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El snus es un estimulante que contiene nicotina, sal, agua y carbonato cálcico. En su presentación más habitual viene empaquetado en pequeñas bolsitas de papel poroso que se introducen entre la encía y el labio superior. Se mantienen en la boca entre veinte minutos y una hora para que la nicotina sea liberada y absorbida por las mucosas bucales.

El snus es un estimulante que contiene nicotina, sal, agua y carbonato cálcico. En su presentación más habitual viene empaquetado en pequeñas bolsitas de papel poroso que se introducen entre la encía y el labio superior. Se mantienen en la boca entre veinte minutos y una hora para que la nicotina sea liberada y absorbida por las mucosas bucales. En última instancia, no es más que tabaco, pero ni se masca ni se escupe (como el clásico de las pelis del Far West) ni se esnifa (como el rapé) ni produce humo (como el de las pelis de Humphrey Bogart).

La lógica de la prohibición

Su venta está prohibida en la Unión Europea por el hecho de que se considera que puede actuar como una puerta de entrada al uso de tabaco fumado. La excepción es Suecia, que a la hora de entrar en la Comunidad Europea exigió que se respetara el derecho a producir, comercializar y consumir esta presentación tabáquica creada por ellos hace siglos. El derecho les fue reconocido, pero le costó la dimisión al comisario de Salud europeo, John Dalli, porque los suecos denunciaron un intento de soborno en el que se les pedía el desembolso de sesenta millones de euros para levantar el veto comunitario a su tradicional tabaco.

El resultado, por lo tanto, es que en Europa apenas lo consume nadie, salvo los propios suecos. Lo curioso del caso es que a día de hoy Suecia es el único país de la Unión Europea que ha alcanzado el objetivo fijado por la OMS de reducir el uso de tabaco fumado por debajo del veinte por ciento.

En el país nórdico, las tasas de consumo vienen a ser las mismas que en cualquier otro lugar –alrededor del treinta y tantos por ciento de la población–. Sin embargo, desde el momento en que entraron en vigor las restricciones a fumar en lugares públicos –bares, oficinas, cines, transportes públicos, etc.–, muchos suecos abandonaron el uso de cigarrillos y se decantaron por utilizar snus. De modo que, a día de hoy, la proporción de hombres que toman snus es del diecinueve por ciento y la de los que fuman tabaco es del diez por ciento.

Cabe decir en este punto que, aun sin ser inocuo (obvio), sus efectos nocivos sobre la salud son notablemente menores, más leves y menos frecuentes que los asociados a los cigarros.

Como demuestra el caso sueco, resulta evidente, por lo tanto, que puede funcionar como un sustitutivo menos lesivo al consumo de cigarrillos, tanto para el propio consumidor como para los demás –puesto que al no producir humo no genera consumidores pasivos–. Incluso puede tener utilidad como apoyo a la hora de intentar dejar el hábito tabáquico, siendo –al parecer– tanto o más eficaz que los habituales parches y chicles de nicotina.

Ahora bien, resulta igualmente evidente que todas estas aparentes bondades palidecen ante el incuestionable peligro de que, fuera de Suecia, el snus perfectamente podría tener el efecto de elevar dramáticamente las prevalencias de consumo de tabaco y generar una crisis sanitaria de proporciones monumentales. Obvio.

Snus
Una bolsita de snus de la variedad de Siberia, extra-fuerte de nicotina y sabor a menta polar ártico-siberiana. Foto: Alberto Flores

Sorteando el veto

Aun con todo, quien quiera hacerse el sueco y sortear la prohibición, bien sea para tener experiencias nuevas, bien sea para intentar dejar de fumar o bajar el consumo, bien sea para sobrellevar el mono nicotínico en las horas de trabajo, bien sea como estrategia de reducción de riesgos para disminuir la probabilidad de sufrir problemas cardiacos o pulmonares…, lo tiene fácil. Hay varias webs que distribuyen snus a cualquier lugar del mundo a precios más que populares. Lo venden en cajitas metálicas muy chulas y cuentan con variedades para todos los gustos: suaves, fuertes, extrafuertes, con sabores añadidos, sin sabores… Lo que ya no llevan –cuenta la mitología popular que antes sí los llevaban– son trocitos de cristal machacado, incluidos con la finalidad de que hiciesen pequeñas incisiones en los labios y en las encías de tal manera que la nicotina pudiese entrar más, mejor y más directamente en el torrente sanguíneo.

En La Tercera Fase encargamos una cajita de la variedad Siberia –extrafuerte: el más alto contenido en nicotina y sabor a menta polar ártico-siberiana–. Nos costó unos dos pavetes y nos llegó en menos de una semana.

Hicimos reparto de las bolsitas entre los parroquianos del bar de turno… El que más lo aguantó en la boca, unos… dos minutos. Luego me lo administré yo mismo. Estaba echando una mano de camarero. Me tocó atender a un cliente y tuve que explicarle toda la película porque mi cara era un poema. Eso pica de cojones. Escuece hasta lo insufrible –tan solo un grado menos que el 2CB esnifado, para que puedan hacerse una idea–. Aun así, lo mantuve en la boca aproximadamente veinte minutos o una hora (minuto arriba, minuto abajo: un huevazo). El picor decrece con el tiempo hasta desaparecer. Y tuve el detalle de ofrecerle una porción gratuita al mencionado cliente, que me confesó que le había bastado verme la cara para abrazar, inmediatamente, el veto prohibicionista europeo.

Y al final…, tenían razón

Y lo cierto es que, personalmente, opino que razón no le falta… Ahora, con la perspectiva que me da la experiencia, me parece perfectamente posible que, de comercializarse el snus por estos lares como un producto tabáquico menos nocivo, sin humo, con sabores, en cajas molonas y sin mensajes del tipo “el tabaco provoca impotencia en los que están a su alrededor” –el snus está exento de llevar esas advertencias sanitarias–, es posible que tuviese su tironcillo y que pudiese atraer a algún que otro nuevo usuario… El común de los cuales, no lo dudo, se pasaría inmediatamente a los cigarrillos de toda la vida, más tóxicos, sí, que hasta toses, vale, pero, joder… Que me cuenten lo que quieran, pero en términos de gestión de placeres y riesgos lo que pica el Siberia ese no sale a cuenta lo mires por donde lo mires (eso sí, su pequeño mareíllo sí que pega).

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #235

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