Un aspecto bueno de conocer la historia es que puedes hacer que se repita. Uno bueno de la leyenda es que contiene parte de realidad. Uno de haber ido al colegio es la selección de libros que hicieron por ti las maestras. Uno bueno de releerlos es que a veces puedes toparte con sorprendentes sorpresas que permanecían ocultas a la memoria.
Vayamos con un ejemplo práctico de lectura escolar revisitada: La Odisea. Reparemos en estos cuatro párrafos selectos de la epopeya, cuando el astuto Ulises acaba en el País del Olvido, habitado por los míticos lotófagos:
Unas infernales tormentas los estuvieron zarandeando durante nueve largos días seguidos, hasta que al décimo descubrieron, por fin, la costa de los lotófagos, los comedores de frutos de loto. Los hombres de Ulises desembarcaron, extrajeron agua fresca de los pozos y prepararon la comida. Pero Ulises estaba intrigado, la curiosidad no le dejaba reposar, deseaba averiguar qué clase de hombres habitaban aquella tierra. Por este motivo envió algunos de sus hombres a que explorasen el terreno.
Los exploradores se pusieron inmediatamente en camino y llegaron hasta donde habitaban los lotófagos. Estos, muy hospitalarios, invitaron inmediatamente a aquellos extranjeros y los alimentaron. Los invitaron a probar los frutos de loto, dulces como la miel y tentadores. Tan pronto como los emisarios de Ulises hubieron probado los embriagadores frutos de loto, dejaron de pensar en su misión y en el regreso a la patria. Solo deseaban permanecer para siempre en compañía de los lotófagos, renunciando a su patria. El olvido se había apoderado de ellos.
Al comprobar Ulises que sus emisarios no regresaban, la intranquilidad hizo mella en él. Quiso ir personalmente a buscar a sus amigos y los encontró felices y despreocupados entre los lotófagos. Pero el héroe arrastró por la fuerza a sus compañeros; nada se lo impidió, ni su obstinada negativa ni sus lágrimas. Los ató al banco de remeros de las naves para que no pudiesen huir y regresar con los lotófagos; tan grande era el seductor poder de estos.
Ulises ordenó luego que todos embarcasen rápidamente para no verse también él seducido por los tentadores halagos de los comedores de frutos de loto, olvidando entonces su verdadero objetivo: el regreso a su patria. Una profunda tristeza embargaba a todos, pero empujaron las naves al agua y remaron con fuerza hasta alcanzar mar abierta, muy, muy lejos ya del tentador País del Olvido.
¡Bingo! Póngame tres gramos de extracto por cincuenta de loto rosa (Nelumbo nucifera), un gramo de extracto por veinte de loto azul (Nymphaea caerulea) y otro gramo de resina de loto azul, por favor.
Las dosis habituales son de medio gramo disuelto en vino o en agua caliente. Yo echo los cinco gramos al completo en agua hervida, añado un chorro de limón exprimido y azúcar. La razón es que ya lo había consumido anteriormente en las cantidades indicadas por el proveedor y el efecto se me antojó muy sutil, aunque agradable: sensación de bienestar general y buen rollito.
El sabor es verdaderamente desagradable. Tengo que beberlo a sorbos minúsculos o me entran náuseas. Me tiro horas para beberme la mitad de la taza. En determinado momento siento un ligero reburbullir neuronal, pero ahí queda la cosa. Finalmente me voy a dormir. Tengo un sueño largo y reparador. Me levanto estupendísimamente. Renovado. Echo un poco más de azúcar en la taza, lo vuelvo a probar con precaución y sabe de vicio. Está riquísimo. Me lo termino de dos tragos y salgo a la calle. Me encuentro realmente bien. Doy un largo paseo cazando pokémones y me planteo un cambio de vida: dejar de salir de fiesta todos los días e ir dando hueco a otras cosas que también considero prioritarias. Es lunes y hasta el viernes cumplo con mi nuevo objetivo. ¡Inaudito! Y a la semana siguiente más de lo mismo (aunque un poco menos, es decir, con alguna fiesta más que la semana anterior). ¡Inusitado! Empieza la tercera semana y sigo en las mismas…
Me temo que estoy en una fase de despertar espiritual inducido por el consumo de loto. Y no es coña, a fin de cuentas, esta planta simboliza el nacimiento divino, el crecimiento espiritual y la pureza de corazón y de mente. Es una planta sagrada en el hinduismo, en el budismo y en el antiguo Egipto. Sus propiedades psicoactivas han sido confirmadas recientemente: ligeramente estimulante a pequeñas dosis y narcótico a dosis altas.
La expansión de la visión en el budismo está simbolizada con la apertura de las flores de loto, que pueden estar cerradas, semiabiertas o completamente abiertas, dependiendo de la etapa de expansión espiritual.
A día de hoy, puedo decir que he logrado tener los ojos entrecerrados. Los lotos de la visión trascendente por fin me dejan dormir y, entre el reposo y su calma benefactora, a ratos hasta se filtra un rayito de luz. ¡Gracias, oh, sagrado loto!