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Buenos Aires, en marcha por el cannabis

Más de cien mil personas reivindican la regulación en la capital argentina

El grito de ¡libertad!, pronunciado a voces por miles y miles que clamamos por la liberación de los presos por cultivar en la Argentina, se renovó este año con gargantas secas y quebradas de emoción –pero sobre todo de hastío– en la histórica plaza de Mayo de la ciudad de Buenos Aires.

El grito de ¡libertad!, pronunciado a voces por miles y miles que clamamos por la liberación de los presos por cultivar en la Argentina, se renovó este año con gargantas secas y quebradas de emoción –pero sobre todo de hastío– en la histórica plaza de Mayo de la ciudad de Buenos Aires, que tantas gestas libertarias vio transitar por su geografía en sus más de doscientos años de existencia.

Según los organizadores, este año la marcha reunió a más de cien mil personas, aunque la policía metropolitana haya estimado la cifra en setenta mil y la prensa monopólica haya sido casi indiferente al tema (como es habitual).

Hablar de políticas referentes al cultivo, consumo y tráfico de cannabis en nuestro castigado país es casi utópico. No ha habido políticas de Estado al respecto. Solo prohibicionismo, cárcel, represión y brutalidad. Iniciada desde la retórica precámbrica de una legislación troglodita, nuestro vetusto país asiste –como tantos otros– a la restricción alevosa de un derecho natural e inalienable que nos es mutilado por una fuerza judicial y policial corrupta (oscura, ignorante, negadora y soberbia), que para resumir se conduce de manera llanamente criminal. Nuestra Carta Magna es clarísima en tal sentido, pero nuestros fiscales y jueces han hecho oídos sordos a ella y al clamor popular. El garrote y el prohibicionismo han gobernado el escenario de nuestra sociedad sin distinguir entre gobiernos democráticos, tiránicos o dictatoriales. Imaginar esto en un país civilizado (llamo civilización al simple respeto de los derechos naturales de las personas) es extravagante. Pero no es de extrañar en un país altamente subdesarrollado y corrupto como el nuestro, donde el Estado Nacional hasta hace treinta años te impedía volver a casarte si te separabas de tu cónyuge. Y lo reitero: te restringía absolutamente la potestad de volver a formar una familia a los ojos de la ley, por el mero hecho de haberte divorciado. Para hacerlo, debías huir al Uruguay, ejemplo sudamericano histórico de avanzada social y legislativa por antonomasia, refrendada una vez más por su gesta cannábica actual a nivel continental, visiblemente de avanzada (aunque diste de ser la ideal, lo que da para ser analizado por aparte).

Temores

Existe en nuestra sociedad cannábica el para mí infundado temor de que con las nuevas autoridades (con Macri a la cabeza, liderando un conglomerado de fuerzas neoliberales tanto económicas como intelectuales) retrocedamos a un esquema fascista de represión como el de los setenta. No comulgo con ese temor. Amén de lo visto ayer en la marcha, donde no contabilicé más de veinte uniformados, el gobierno kirchnerista, que acaba de dejar al país asolado por una corrupción sin precedentes, nada hizo por mejorar el escenario de nuestro panorama cannábico. Los cultivadores y los fumadores fuimos ignominiosamente perseguidos en esa década nefanda, cuya herencia de latrocinio aún no podemos dimensionar: un país con diez millones de pobres y niños muertos por desnutrición e inanición, donde su primer mandataria tenía un hotel de diez millones de euros, adquirido durante su gestión pública... Aberrante. ¿Qué podemos esperar? ¿Más arrestos, más allanamientos? La curva no ha variado. Los derechos inalienables de los ciudadanos se vulneran sin distinción de banderías políticas en nuestro país. Los jueces corruptos siguen siéndolo, y las leyes aberrantes siguen existiendo. Y aplicándose inmisericordemente. En el único país del mundo donde el público visitante no puede asistir a un cotejo de fútbol, todo es posible.

Hoy en día vemos al partido político que abandonó el poder hace medio año presentar proyectos de ley que autoricen y regulen la producción de cannabis con fines medicinales en el país. “Tarde piaste”, reza el dicho. Tras doce años de robar no se detuvieron a pensar en esto antes. El proyecto, obviamente, pocas probabilidades tiene de prosperar, ya que no cuenta con el apoyo del actual oficialismo, como tampoco contó con apoyo cualquier atisbo de querer civilizar el estado de cosas durante el último gobierno, ni con los anteriores a este dentro del proceso de reconstrucción de nuestra baqueteada democracia en 1983. Lo poco que se presentó en la década pasada nunca superó la barrera del Congreso, tan corrupto y caótico como el resto de nuestro país. Hoy el pueblo de General La Madrid (provincia de Buenos Aires) da un ejemplo aislado de querer enfrentar al sistema desde un ángulo novedoso y muy valedero. Pero más allá del santo mensaje medicinal del cannabis, está la realidad del fumeta y el cultiveta. Veremos, veremos…

En medio de la marcha, una de las grandes alegrías es encontrarse amigos. Cultivadores eximios, militantes, a los pocos medios libres escritos, televisivos o radiales del país, que difunden el mensaje de la marihuana como los amigos de las revistas Haze, THC, el Jardín del Unicornio… A representantes de Cannabis Medicinal Argentina (CAMEDA), de la Agrupación Agricultores Cannábicos Argentinos (AACA) y de tantas otras agrupaciones libertarias que se hace imposible nombrarlas a todas. Y cada vez más vemos acercarse a gente común que quiere manifestarse en contra de la política actual hacia la marihuana.

Los cánticos, que mezclan alegría con desazón pero siempre con esperanza, arrancan por el clásico “Autocultivo, autocultivo”. Encontramos a amigos con la voz rota, y a algunos que deben emigrar al Uruguay para poder trabajar científicamente en el tema cannabis para no ser perseguidos aquí. Los miles de pancartas mezclan mensajes de esperanza con órdenes como “Basta de prohibición” o “Libertad a los presos por cultivar”. Vemos en la marcha a niños, madres, discapacitados en busca de esperanza y justicia.

Participantes en la manifestación
Participantes en la manifestación
Participantes en la manifestación
Participantes en la manifestación
Participantes en la manifestación

Antecedentes a favor de fumetas y cultivetas

Existen en nuestro país dos fallos judiciales emblemáticos, que destacan a las claras nuestras garantías constitucionales en lo referente al consumo de marihuana. El sonado caso “Bazterrica”, del año 1986, donde la Corte Suprema falló a favor del guitarrista de la banda Los Abuelos de la Nada y músico de Charly García, quien había sido arrestado por tener tres cigarrillos de marihuana en una latita. En 1986, un fallo a su favor lo absolvió. Un caso que sirvió como base para que ahora los jueces de la Corte despenalizaran la tenencia de pequeñas cantidades; y en el año 2009, el famoso caso “Arriola”, que llega a una sentencia de la Corte Suprema de Justicia del 25 de agosto de 2009, por la cual se declaró la inconstitucionalidad del artículo 14 (segundo párrafo) de la Ley n.° 23.737. Dicho pronunciamiento de la CSJN reconoce la inconstitucionalidad en el castigo a una persona adulta por la tenencia de marihuana para su consumo personal, en el ámbito privado (tal lo sucedido a los jóvenes que habían sido procesados y encarcelados en el caso). Si bien el caso “Arriola” fue sobre la marihuana, la sentencia no la nombra, ya que los conceptos aplicados para establecer la inconstitucionalidad de una parte de la ley de estupefacientes son válidos para cualquier estupefaciente.

Sendos jueces de la Corte han sostenido al respecto: “Si cada consumidor tuviera una planta de marihuana en el balcón, entonces no habría tráfico” (Zaffaroni), y “No se trata solo del respeto hacia las acciones realizadas en privado, sino del reconocimiento de un ámbito en el que cada individuo adulto es soberano para tomar decisiones libres sobre el estilo de vida que desea” (Lorenzetti).

En ambos casos, queda absolutamente amparado por las garantías constitucionales nuestro derecho a consumir marihuana y a cultivarla libremente para nuestro propio uso sin restricciones, quedando fuera del arbitrio de los magistrados una acción privada que es solo apreciable por nuestras conciencias y por la sabiduría de Dios, como bien dice nuestra Carta Magna en su artículo 19. Se expide de manera meridiana respecto de mis derechos como consumidor y cultivador de cannabis, cuando establece: “Las acciones privadas de los hombres que de ninguna manera ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están solo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”. No haría falta agregar mucho más. No obstante, en mi país esa regla básica celebrada en la Ley Fundamental de la Nación es vulnerada en cada detención, en cada fallo, en cada arbitrariedad cometida contra el cultivador y el consumidor en general, sea para el uso que sea que la emplee (en mi país con su normativa antediluviana, uno puede ir preso por elaborar aceite de cannabis para uso medicinal de un niño desahuciado por cáncer).

Volviendo a la poli

Volviendo a lo de la policía: en un partido del fútbol argentino, ante una asistencia de sesenta mil personas al estadio, la cantidad de agentes del orden puede llegar a ser de tres mil. ¡Es el cinco por ciento del total de la asistencia al estadio! Simplemente, demencial.

Mientras tanto, en nuestra Marcha Mundial de la Marihuana porteña hemos contabilizado más de cien mil asistentes, y no se produjo un solo episodio policial. ¡Ni uno! Lo cual es la clase de referencias que hacen pensar en la cantidad de muertes en accidentes a causa del alcohol –droga dura legitimada si las hay– y las producidas en tales circunstancias por el cannabis. La verdadera dosis mortal de marihuana –citando a un respetado médico amigo– es de dos kilogramos. Eso arrojado en un paquete de prensado, desde un séptimo piso al menos, sobre la cabeza de la víctima del cannabis...

En nuestra marcha, fuera de los infiltrados que hay en cualquier marcha en la que se exprese la reivindicación de cualquier derecho que incomode al gobernante de turno, solo se pudo registrar –como en otros años– la presencia de pocos vehículos policiales y uniformados para controlar a la multitud. Somos fumetas, cultivetas, no criminales desbandados que haya que controlar con el garrote.

De los medios, ni hablar

¿Y los medios? Casi ausentes, como de costumbre. Es inadmisible que nuestra marcha no sea cubierta sino más que por algunos aislados medios de prensa independientes, los cuales ya casi han sido eliminados de mi país, donde la libertad de prensa es determinada por quienes controlan con monopolios desde el papel hasta la distribución de las publicaciones (monopolios que no excluyen a los sindicatos, claro). Mientras uno de los dos periódicos de mayor circulación del país puso la marcha en su tapa, el segundo no le dedicó ¡ni una sola línea escrita en su edición impresa!

Más de cien mil personas en la calle marchando, uno de los dos diarios principales del país pone la noticia en primera plana y el otro ni siquiera la menciona. ¿Negación, miedo, oscurantismo, perversos intereses ocultos? Elija el lector del menú.

No obstante, marchemos por el cambio

Y sí, adelante, marchemos. No hay muchas más opciones. A pesar de la pereza que nos pueda entrar, de nuestra distancia intelectual con las aglomeraciones de gente, de nuestra reiterada posición respecto a la actitud de resistencia a adoptar ante la restricción de nuestros derechos, debemos salir a las calles a reclamar por ellos. Parece absurdo, repito. Pero no parece haber más recurso que este. Pacíficamente, haciendo la larga fila y la reiterada caminata marchando hacia un futuro de libertad que hoy, a todas luces, resulta utópico. Sí, aunque resulte absurdo para mí salir a la calle a peticionar para ejercer un derecho legítimo que ya estoy ejerciendo (¿voy a ir a pedirle a quién que me deje hacer qué?), debo hacerlo porque la democracia me marca bien la cancha. Y sus procesos son lentos y muchas veces dolorosos, pero son las escasas pero únicas herramientas con las que cuenta el Soberano, nosotros, el pueblo.

La mención de la marihuana en público sigue siendo tabú en un país tan retrógrado como la Argentina. Hablar de aceite esencial de cannabis ante un lego es verse sometido primero a un examen moral, así se trate el tema de la salud de un niño desahuciado o atormentado por la epilepsia o el glaucoma, que la sagrada mata con sus mágicos tricomas puede combatir eficazmente.

La necesidad de cambio es imperiosa. A la necedad, negación, miedo e ignorancia de nuestra sociedad, se la alumbra con la información, la resistencia, el activismo y, sobre todo, la acción. Y en tal sentido, el hálito de esperanza que podemos mantener vivo proviene hoy del exterior del país, donde muchas legislaciones están cambiando y dando un giro fundamental hacia la incorporación y la difusión de las bondades de nuestra bendita planta de marihuana.

Habrá que esperar un año más para volver a “salir de Marcha”, como decimos en la Argentina, con una connotación bien distinta a la que le dan en España a la misma frase. Mientras tanto, yo seguiré ejerciendo cotidianamente mi derecho inalienable e indiscutible, con un porro en la mano, una planta en mi casa y una sonrisa en la boca. Así vengan a tratar de encarcelarme, por hacer lo que tengo el legítimo derecho de hacer.

Fotos de Revista THC y de Ángel Hernández

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