya bastante normalizado en muchos ambientes jóvenes, pero el desconocimiento por parte de las generaciones mayores era todavía notorio y la alarma social generada desde los medios de comunicación contra las drogas no ayudaba. En ciertos sectores sociales se generó el fenómeno de “bajarse al moro” a comprar hachís para traerlo de vuelta a España clandestinamente. Había dos tipos de hachís marroquí: el de peor calidad se llamaba apaleado y venía en placas de doscientos cincuenta gramos; el hachís de mejor calidad, más blando y oscuro, venía en pequeñas piezas de diez o doce gramos llamadas bellotas. Muchos pequeños traficantes, los llamados culeros, traían más de un kilo de bellotas de hachís en el sistema digestivo, que descargaban al llegar, ya os podéis imaginar cómo.
Los años noventa
En los años noventa, el consumo de hachís se había extendido en la sociedad. En 1992 se promulgo la llamada “ley Corcuera”, que toma su nombre del ministro del Interior bajo cuyo mandato se redactó, y que permite sancionar el consumo y la posesión de drogas ilegales en la vía pública. Desde ese momento, los fumetas se arriesgaban permanentemente a ser multados por la policía si les pillaban fumando en la calle o si les encontraban hachís encima, aunque fuera una pequeña cantidad para el propio consumo.
Pese a la “ley Corcuera”, los fumetas cada vez se escondían menos y el consumo se realizaba más abiertamente. En cualquier ciudad española era sencillo comprar hachís tanto de día como de noche, y los camellos abundaban, pues el trapicheo de chocolate era una forma poco peligrosa de sacarse un sobresueldo o, al menos, de pagarse el propio consumo. La percepción del cannabis seguía siendo mala en muchos sectores de la sociedad, pero muchos sectores jóvenes ya no lo veían con tantos prejuicios.
Ámsterdam
Ámsterdam era el paraíso en los noventa, allí estaban los coffee shops donde probar las nuevas variedades y los bancos de semillas para comprarlas. La guerra contra las drogas desatada en Estados Unidos durante los años ochenta había enviado al exilio a un buen número de criadores y cultivadores, que se llevaron consigo sus variedades cuando se trasladaron a Holanda, atraídos por su política de tolerancia hacia el cannabis. Además de estas genéticas fantásticas, los criadores disponían de las semillas que aparecían en la multitud de pequeños cargamentos de marihuana que llegaban a Holanda provenientes de todos los rincones del mundo para venderse en los coffee shops. La política de tolerancia combinada con la multiplicidad de variedades disponibles y un buen número de profesionales cualificados dio lugar a una enorme cantidad de variedades comerciales y bancos de semillas. Nunca antes en la historia había habido tantas genéticas potentes y de calidad disponibles para los cultivadores, que podían acceder a ellas de forma sencilla, comprándolas por correo o por internet. Conozco varios cultivadores que la primera vez que compraron por internet fue para encargar semillas a Holanda.
‘Cáñamo’
Cuando nació la revista Cáñamo en 1997, el número de cultivadores era aún muy pequeño. Pese al buen clima y la cercanía con Marruecos, España era un país de fumadores de hachís donde apenas se cultivaba marihuana, y eso que no hay una región en toda Europa más adecuada para el cultivo del cannabis. Casi nadie sabía nada de cultivo, la información para los artículos la extraíamos de nuestras propias experiencias, de números atrasados de la revista americana High Times y de los manuales en inglés que comprábamos por correo, pero fuimos aprendiendo y enseñando a los lectores.
Desde el primer momento, Cáñamo sirvió de escaparate para bancos de semillas, fabricantes de abonos y empresas relacionadas con el cultivo del cannabis
Desde el primer momento, Cáñamo sirvió de escaparate para los bancos de semillas, los fabricantes de abonos y, en general, todas las empresas relacionadas con el cultivo del cannabis. Empezaron a abrirse tiendas de cultivo de cannabis, los famosos grow shops, en una fiebre imparable que llegó a sumar varios cientos de locales por todo el país. La fiebre de los grow shops da lugar a la fiebre del autocultivo. Empiezan a verse plantas en muchos balcones de las ciudades y todo el mundo quiere probar a sembrar. Los grow shops se hartan de vender kits de iniciación al cultivo de interior, y mucha gente prueba a montar un pequeño indoor en su casa, con resultados muy variables. Muchos se desaniman por los malos resultados pero otros siguen intentándolo hasta conseguirlo y dan lugar a la generación actual de buenos cultivadores, muchos de los cuales cultivan al más alto nivel.
Plantaciones reivindicativas
En 1991 se había fundado la Asociación Ramón Santos de Estudios sobre el Cannabis (ARSEC), que luchaba contra la prohibición y por la normalización. La ARSEC realizó el primer autocultivo colectivo de España en 1993. La plantación fue incautada por la policía y sus responsables absueltos en primera instancia pero condenados después por el Tribunal Supremo. Años después, la asociación vasca Kalamudia realiza otra plantación colectiva pero en este caso la justicia no le permite a la policía destruir la marihuana. Esta sentencia abrió el camino para la creación de la primera asociación de consumidores, el Club de Catadores de Cannabis de Barcelona, en el 2001.
Bancos de semillas
Los bancos de semillas españoles aparecieron principalmente en la primera década del nuevo siglo: empresas como CannaBioGen, Dinafem, Sweet Seeds, Kannabia, Eva Seeds, Buddha Seeds, Genehtik y otras muchas han contribuido de manera importante al desarrollo del mercado cannábico español y se han convertido en grandes bancos de semillas internacionales.
Clubes de consumidores
Al principio, los clubes aparecieron lentamente, y en el 2009 solo había una docena en Cataluña y unos cuantos más en el resto del país, mientras que tres años después había más de doscientos clubes catalanes. A partir del 2012 aumentan las operaciones policiales contra estas asociaciones.
A partir del 2012 aumentan las operaciones policiales contra los clubes
En la última década, el sector del cultivo ha ido profesionalizándose. Cada vez hay menos cultivos cutres e ineficientes y más operaciones de alta calidad. Los clubes de consumidores han sido los principales agentes del cambio producido en la escena cannábica española en los últimos siete u ocho años. Al principio, muchos de ellos intentaron cultivar directamente su propio cannabis. La idea era buena: la asociación designaba un cultivador, al que le pagaba un sueldo para que se ocupara de la plantación del club. El cultivador tenía un sueldo legal y el club producía su propia hierba sin tener que recurrir al mercado negro, un auténtico autocultivo compartido.
El problema vino por varios frentes. En ocasiones la policía detenía a los cultivadores y el hecho de trabajar para el club no les servía realmente de protección sino casi como agravante, por lo que muchos cultivadores han acabado renunciando a una nómina fija mensual dependiente del club y prefiriendo tener sus plantas en cultivos clandestinos no asociados al club y mucho más discretos. Algunos clubes dejaron de cultivar al ver que corrían menos riesgos si compraban el cannabis directamente.
En otras ocasiones, los robos han sido la razón de que los clubes se desvincularan de los cultivadores. Cuando se produce un robo en un cultivo de una asociación empiezan a levantarse sospechas: se duda del cultivador, de si no lo habrá robado él porque quiere ganar más, de los amigos del cultivador, de los socios que conocían el cultivo, etc. Al final, la mayoría de las asociaciones que conozco han acabado separando cultivo y club. Los cultivadores producen y distribuyen a los clubes, que, a su vez, distribuyen a sus socios.
El principal problema que se están encontrando las autoridades es la proliferación de cultivos, muchas veces a manos de grupos criminales o mafiosos, que no están destinados al consumo dentro de un club legal, sino que se exportan al resto de Europa para su comercialización clandestina. La aparición de estos grupos peligrosos y violentos está cambiando el panorama cannábico, ya que sustituyen a los clásicos cultivadores de filosofía hippy y pacífica.
Hoy en día hay un número más que considerable de grandes cultivos repartidos por el país. Las incautaciones de la policía son especialmente elevadas en todas las provincias que dan a la costa mediterránea, donde el clima es más suave durante todo el año, lo que facilita las labores de cultivo.
Técnicas
Las técnicas de cultivo no han cambiado excesivamente en estos últimos veinte años. Claro que entonces casi no había cultivos de interior y hoy hay muchos, pero no ha variado demasiado la técnica. Las lámparas más utilizadas siguen siendo las de alta presión de sodio, pues son las que ofrecen una mayor eficiencia energética, es decir, las que más lúmenes dan por vatio de luz consumido. Es cierto que en los últimos años se están desarrollando cada vez más las lámparas de led, pero salvo algún autocultivador muy especializado y tecnológico, la mayoría de los cultivadores optan por las lámparas de alta presión. Hace veinte años casi todo el que montaba un cuarto de cultivo de interior usaba extractores para ventilarlo. Hoy en día todavía quedan muchos que hacen esto, pero los más profesionales hace tiempo que cambiaron al aire acondicionado y el generador de CO2 para asegurarse una temperatura óptima y evitar el ruido y la fuga de olores que pueden ocurrir cuando se usa extracción.
El futuro
De toda Europa, probablemente sea España el país donde más cannabis se cultiva hoy en día
De toda Europa, probablemente sea España el país donde más cannabis se cultiva hoy en día. La combinación del buen clima y la situación legal ha atraído a un gran número de productores europeos, que se han traslado a nuestro país. Toda la costa mediterránea alberga un gran número de cultivos de interior, exterior o invernadero, que acaban distribuyéndose por el continente. Si el marco legal evolucionase hacía la legalización real y completa, España podría encontrar en el cannabis una importante fuente de ingresos nada despreciable en la situación económica actual. Continuaremos luchando por la liberación del cannabis, pero esperemos que no hagan falta veinte años más.