Pass me a bottle, Mr. Jones
Believe in me
Help me believe in anything
'Cause I wanna be someone who believes
Counting Crows
Hay dos cosas que nunca llegarán a envejecer: una es el humor negro y otra, los niños sin vacunar. Entre los antivacunas, los terraplanistas, los que niegan que el ser humano llegara a la Luna, los que aseguran que una empresa farmacéutica inventó el sida y los que últimamente han retuiteado a Miguel Bosé... cada vez resulta más difícil diferenciar a las personas que no carburan bien de quienes prefieren reírse por no llorar.
Así se define la Ley de Poe: es imposible parodiar a un fundamentalista sin que alguien te confunda con otro fundamentalista. Según la revista Wired, el fenómeno más importante de Internet en 2017; pero el aforismo ya había nacido doce años antes, durante una discusión sobre creacionismo en un foro cristiano. Que al final, defender el diseño inteligente frente a la teoría evolutiva a principios del siglo XXI es un poco como seguir afirmando en 2020 que el Estado introdujo heroína en Euskadi para adormecer a la juventud. No tienen pruebas, pero tampoco dudas.
Un ejemplo perfecto de la Ley de Poe es la web que lleva por nombre “Nos resucitan con speed”. Hay un pequeño juego de palabras ahí: “Nos matan con heroína” había sido, en 1978, una de las frases del maldecido Eduardo Haro Ibars, que después de una vida poniéndose más que el Sol se dio cuenta de que lo estaba haciendo por obligación. Respecto a la web, cada uno puede interpretar su contenido libremente. Yo voy a entender que estamos ante una refinada parodia, porque lo contrario ya sería la señal definitoria de que nos hemos vuelto todos gilipollas.
Tras el rigor, la parodia
Contextualizo brevemente: en 1980, Herri Batasuna dio el pistoletazo de salida para su particular campaña de asesinar a camellos –utilizados, en su delirio, por el Estado para pervertir a una juventud vasca deseosa de enrolarse en la ETA–; salvo por el detalle de que la mitad nunca había vendido drogas. Y los que sí, como mucho, pulirían cinco talegos de costo a la semana. Los tristes años en que el cannabis se convirtió en una droga letal.
Con relación a la letanía de la conspiración del jako en Euskadi, basta referirnos por enésima vez a las obras de Juan Carlos Usó, el mayor experto a día de hoy sobre historia de las drogas en España. Y recordemos también a Pablo García Varela, entrevistado en esta misma revista en julio de 2019 sobre su tesis doctoral acerca de la turbia relación de ETA con las drogas; la cual, por cierto, ha salido publicada recientemente en forma de libro: ETA y la conspiración de la heroína (Los Libros de la Catarata, 2020). Hasta aquí, los historiadores.
A mayores, existe una figura extra, de las que vienen gratis con la caja, llamada Justo Arriola; un daño colateral, un mal menor. “Txumari”, como le llamamos sus amigos cariñosamente, se aferra al fraude abertzale y repite de forma monótona sus palabras clave: Arrasate, Galindo, Navajas. Porque a quienes están acostumbrados a trabajar en el metal no les importa seguir agarrándose a clavos ardiendo; aunque cualquier idiota con tiempo libre pueda montarse una hipótesis mejor fundamentada en una o dos tardes. Y es que mientras las oscuras fuerzas del Estado los mataban con heroína, también se puede aducir –siguiendo la misma lógica conspiranoica– que las alegres comparsas del Movimiento de Liberación Nacional Vasco los resucitaban con speed. Lo mejor de todo es que, intencionada o no, esta parodia anfetamínica es casi más verosímil que la versión original, la que nos han querido hacer tragar durante cuarenta años. Y en el peor de los casos sería una ida de olla de otro tarado, pero con la ventaja de que este nuevo humo que se nos vende ya no sale caro, ni va acompañado del ruido de aquellos disparos.
"Intencionada o no, esta parodia anfetamínica es casi más verosímil que la versión original de las oscuras fuerzas del Estado utilizando heroína para desactivar a la juventud. En el peor de los casos sería una ida de olla de otro tarado, pero sin el ruido de aquellos disparos"
La estrategia defensiva del MLNV
Durante los juicios de Núremberg, se les hicieron pruebas de cociente intelectual a todos los altos mandos del Tercer Reich. Todos salvo uno superaban ampliamente la inteligencia media. Quiero romper una lanza en favor de ETA y los acólitos que aún les ríen las gracias y les justifican los muertos: tranquilos, no es vuestro caso. Pero distribuir speed entre vuestros jóvenes soldados fue una buena estrategia, y eso es así: al pan, pan; y al que no comulga, pum, tiro en la nuca. Dicen que las comparativas son odiosas, pero sólo para el que sale mal parado. Cuando en la web “Nos resucitan con speed” se afirma que la supuesta distribución de anfeta por parte del entorno de ETA fue un contraataque, una respuesta dentro de aquella supuesta guerra psicoactiva orquestada por el Estado, ya parten con la ventaja de que su premisa es indiscutible; salvo que la otra parte vaya a desdecirse a estas alturas. Eso sí que es una buena base y no lo que fumaban los chavales de Jarrai. A partir de ahí, existe un hilo conductor que recorre datos verificables, fuentes fiables y testimonios con nombres y apellidos. Por favor, acompañadme en esta emocionante historia, que se nos presenta dividida en cuatro actos.
‘Anfeta’ se escriba con ‘ETA’
Desde su creación, ETA llevaba ya una década debatiéndose entre matar o no matar. En 1968 se tomó la decisión de cometer asesinato. Txabi Etxebarrieta –dirigente de peso y defensor de la lucha armada– e Iñaki Sarasketa no pudieron culminar su misión, pero sí dejaron un muerto por el camino: José Antonio Pardines, un guardia civil que les ordenó detener el coche para un control rutinario. En la web se recoge el relato de Gaizka Fernández Soldevilla, historiador del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, y también el de Sarasketa, allí presente: “Txabi sacó la pistola y le disparó en ese momento. Cayó boca arriba. Txabi volvió a dispararle tres o cuatro tiros más en el pecho. Había tomado centraminas [un fármaco que contenía sulfato de anfetamina] y quizá eso influyó. [...] Era un guardia civil anónimo, un pobre chaval. No había ninguna necesidad de que aquel hombre muriera”.
El pitxu y sus ocho apellidos vascos
Hablar de “pitxu” es hablar de País Vasco. La prevalencia de consumo de speed –sulfato de anfetamina– en Euskadi es completamente anormal, ya no con relación a otras partes de España sino del mundo. Así lo ha reconocido en más de una ocasión el Observatorio Vasco de Drogodependencias: en 2004 las cifras apuntaban a una incidencia en el consumo de entre el triple y el cuádruple que en el resto del país. Esto ya marca un punto clave y diferencial respecto a la teoría abertzale, puesto que, por más que sigan insistiendo en su propaganda, la realidad es una zorra despiadada y los datos, por más que los tortures, siguen siendo los que son; véase Juan F. Gamella, Usó o García Varela. Mejor aún: conectamos rápidamente con Irún para ver si nos pueden confirmar este hecho: “En el País Vasco hay un menor número de consumidores de heroína que en el Estado [...] En el caso de las anfetaminas, mientras que en el Estado español el porcentaje de admisiones por esta droga es del 0,6 %, en la Comunidad Autónoma del País Vasco asciende a un 5,1 %”. La información procede del II Plan Local de Drogodependencias de Irún. Echaba esto de menos: cifras precisas, historiadores de prestigio, testimonios con nombres y apellidos, informes elaborados en varios puntos de Euskadi y hasta el vocalista de Lendakaris Muertos afirmando que “la droga es como la ETA, es cultural también. El speed es una droga muy de aquí”… Mientras tanto, en el libro de Justo Arriola, A los pies del caballo: Narcotráfico, heroína y contrainsurgencia en Euskal Herria, abundan reveladores testimonios del tipo: “Me cuenta K.: ‘en casa de un amigo, estábamos once y dos chutas’ [...] K., hijo de empresario, me ha asegurado que el industrial A. ofreció a su padre participar en el negocio del narcotráfico”.
Anfetamina: droga de combatientes
Es bastante sabido que las anfetas se despacharon como caramelos durante la Segunda Guerra Mundial. Quizás es más desconocido que el Gobierno vasco reconoció en un estudio de 2001 que podría haber un uso de estas sustancias asociado a la kale borroka. Ya en 1993 el presidente del Partido Nacionalista Vasco Xavier Arzalluz acusaba a la gentuza de Herri Batasuna de enviar a sus jóvenes (o peones) “con anfetaminas y litronas a poner bombitas y cócteles mólotov”. Llegó un momento en que a la cantera etarra (Haika, Jarrai) no le quedó otra que reconocer el consumo de drogas entre su chavalada, e incluso recomendar un consumo responsable.
Rock Radical Vasco: ¿antisistema?
La escena nació para hacerle frente a un sistema establecido para acabar echándose en los brazos de otro. Alguien tenía que pagar la fiesta. Una fiesta regada en speed, como promulgaban estos grupos auspiciados por Herri Batasuna. Recuperemos las palabras de Iosu, de Eskorbuto, en un artículo firmado por la que hoy es presidenta de la agencia de noticias EFE: "Muchos grupos se han apuntado a esto, y escucharles da vergüenza ajena. Todos están con Herri Batasuna. A nosotros nos va mal por ser como somos. Actuamos más fuera que dentro”. La periodista añade: “Todo hace sospechar que, sin Herri Batasuna, el rock radikal vasco no existiría. Sólo el diario Egin, de ideología próxima a la coalición política, ofrece puntualmente, todos los viernes, críticas musicales y calendarios de actuaciones”. Y el cuarto acto se cierra de forma circular, uniéndose con el primero, al enterarnos de que Natxo Etxebarrieta, cantante de Cicatriz y sobrino del primer asesino de ETA, fue detenido por tráfico de anfetaminas.
Las fuentes
La web se complementa con 75 noticias relacionadas y 15 testimonios anónimos. Ésas son sus fuentes: el Gobierno vasco, los informes del entorno del MLNV, declaraciones de figuras del rock radical vasco, libros de historiadores, periodistas reputados, testimonios de etarras implicados en asesinatos, comentarios del presidente del PNV, noticias en medios de amplia difusión y unos pocos testimonios anónimos. Es duro que Arriola y Pepe Rei, su padre putativo, no hayan encontrado algo similar en cuarenta años, pero más duro es que sigan tarifando como si lo tuvieran.
La teoría del uso de speed como arma insurgente al servicio de la liberación nacional vasca no es nueva, por cierto. Hay al menos dos precedentes. En febrero de 2016, en esta misma revista, Eduardo Hidalgo planteó una idea similar en una entrevista a Juan Carlos Usó. E incluso antes, en 2009, se publicó un cómic de la serie Euskalorros, de Abarrots, cuyo argumento comenzaba así: “Corrían los años 80 cuando aviones de la ETA sobrevolaban las poblaciones vascas jalonándolas de sacas de anfetamina para contrarrestar la heroína introducida por las fuerzas de seguridad destinada a desactivar a la juventud”.
Aprovechando que suele escribir unas páginas más allá, he descolgado el teléfono verde de Cáñamo para ver si Usó quería aportarnos algo: “Es tan verosímil como presuponer una diseminación calculada de heroína por parte del Estado con el objetivo de desmovilizar a la juventud vasca”. Y añade: “En el terreno de la investigación existen tres niveles: la sospecha, la certeza y la prueba; y a mi juicio, estamos ante dos hipótesis a caballo entre la sospecha y la certeza, pero faltan pruebas”.
Qué tiquismiquis son estos historiadores: ahora va a resultar que si uno no tiene pruebas sobre algo, no puede publicar un libro afirmándolo rotundamente. Hablando de Justo Arriola, por si alguien tuviera interés en su opinión al respecto, la reproduzco a continuación, pues ya me la trasladó hace meses en un foro: “Que la tesis sobre el uso de anfeta entre las nuevas generaciones de ETA es bastante más verosímil y que alcanza mayor certeza que la de la heroína es una de las mayores majaderías que he oído en los últimos años”. Por cierto, como el susodicho se cree un maestro del disfraz, aprovechó para hacerse pasar por fan de su propia obra y dejar de lado la diplomacia y la falsa humildad con la que se refiere a Usó en público: “Pues yo, que he leído los dos libros, pienso que el de Usó es un bodrio infumable, que comete errores bien gordos y da pseudoargumentaciones sin ningún rigor para rebatir la tesis de la utilización política de la heroína”. Y me dice: “Se ve a la legua tu intento de restar credibilidad al trabajo de Arriola con la excusa clasista de que es metalúrgico”. Justo, justito: con él sólo acertaron en el nombre. Que sea metalúrgico, piloto o charcutero es como el ejercicio intenso: no veas si me la suda.
La socialización de la conspiranoia
Quién sabe. Puede que, después de todo, perder los años de juventud en el entorno de una banda terrorista no sea tan apetecible como a algunos les debe de parecer. Quizás hubo quien prefirió cambiarse, por voluntad propia, de etarra en potencia a potencial yonki. Quizá la vida en Jarrai no era tan apasionante como ellos creen.
Igual que llegó la socialización de la violencia, ésta debe de ser la etapa de la socialización de la conspiranoia. Arriola a través del espejo, aprendiendo que el mundo sigue girando a pesar de él; y que, como el péndulo de Foucault, aun por mucho que lo desee, el universo no va a conspirar para que esa bala de cañón no acabe golpeándole en la cabeza. Como con Eco, la conspiración vuelve en forma de parodia. Y menos mal: llevan tantos años con la misma letanía que hasta los muertos del GAL están deseando que reaparezca Felipe con más sacos de cal.
Es más fácil decir que existe una conspiración mundial que pararte a organizarla; te parte la tarde. Cómo dirigir en la sombra las vidas de casi ocho mil millones de personas cuando ETA ni siquiera pudo evitar que cuarenta chavales dejaran de fumar petas en las herriko tabernas. No todo el mundo es igual de maleable que Arriola, un beato rindiéndole cuentas a un dios terrenal y ya desarmado. La gente se droga porque le gusta, tan simple como cierto. Hay quienes disfrutan quitando vidas y quienes prefieren vivirla.